Se esperaba un acto político intenso en el que se discutieran a ultranza los temas que preocupan a la población oaxaqueña, pero debido a un formato estrecho, nada que ver con el de un debate, impidió que el anunciado primer debate entre los 7 candidatos a gobernador del Estado fuera eso… un debate. Mas bien, se trato de un acto de presentación de “los 7 magníficos” luciendo sus mejores galas y todo lo demás… hasta traían corbata algunos de ellos. Como moderadora hizo falta Máxime Woodside.
Cada uno de ellos habló sobre sus mejores deseos, planes y promesas en caso de ganar la elección, aunque como decía José Stalin, las urnas son en donde se ganan las votaciones. “Poco importan las elecciones, lo verdaderamente importante es quienes cuentan los votos”. ¿Será?
Frases hechas, clichés repetidos a lo largo de campañas que no levantan y que ya aburren, algunas afirmaciones o frases desafortunadas; una acusación clara y grave contra el gobernador de ser un criminal; que si unos ya tuvieron oportunidad y no la hicieron; o la de mostrar evidencias de títulos de propiedad y cuentas de banco en el extranjero… en fin.
Esos temas no estaban contemplados en el formato y por lo general no son admitidos en un debate formal por tratarse de cuestiones personales que corresponden a estadios judiciales.
En suma, poco nos dejo ver el formato del debate que no fue debate de “los 7 magníficos” ahora convertidos solamente en “los 7”.
Hubiera sido conveniente que se hubieran centrado en discusiones sobre temas específicos y no sobre la calidad de las personas. Un debate es diálogo entre los contendientes sobre uno o varios temas a debatir. Nada que ver con la improvisación, por el contrario, los participantes deben saber y conocer a fondo el tema haciendo uso de documentación, tarjeteo, y el resto de materiales que le den solidez al debate.
Debemos ser claros y precisos, sobre todo los responsables de diseñar y organizar los debates, a fin de no confundir el mensaje del acto hacia la población. No se trata de evidenciar quien es el más malo, o el más deshonesto, o el más ladrón, o el más bueno. Se trata de hacer actos políticos en los que prive el respeto entre los participantes y cuando existen acusaciones respaldadas con pruebas, hacerlas en el nivel que corresponde; se trata de discutir sobre temas específicos que afectan o no al Estado y demostrar el conocimiento y experiencia que se tiene sobre ellos.
En consecuencia, los debates tienen que ceñirse a la discusión de los temas que se han previamente acordado; el salirse del acuerdo es arriesgarse a salirse del debate. Lo ocurrido el pasado viernes nos pareció que cada uno agarró su camino y siguió su propio formato.
De esta forma, el primer debate que no fue debate debe ser útil para dos cosas: fijar claramente los temas a discutir y advertir que un debate no es discurso de templete en campaña política; se trata de una discusión sobre temas previamente aprobados. Uno que debe ser muy importante a discutir es el de la violencia contra las mujeres e inseguridad en Oaxaca.
Finalmente, debo decir que este primer episodio no completó las expectativas que se esperaban. El mensaje trasmitido se redujo a un discurso personal y si esto continua así, será difícil aceptar o prescindir de la idea de que nuestro futuro inmediato en Oaxaca dependa de unos pocos o de uno solo, o de los sueños, o los caprichos de unos cuantos… de esos que a través de la corrupción, del ejercicio de la violencia, de las arbitrariedades, de la compra de votos y de las imposiciones en los cargos públicos cambian el curso de las cosas y el destino de las mayorías.
Confiamos que para el segundo debate los participantes estén plenamente conscientes de lo que debe ser un combate político de altura, dotado de ideas y capacidades plenamente demostradas en la discusión.
Y, finalmente la respuesta a la pregunta que todos se hacen sobre ¿quién ganó el debate que no fue debate? Con este formato no gana nadie, solo pierde Oaxaca.
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