Ayer 20 de marzo, fue el Día Mundial de la Felicidad. Es un día proclamado por las Naciones Unidas para ser feliz.
Aristóteles y muchos otros pensadores han hablado de la felicidad. Hay muchos modos de ver la felicidad, como sucede con el amor.
Felicidad es un estado de disfrute, de armonía y paz interior que brota para amarse y para amar. Es imposible ser feliz si no amas y te amas. Es común confundir el amor con el deseo. Por eso el egoísta, el infiel y el inmaduro dicen fácilmente “te amo”, pero confunden felicidad con el placer.
Sabemos que no hay felicidad sin amor, y muchas veces, al amor se le coloca sobre el egoísmo. Por esta razón el amor está perdiendo la batalla. Y si no hay amor ¿cómo se puede ser feliz?
El Instituto para la Economía y la Paz, que cada año publica su análisis “índice de paz global”, ubica a México entre las naciones con menos tranquilidad en el mundo, y lo coloca en el lugar 130 de una lista de 157 naciones.
De manera contrastante, el organismo News Economics Fundation, posicionó a México en el número 22 de entre los países más felices del mundo. El estudio evalúa las condiciones de vida de 151 naciones.
Ambos indicadores son como una fotografía en ambientes contradictorios que vive el país. En un mismo día pueden aparecer cadáveres por los carteles de la droga, y al mismo tiempo festejar en las calles el campeonato de fútbol.
Dice el dicho popular: “cada quien habla de cómo le va en la feria”. Esta frase está llena de sabiduría. Pero ¿es México un país feliz? Si se le pregunta a la madre que jamás volvió a ver a su hijo secuestrado, diría que no, que es como vivir en el mismo infierno.
Las ciudades son un buen indicador de estas disparidades. De este lado vemos cientos de cables que rodean a mugrientas fachadas. De este otro lado, calles desiertas apropiadas por el crimen organizado. Un poco más allá, ciudades llenas de modernidad: limpias, con fuentes de agua, con parques, museos y restaurantes.
Sin embargo, los datos duros no mienten: somos un país violento y feliz. Algunos prefieren ignorarlo, pero el crimen organizado está ahí, con la espada lista en espera de su próxima decapitación. Pero también ahí está la esperanza, y curiosamente, también allí está el clásico e impreciso “sí se puede”. Ese grito irreal, aparente.
La felicidad también sirve para dominar a la colectividad. El líder de la Cuarta Transformación, a menudo se muestra como un místico que puede hablar con la naturaleza, y ésta le responde a través de los pajaritos y uno que otro animal feroz de la zona Maya. Tatiana Clouthier, habla de las frescas mañanas y la alegría de este país; mientras Beatriz Gutiérrez, esposa del Presidente de México, dice que el sol gira alrededor de la tierra; no es así, pero se vale gracias al regocijo en que vivimos.
Otros políticos de la misma organización lanzan cursilerías en las redes sociales a los halos de luz y a la buena vibra que hay en el aire, y atribuyen fenómenos naturales al redentor. Todo es felicidad, y más todavía, con la Constitución Moral. Por todo esto, aseguran que el cambio ya está sucediendo en México. Aseguran que la felicidad es tangible, que es percibida por todos los mexicanos; y si no la ves, si no la sientes, es que “no eres de los nuestros”, dicen los fanáticos del nuevo gobierno. Algunos otros preguntan pudorosamente a los que no ven nada dentro de los nuevos aires: ¿acaso no quieres cambiar para ser feliz?
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