5,840 días pesan mucho, tanto como aquella famosa canción de los sesentas, 16 Toneladas y que, hasta el presente y con suerte, se escucha con agrado. Muchos días, meses y años de todo un equipo haciendo lo que saben hacer, comunicar lo que ocurre en México y en el mundo. Hacerlo durante tantos años, día a día, no es cosa fácil, sobre todo, cuando se trabaja en un entorno comprometido que, en ocasiones, impide la práctica objetiva de un oficio riesgoso, peligroso, oscuro y que muchas veces hasta la vida cuesta.
Trabajar dentro de un sistema político que tiene a sus órdenes y servicio las redes de comunicación de masas y posee, en consecuencia, el poder de comunicar, tanto en el abanico de cobertura cautiva o bajo control como en el que no lo tienen debido a la relación empresas-gobiernos, federal o estatales se asemeja a una práctica de surf en mares agitados.
De ahí, que el captar la atención de una audiencia amplia en determinado horario y por espacio de dieciséis años, ha sido y es una labor que se logra con intenso empeño de quienes dan la cara a cuadro en el caso de la televisión, y de todo ese equipo que nunca se ve frente las cámaras, pero que desarrolla el trabajo de columna vertebral, a fin lograr resultados calculados del producto que se está vendiendo; comunicar, informar, proporcionar la noticia que interesa, que preocupa, que interesa, que entristece o nos da tranquilidad y pocas veces momentos agradables.
No importa que esta, la noticia, surja en lo más recóndito del planeta porque el periodista estará ahí, narrándonos lo que sucede con el estilo propio que ya es familiar y que lo hace referente noche a noche para estar informados lo más posible. Dependerá de nosotros profundizar en la noticia consultando otros medios de comunicación para lograr tener información más completa, profunda y en ocasiones, tan imparcial como sea posible.
Así, hemos sido testigos de reportajes estrujantes, interesantes, reveladores; entrevistas a personajes que nos muestran gestos, ademanes, ideas, limitaciones, talentos, o ausencia de ellos, de artistas, intelectuales, escritores, políticos, presidentes, de guías espirituales y religiosos como los Papas que ese equipo de dieciséis años nos ha transmitido con reportajes espléndidos en las frías madrugadas desde la Ciudad del Vaticano.
Sí, creo que por dieciséis años ha habido de todo en ese trabajo, se podrá estar o no de acuerdo con la labor del reportero, pero la consulta ha sido vinculatoria mayormente; incluso, el buen humor de dos de sus secciones que conforman el programa nos ha permitido relajarnos cuando una risa nos brota espontánea al observar las ocurrencias y el talento plasmado en “las Mangas del Chaleco” o “La Terapia Intensiva”.
Hay que agregar el estilo usado en el trabajo que noche a noche nos proyecta, me refiero al cuidado respetuoso del lenguaje que no cayó en la tentación de moda en el sentido de usar palabras rudas. Ese perfil abrió las puertas de los hogares para ser, por espacio de dieciséis años, un programa referente, familiar y que, hasta este momento, no ha tenido rivales de “rating” de audiencia debido, tal vez, a esa escuela de periodismo a la que pertenece el último “monstruo” mediático.
Una época se extinguirá a partir del tercer viernes de agosto al llegar a su fin un programa que ha marcado un hito en la comunicación semi-oficialista y que, poco a poco, al correr de los tiempos, fue ganando enorme influencia por las conexiones con fuentes oficiales y por ende una interdependencia que lo ha hecho valioso, importante como influyente.
Incluso, las opiniones vertidas por el conductor o las denuncias respecto a tal o cual asunto político, económico o social, son atendidas con prontitud por los responsables de hacerlo y eso satisface a la opinión pública que no tiene voz para que sea escuchada por los soberbios funcionarios gubernamentales.
Por todo ello, cuando baje la cortina el tercer viernes de agosto, le de el último giro a su sillón en El Noticiero, y se prepare para sus nuevos proyectos, Joaquín López Dóriga Velandia, al retirarse a casa y a la hora de ir a dormir, seguramente pensará: ¡Misión cumplida!
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