Los tiempos de las democracias emergentes del Cono Sur, de la CELAC, de UNASUR y del resto de los movimientos sociales que cobraron fuerza bajo los liderazgos de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Vana Rousseff en Brasil; en Argentina con el peronismo encabezado por Cristina Elisabet Fernández de Kirchner; en Venezuela con Hugo Rafael Chávez Frías y Nicolás Maduro Moros; en Ecuador con Rafael Vicente Correa Delgado; en Bolivia con Juan Evo Morales Ayma, transitan por mares agitados que amenazan traer fuertes tormentas.
En Argentina, el peronismo fue sacado del poder; Venezuela está al borde del colapso; Ecuador casi desaparece por un terremoto; Brasil enfrenta una grave crisis política que ha separado a la presidente Dilma Rousseff del cargo por 180 días y a su mentor Lula da Silva desprestigiado políticamente.
Vientos de cambio soplan desde la Patagonia hasta Norteamérica que también enfrenta, por momentos, cambios de liderazgos peligrosos por su esencia racista.
Los líderes de estos países fueron aclamados en los momentos de ascenso, hoy son arrojados a la hoguera acusados de haber cometido crímenes políticos en su beneficio o de su partido – como es el caso de Dilma Rousseff, Cristina Kirchner y Nicolás Maduro.
Cometer un crimen político suena fuerte, mas sin embargo, estos se cometen a menudo, unos se saben otros no y cuando esto sucede ya es historia. El más común de estos crímenes político es el de concusión la cual implica una acción hecha en beneficio propio.
Danton, el revolucionario francés fue acusado de ese delito y fue guillotinado; después se supo que fue injustamente inculpado por Robespierre. Danton señalaba que nada es más difícil de definir que un crimen político… y le asistió la razón; pues lo que hoy es moral, revolucionario, necesario, justo; mañana, en aras de las circunstancias políticas, bien podría ser todo lo contrario, es decir, injusto, inmoral, contrarrevolucionario y desnacionalizado.
Crímenes políticos lo son hoy, pero en 1942 fueron sucesos que empujaban al nacionalismo alemán a la conquista del mundo, a fin de imponer sobre la humanidad el invento ario, aspirante a ejercer el poder mundial. Hoy se aclama al innombrable en los estados racistas de los Estados Unidos, mañana serán arrojados al “basurero de la historia” por la maquinaria demócrata.
En consecuencia, desde nuestro punto de vista el crimen político sólo puede definirse cuando el espíritu humano ha desarrollado su plena experiencia y se ha impuesto al cúmulo de sacrificios que le imponen los gobiernos más enérgicos.
Allende, Hidalgo, Morelos, Josefa Ortiz de Domínguez, entre otros, fueron ejecutores de “crímenes políticos” contra el poder establecido por el Imperio en su colonia de Ultramar. Perseguidos y ejecutados, fueron los resultados que obtuvieron sus espíritus vigorosos y liberales. Hoy, en el presente y a la distancia, son ellos los más grandes próceres de la nación.
Aquí en México, hoy mismo se habla y se escribe de crímenes políticos cometidos no hace muchos años. Sin embargo, las equivocaciones populistas, las nacionalizaciones, las estratificaciones, la lucha antiimperialista, el surgimiento del Tercer Mundo, ayer fueron indudables tareas vanguardistas que incluso propiciaron importantes reformas como la política, por ejemplo.
En consecuencia, es probable que en el futuro inmediato también se consideran “crímenes políticos” las acciones que hoy son auténticas medidas y acciones solidarias, modernizadoras, liberales e independientes.
En efecto, todo cambia, la geopolítica se reconforma, nacen nuevos países, se desmoronan otros, se derrumban sistemas, pero el espíritu humano permanece igual, no cambia su movimiento pendular de acuerdo a sus intereses, propios y de grupo.
Concluyo en que, por estas y muchas otras razones, el político profesional, el de tiempo completo, no debe temerle a la calumnia, mucho menos a la intriga, porque de hacerlo, dejaría de ser un hombre público.
Twitter: @luis_murat