Las dos primeras semanas en el mercado estadounidense han sido un auténtico fiasco para Addyi, el medicamento que obtuvo gran notoriedad este verano al aprobarse como la primera viagra para las mujeres. En quince días, este fármaco solo ha sido prescrito 227 veces frente al medio millón de la Viagra durante su primer mes a disposición de los hombres. Después del revuelo y la expectación que generó su aprobación por las autoridades sanitarias estadounidenses, la sorpresa ha sido importante, aunque hay varias claves que explican este dato tan pobre
Estos meses, tras recibir el plácet de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés), se ha difundido mucha información muy valiosa para comprender el verdadero alcance de este fármaco, cuyo principio activo —la flibanserina— actúa en los neurotransmisores del cerebro. “En principio iba a ser un antidepresivo”, explica la sexóloga Miren Larrázabal, “por eso no tiene nada que ver con la Viagra, que supone una actuación muy local, de cañerías”. “Pero el bajo número de prescripciones es muy sorprendente, se había creado una expectativa muy alta”, reconoce Larrazábal, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología.
Conviene recordar que Addyi va dirigido a un público mucho más reducido que el de Viagra y sus numerosas viariantes masculinas: solo está contemplado para tratar el trastorno del deseo sexual hipoactivo (TDSH) en mujeres premenopáusicas. Pero ese dato, el de un mercado más reducido, no explicaría por sí solo este fiasco inicial en ventas. Consultada por esta redacción, el laboratorio que fabrica la pastilla, Sprout, se defiende diciendo que se han registrado más de 5.600 especialistas para prescribir Addyi y que más de 20.000 puntos de venta han realizado ya pedidos por valor de 25 millones de dólares. Sin embargo, a pesar de este despliegue, solo ha obtenido 227 prescipciones en dos semanas, según ha informado Bloomberg.
Hay que tener en cuenta que en todas estas semanas se han dado a conocer las verdaderas capacidades del fármaco, que son muy limitadas. Frente a la Viagra, que se toma ad hoc, Addyi supone un carísimo tratamiento a largo plazo de 780 dólares al mes. Para que empiecen a notarse los resultados deben pasar al menos ocho semanas de tratamiento. Y los efectos son muy escasos: en los estudios previos apenas se registró un 10% de mujeres que admitían un aumento del deseo, que redundaba en un encuentro sexual más al mes en el mejor de los casos. Además, puede tener efectos secundarios serios dado que es un fármaco que actúa en el cerebro.
En este contexto, es bastante probable que los especialistas se estén dando margen para ver cómo funciona antes de atreverse con sus pacientes. “No es la panacea, por lo que es normal que los especialistas queramos ver qué recorrido tiene el fármaco. Y puede que la mujer no esté muy convencida de que esto le puede ayudar porque ha calado la idea de que su deseo sexual es más complejo”, sugiere Larrazábal. A todo esto se suma que la FDA prohibió a Sprout publicitar en televisión su producto durante los primeros 18 meses.
‘Lobby rosa’ y ‘hedge funds’
La presidenta de Sprout, Cindy Whitehead, se defendía estos díaspor el mal dato rechazando comparaciones con Viagra: “El barómetro del éxito de este fármaco no se mide enfrentándolo a un fármaco a demanda para los hombres”. No obstante, es una comparación que la propia firma puso encima de la mesa para conseguir la aprobación de la FDA para Addyi. Después de que la Administración la rechazara en 2012 y 2013, lanzó un grupo de presión llamado Iguala el Marcador (Even the score, en inglés) en la que se reclamaba que si los hombres tenían su píldora para la impotencia, las mujeres merecían tener la suya para el deseo sexual. En un burdo ejercicio de mercadotecnia sexista, Viagra es la pastilla azul y Addyi es la pastilla rosa.
Esta campaña de presiones políticas forma parte del contexto en el que se mueve la industria farmacéutica y de la que Addyi sería un gran ejemplo. Tras pasar el control de la FDA, la compañía Valeant compró Sprout por 1.000 millones de dólares. Mike Pearson, presidente de Valeant, aseguró que esperaba unas ventas de cientos o miles de millones, como Viagra en sus mejores épocas. Ahora, el inicial fiasco de Addyi se suma a los innumerables problemas de Valeant, investigada por su agresiva política de precios (multiplicando de forma astronómica el precio de medicinas nada más comprar sus derechos) y por su peligrosa relación con hedge funds que han desplomado el valor en bolsa de esta farmacéutica.
Este verano, la web satírica The Onion publicó un texto en el que resolvían a su manera dudas sobre Addyi. Una de las preguntas era:
—”Soy una mujer entrada en los 50 años con una relación amorosa, pero no tengo ganas de tener relaciones sexuales. A veces siento como si mi marido no me comunicara lo que realmente siente acerca de mí o de mi cuerpo, y me cuesta mucho hablar de esto con él. ¿Esta píldora podrá solucionar eso?”
—”Sí”, respondía cómicamente The Onion.
Es una prueba de que, a pesar de todo, la notoriedad de Addyi ha tenido una ventaja indudable: que se hable sobre la sexualidad femenina. Ahora los especialistas reclaman que también entre en la agenda científica. En un reciente artículo en una revista de referencia, Archives of Sexual Behavior, la ginecóloga de la Universidad de British Columbia Lori Brotto destacaba que apenas había un estudio sobre terapia combinada (tratamiento psicológico junto al uso de fármacos) para tratar la falta de deseo en mujeres, frente a los innumerables sobre el sexo de los hombres. “Estoy encantada de que se hable de la sexualidad femenina. Y, más allá de Addyi, lo importante es que de una vez comience a investigarse sobre la mujer”, concluye Larrazábal.
El País.es