El deterioro salarial suma 40 años en México

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¿Por qué lo que gano me alcanza cada vez menos? Sandra Fernández, joven profesionista de 30 años, ni siquiera se atreve a pensar en adquirir un crédito hipotecario para una vivienda.

 

“Con mi ingreso actual, me alcanza justo para pagar la renta, para comer y transportarme; es difícil poder ahorrar, pensar en un crédito y si me enfermo o se descompone el auto, se mueve todo mi esquema”, afirma.

De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en México, cerca de la mitad de la población considera difícil vivir con su salario.

La situación laboral de Sandra es precaria, trabaja por honorarios, sin contrato, sin prestaciones, sin seguridad social ni sistema de salud.

Algo inquietante, es saber que sus padres pudieron adquirir su primera vivienda a la misma edad. Reflexiona que cuando ella era niña, su padre, de 28 años, era el único proveedor de los ingresos familiares y a los 32 años pudo adquirir un departamento.

Cifras de la Encuesta Nacional Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH) recabada por el INEGI, muestran que en 1983 había un proveedor por hogar, mientras otro contribuía con la mitad del ingreso del hogar. En 2008, aumentó a dos el número de perceptores de ingreso por hogar.

En décadas previas, la situación económica fue mejor.

Así lo consideraron 650 de las mil personas entrevistadas por el Centro de Investigación, Documentación y Análisis (CIDAU) del periódico EL UNIVERSAL, quienes respondieron que en los años 70 los mexicanos vivían mejor que ahora. Esto fue más perceptible para 76% de las personas que eran económicamente activas durante esa década.

En los últimos decenios, el poder adquisitivo del salario se ha erosionado a casi una tercera parte del valor en 1970. Es decir, que en la actualidad un trabajador mexicano tendría que ganar, en promedio, 3 salarios mínimos para equiparar el poder de compra de un salario mínimo de hace 40 años.

Los resultados de la encuesta de EL UNIVERSAL arrojaron que 58% de la población que hoy tiene 50 años o más, pudo pagar a sus 30 años un crédito hipotecario, adquirir un automóvil, pagar colegiaturas y satisfacer sus necesidades de vivienda, transporte y alimentación, con su ingreso laboral, entre la década de los 70 y 80.

Norma Arciniega comenzó su vida laboral a los 21 años. Tras evaluaciones y varias vueltas, entró a trabajar a la paraestatal Telmex en 1974.

“Me considero afortunada porque no tengo una carrera universitaria y obtener el empleo en Telmex me costó mucho, porque no entrabas por recomendación”. Recuerda que los salarios, y las prestaciones eran buenas.

Norma percibe que en la actualidad la situación es más complicada para los jóvenes. “Mi hija, por ejemplo, tiene una licenciatura, y con muchas dificultades halló trabajo; hoy, en la mayoría de los empleos la gente entra por recomendación y hay mucha corrupción, como compra-venta de plazas”, dijo.

La pensión que Norma recibe de Telmex le hace percibir que su nivel de vida es igual de bueno que cuando tenía 30 años, en los 70.

Pero, no ocurre lo mismo con la población que ha vivido su mayor etapa productiva en la década de los 80, 90 y en las primeras dos décadas del siglo XXI, pues las crisis recurrentes, a partir de los años 80, dificultaron a la población de décadas posteriores vivir holgadamente de su salario.

Hoy, jóvenes de 30 años y más encuentran más difícil adquirir un bien inmueble con su ingreso presente, a pesar de vivir en una época que ofrece créditos a tasa fija.

Sandra Fernández profundiza su reflexión sobre la mayor capacidad de compra de sus padres, pues además de pagar una hipoteca pagaron su educación en colegios privados. En 70% disminuyó el poder adquisitivo del salario de los años 70 a la fecha, según cálculos de analistas y académicos.

Alma Rosa ha transitado por las múltiples crisis que se han vivido en el país y ha experimentado lo que es trabajar para los sectores público y privado. En los 80 entró al gobierno. Ella y su esposo, jóvenes profesionistas, adquirieron el crédito para su primera vivienda a los 22 años.

Recuerda el flagelo de la crisis de 1982 que azotó al país y narra la preocupación por las fluctuantes tasas de interés e inflación que disparaban los pagos mensuales de hipoteca entre un mes y otro.

A pesar de los fuertes aumentos en la inflación que ocurrían tradicionalmente cada cambio de sexenio, pagaron su crédito, cuando ella cumplió 30 años, y se lanzaron a dar el enganche de una vivienda más céntrica.

“En los 90, me ofrecieron una buena posición en el sector privado, así que dejé el público”, comenta. Más tarde su preocupación retornó pues la hipoteca se triplicó con la crisis de 1995.

Alma fue doblemente víctima en los 90, pues el sector productivo para el que trabajaba fue afectado con la apertura comercial tras la firma del Tratado de Libre Comercio (TLCAN).

Entrado el siglo XXI, Alma retornó al sector público, aunque las condiciones fueron totalmente distintas al sector público que conoció en los 80.

“Entré a trabajar por honorarios, con un salario inferior y sin prestaciones” recuerda la profesionista.

La Gran Recesión de 2008 atestó otro golpe. “En la actualidad estoy desempleada y no sé por cuánto tiempo las cosas seguirán así”, agregó Alma.

El salario mínimo real a precios de 1970, pasó en las últimas cuatro décadas de un pico de 30 pesos en 1972, descontando los cambios en precios o inflación, a 9 pesos en 1999, y ha permanecido prácticamente en el mismo nivel, según datos de la Comisión de Salarios Mínimos y Banxico.

Julio Boltvinik, investigador del Colegio de México, comentó que hoy a la pérdida de la capacidad de compra de los salarios acumulada por décadas se suma la precarización del empleo, la falta de seguridad social, la pérdida de prestaciones laborales, un mayor outsourcing, informalidad y subempleo.

“Faltan políticas públicas orientadas a elevar los salarios reales y a frenar la precarización del empleo, así como la evasión de los derechos de los trabajadores por los patrones”, señaló.

Clase media, en desaparición

La clase media ha entrado en un proceso de pauperización; los ganadores no han sido los más pobres, sino que se ha concentrado la riqueza en los ricos, dijo José Luis de la Cruz, director del Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) del Instituto Tecnológico de Monterrey.

Datos de la ENIGH, muestran que entre 1983 y 2008, el 30% de la población más pobre del país (deciles I al III) mejoró en términos de acumulación del ingreso, al avanzar 0.7 puntos porcentuales en su participación dentro del ingreso nacional y pasar de 7.8% a 8.5%. “La leve mejoría en esos deciles es por remesas y transferencias”.

En contraste, el 10% de la población más rica —el decíl más alto o X— ganó 2.6 puntos en el mismo lapso, al tener 36.3% del ingreso total nacional, contra 33.6% de 1983.

Pero, el ingreso acumulado por los deciles intermedios (IV al IX) cayó. Para 60% de la población, el ingreso retrocedió 3.3% en el periodo.

El Universal