Como siempre ocurre en las protestas civiles estadunidenses, la violencia, el anarquismo radical y la falta de un proyecto alternativo están llevando la lucha contra las policías abusivas a un desorden social en mayor o menor medida en dos mil ciudades. Mientras tanto, el policía responsable del asesinato de George Floyd fue liberado pagando una fianza.
Las propuestas de reformas policiales enfatizaron sólo mayor relajamiento en los arrestos, pero ante protestas de las policías porque los delincuentes andan armados por el valor de la Segunda Enmienda ya fueron desdeñadas. Fuera de los EE UU no se entiende del criterio policiaco de disparar si el policía ve en riesgo su vida, sin que necesariamente el presunto detenido saque algún arma. El imperio se construyó sobre la violencia social.
No es difícil entender la lucha social, la resistencia autoritaria y el Estado capitalista dictatorial en los EE UU. Aquí sólo convoco el primer párrafo de una gran crónica del periodista John Reed, autor del clásico Diez días que conmovieron al mundo sobre la fundación del Estado soviético: se trata de su trabajo como reportero ante movilizaciones sociales en Paterson, Nueva Jersey, escrita en la cárcel porque fue uno de los arrestados:
“Hay una guerra en Paterson, Nueva Jersey. Pero es un curioso tipo de guerra. Toda la violencia es obra de un bando: los dueños de las fábricas. Su servidumbre, la policía, golpea a multitudes respetuosas de la ley. Sus mercenarios a sueldo, los detectives armados, tirotean y matan a personas inocentes. Sus periódicos… incitan al crimen publicando incendiarios llamados a la violencia masiva contra los líderes de la huelga. Su herramienta, el juez penal Carroll, impone pesadas sentencias a los pacíficos obreros capturados por la red policiaca. Controlan de modo absoluto la policía, la prensa, los juzgados. Se les enfrentan cerca de 25 mil trabajadores de la seda, de los cuales quizás 10 mil participan activamente y su arma es el piquete de huelga”.
Las movilizaciones sociales en los EE UU ante casos como la brutalidad policiaca comienzan como cargos de conciencia, derivan en saqueos populares de tiendas, siguen con violencia de barrio y terminan con la represión institucional. Ahora mismo el centro de la atención está en el Capitol Hill de Seattle, estado de Washington, donde se ha fundado una comuna social que quiere consolidarse: Capitol Hill Autonomous Zone (CHAZ).
El pasado domingo 21 de junio el periódico New York Post publicó un reportaje de uno de sus reporteros titulado “Mis terroríficos cinco días dentro de una zona de Seattle libre de policías”, el CHAZ como una especie de comunidad social diversa donde la policía no entra y los habitantes dentro de la comuna ase pasean con armas de alto poder por la validez de la Segunda Enmienda. El movimiento contra el abuso policiaco ya logró la presencia de la legendaria Angela Davis, una militante comunista vinculada a la guerrilla armada estadunidense y al movimiento de las Panteras Negras que hizo cimbrar al capitalismo en los sesenta.
El texto del periodista Andy Ngo en el New York Post el domingo 21 tenía una portada con un titular gigantesco a toda la plana tamaño tabloide: “Anarquía en los EE UU”, con fotos de hombres armados y zonas llenas de graffiti. Los estadunidenses están dispuestos a violencia y saqueos, pero no a zonas ocupadas por razones políticas y exentas de las leyes mínimas de convivencia. Por eso impactó el reporte de Ngo; crimen, abusos sexuales, robos de negocios, pero también camaradería, amistad y fiestas.
El diario ilustró el reportaje de Ngo con fotografías de hombres afroamericanos con armas de diferente calibre. La jefa de seguridad de la zona autónoma es conocida como Criatura y ejerce el poder con impunidad, fuerza y determinación. Por eso es fácil obtener dentro rifles, pistolas, porras o cuchillos. La policía no atiende llamadas de esa zona al 911 porque es repudiada y la estación policiaca fue vaciada y hoy es parte de la zona habitacional del CHAZ. Hay líderes sociales de la comunidad afroamericana artística que vigilan por las noches y no lo hacen cumpliendo con los requisitos de legalidad que exigen a los policías. En la zona abundan los letreros que convocan a matar policías, además de otros mensajes anticapitalistas propios del anarquismo anti Estado.
El presidente Trump ha exigido a las autoridades demócratas de la zona la aplicación de la ley, pero la respuesta primero fue de indiferencia. Sin embargo, las protestas de la comunidad social pacífica han señalado que una sociedad no puede vivir en esas condiciones de separatismo, sobre todo porque los dueños de negocios dentro del CHAZ no están de acuerdo con los abusos y robos.
Las protestas son muchas, aproximadamente en dos mil ciudades, pero carecen de sentido real, no tienen una agenda seria, se nutren del odio al Estado y a las autoridades, reclaman un racismo que existe en algunas zonas y clases y han provocado, como respuesta, el fortalecimiento de los grupos racistas armados e igual de violentos.
Las protestas se conforman con la violencia contra el establishment. Pero carecen de dirigentes formales o estructuras partidistas de oposición, Los demócratas alentaron las protestas para endosárselas a Trump, pero ya los contaminaron porque estuvieron avalando la anarquía violenta, criminal y delictiva. Los obreros quisieron apoyar el movimiento contra el abuso policial, pero ese segmento de la protesta fue rebasado por la anarquía violenta.
Sí, en efecto, como escribiera Reed en sus crónicas de 1913, pareciera una guerra civil. Pero no será revolución ni anarquía, sino, como muchas otras, explosión social con represión de Estado. El capitalismo no será vencido en las calles estadunidenses con el caos social.