El gran desafío que tenía al arrancar su gobierno la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo estaba en la gestión de la mañanera como el instrumento de gobierno, de gobernación, de gobernabilidad y de iniciativa política federal, como lo hacía López Obrador, pero en las tres primeras semanas de gobierno Palacio Nacional carece del control para el establecimiento de la agenda política.
Un primer detalle debe atenderse: las mañaneras fueron –como lo reconoció el vocero Jesús Ramírez Cuevas en el prólogo del libro de José Sobrevilla sobre Los que preguntan— un instrumento ajustado de manera estricta al estilo personal del presidente López Obrador y a lo largo de su Jefatura capitalina y de su sexenio presidencial ese modelo solo funcionó con el estilo del tabasqueño para establecer un diálogo desde su forma de ejercicio personal del poder.
El segundo detalle de las mañaneras fue la construcción de un bloque periodístico que no respondía –cuando menos al principio– al perfil de los diarios impresos y medios electrónicos que habían tenido el control de la agenda desde la ruptura del Estado con los medios en julio de 1976 cuando el presidente Echeverría facilitó el golpe contra Excelsior, logró la salida de Julio Scherer García de la dirección y no tuvo el control en el nacimiento de medios que a partir de entonces nunca más consintieron o solicitaron el beneplácito gubernamental. Cuando menos en los primeros tres años del lopezobradorismo, blogueros funcionales a los intereses presidenciales operaron como patiños, con pocos espacios para periodistas realmente profesionales de medios que venían de una tradición periodística.
Estas dos características le permitieron al presidente López Obrador tener el control de la iniciativa de las mañaneras, en tanto que la presidenta Sheinbaum todavía no muestra su experiencia para controlar el modelo de asambleísmo de las conferencias de prensa diarias, los medios profesionales están tardando en acomodarse a los estilos presidenciales nuevos y los temas los están determinando los periodistas profesionales sin permitirle a la presidenta el manejo de los tonos, inflexiones y enfoques, además de que los que preguntaban en el sexenio pasado temían reacciones de dureza del presidente y ahora todavía no definen los márgenes de respeto subordinado a la nueva mandataria.
El presidente López Obrador usaba las mañaneras para ejercer el gobierno y el poder, en tanto que la presidenta Sheinbaum acude a sus mañaneras para responder a las agendas y enfoques de los periodistas profesionales que preguntan y no se nota todavía la diferenciación jerárquica, probablemente porque la presidenta se está cuidando de definir una línea de autoridad enérgica desde el podio presidencial.
La presidenta Sheinbaum no ha podido controlar la agenda, por ejemplo, de las informaciones muy sueltas alrededor de la reforma judicial, sobre todo ha tenido dificultades para darle dirección política al asunto de la orden de una jueza para “bajar” del Diario Oficial la reforma en función de un amparo existente, inclusive, a pesar de la existencia de ciertos criterios jerárquicos que le dan la razón a Palacio Nacional, pero la respuesta oficial dejó ver una imagen autoritaria de un no contundente que no debió de haber sido de la presidenta sino de algún subordinado, y ahora están en los tiempos de lo que quiso decir la presidenta de la República.
Lo mismo ocurre, en el manejo informativo, con el caso del gobernador sinaloense Rubén Rocha Moya, del secuestro del capo Ismael El Mayo Zambada para entregarlo de manera clandestina autoridades estadunidenses, del asesinato del exrector Héctor Cuén en el tiempo judicial del secuestro del Mayo y la violencia criminal en las calles de Sinaloa que estalló justo en el espacio político y comunicacional de la presentación de la estrategia de seguridad del Gobierno entrante.
El problema no es de capacidad sino de gestión astuta de la agenda desde el espacio político-comunicacional de las mañaneras, toda vez que cuando menos en las primeras tres semanas del nuevo gobierno ha escaseado una delegación de gestiones de asuntos públicos a las diferentes áreas del gabinete y todo se sigue centralizando en las opiniones matutinas de la presidenta. Nadie puede rechazar la idea de que todo político es un actor en tanto que con presencia, gestos y discursos pretende conducir la orden del día de sus asuntos cotidianos, y en este contexto, la presidenta Sheinbaum sigue teniendo una imagen pétrea que no ha podido utilizar gestos, inflexiones, ironías y manipulaciones informativas para convertir sus opiniones en expresiones de poder.
Lunes y martes la comunidad de jueces y magistrados le redujo el control de la agenda judicial a la presidenta con la contramañanera, y aquí no importan razones sino efectos en los espacios de ejercicio amplio o limitado del poder.
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Política para dummies: la política es un teatro de espectáculo.
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