El fenómeno electoral del candidato independiente de cuño priista y gobernador electo del estado de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, se construyó con historias de poder, donde los grupos del narcotráfico, la política y la iniciativa privada, minimizaron el oculto descontento popular.
La suma de hechos como la infiltración del crimen organizado en las policías, la tolerancia de la corrupción del gobernador priista Rodrigo Medina de la Cruz, la disputa de priistas y panistas en el Congreso del Estado y la debilidad del Tribunal Superior de Justicia para confirmar la fuerza legal del Estado, incubó sentimientos de impotencia social.
En ese escenario, Rodríguez Calderón, en ese entonces presidente municipal de Galeana, sufrió dos atentados contra su vida y la ejecución de un general de alto rango que trabajaba con él, sin embargo, en medio de la crisis, representó lo poco que le queda al regiomontano: frontal, directo, sin empacho para decir lo que no quiere.
Y lo más, que fuera un político con “huevos”.
Lo demás lo hicieron los medios de comunicación.
-o-o-o-o-o-o-o-o-
Al priísta Rodríguez Calderón lo querían matar desde que andaba en campaña. Los Zetas se la juraron. Cuatro días después de tomar posesión de su cargo, el 4 de noviembre de 2009, asesinaron a su secretario de Seguridad Pública, el general brigadier Juan Arturo Esparza García, y a sus cuatro escoltas.
Y es que García, un municipio del área metropolitana de Monterrey con 150 mil habitantes, estaba infestado de delincuentes que controlaban el narcomenudeo, el cobro de piso a negocios y el trasiego de droga de Coahuila a Nuevo León y rumbo a Estados Unidos, señalaba testimoniales periodísticos.
Rodríguez Calderón llegó y cerró más de 250 narcotienditas, la policía municipal estaba infiltrada por delincuentes y le “entró al toro” de investigar el narcomenudeo y a detener a involucrados.
“A mí me quieren matar porque yo no me hago pendejo. La anterior administración cometió un error muy grave: hacerse pendeja. Entregó la ciudad a la delincuencia”.
-o-o-o-o-o-o-o-o-
En el quinto año del gobierno del presidente Felipe Calderón Hinojosa, el país vivía la intensa disputa territorial de los cárteles del narcotráfico, la incapacidad de las fuerzas locales para contener las exigencias de seguridad y los efectos en sus economías regionales.
Un balance estimaba que en ese tiempo 23 alcaldes fueron asesinados y otros 126 vivían amenazados.
Y Jaime Rodríguez decía a sus asesores en seguridad, quienes le recomendaron guardar un perfil bajo, incluso no acudir a actos oficiales:
-¡Ni madres! Hay que chambear. Piensan que la gente no va a ir a donde yo vaya porque tiene miedo que le pase algo. Soy un hombre amenazado. Pero, mire: la gente está allí. Eso es lo que me hace llorar. El cariño es lo que nos mueve.
Y los medios de comunicación del centro del país, como Reforma y La Jornada, lo elevaban por su carácter y mote de “bronco” frente a la tibieza del gobernador priista, Rodrigo Medina de la Cruz.
-o-o-o-o-o-o-o-o-
El 29 de marzo sufrió el segundo atentado. Alrededor de 20 vehículos con 40 hombres fuertemente armados emboscaron su camioneta Cheyenne con blindaje de nivel siete. Un escolta murió y cinco resultaron heridos:
Mis escoltas son los héroes, son mis hijos. Les tuve que construir en mi casa un lugar improvisado para que vivan ahí, porque ellos viven en mi casa. Además esa camioneta me ha salvado la vida dos veces. Ya la quiero más que a mi vieja, dijo en una entrevista con La Jornada.
En el lugar del atentado fueron encontrados más de 2 mil casquillos.17
-o-o-o-o-o-o-o-o-
Al teléfono, Jaime Rodríguez Calderón, le decía a un periodista:
- Le voy a seguir entrando, no le voy a sacar al bulto. Vivo en García, Aquí viven mis hijos y aquí me voy a morir, si Dios quiere. Estoy afectando intereses y están tras de mí, ¡pero se van a topar conmigo y no me voy a rajar…!!.
- ¿Qué le dicen sus hijos? – suelta el periodista durante una transmisión en vivo ante miles de televidentes.
- Mi hija Valentina me preguntó si me balacearon y eso me dio un chingo de coraje, que mis hijos tengan que vivir esto. Se siente feo, gacho que en el camino te quedes, pero tengo una misión, tengo alguna misión.
-o-o-o-o-o-o-o-
–¿Qué sucedió a sus cinco escoltas heridos, uno de ellos muerto? –le preguntan días después.
–Agustín, El Suave, Matías Sánchez estaba protegido, pero cuando ve que éstos [los agresores] empiezan a irse, se va a la zona de protección para cubrir a los demás muchachos y yo les grité: ¡Súbanse a mi camioneta! Y me dijeron: ¡Ni madre, ingeniero, váyase! Y yo les dije: No me voy. Aquí me quedo, hasta que se suban.
–¿Qué pasó luego?
–Mis hombres siguieron tirando. Los otros pararon para recoger a los heridos, porque mis muchachos tumbaron a varios, cosa que no consigna la prensa. Los echaron a las camionetas y se retiraron. Y se subieron algunos a su camioneta y uno me dijo: Váyanse, yo los cubro. Le volví a responder lo mismo: Ni madres… por último les grité: Nos chingamos todos, o nos vamos todos. Yo aquí no los dejo. Recogimos a los muchachos heridos, los subimos a las camionetas y así nos venimos, con las llantas ponchadas, hasta que nos encontró el general. Ya venía a dar el apoyo. Llegó donde todavía estaba la pelotera y le siguió.
-o-o-o-o-o-o-o-o-
–Y su mujer, ¿qué le dice? –le preguntan a El Bronco en otra entrevista.
–Tengo en mi casa una cantina donde me chuto mis tequilas. Y la encontré llorando. Le agarré la cara y le dije: No llores, todavía no me muero. Estoy vivo. Ella me contestó: ¿Qué voy a hacer si te pasa algo? Vas a ser chingona y vas a cuidar a mis hijas y las vas hacer mujeres de bien. Si voy a morir, algún día va a pasar, mueres de chiquito, de grandote, de viejo, o de pendejo.
Francisco J. Sánchez / Monterrey, Nuevo León