Después “D”…la impunidad y la rabia de un pueblo abandonado || Gabriel Acevedo

Print Friendly, PDF & Email

La “D” de desastre. De descontrol. De descomposición. De un Estado en ruinas. Eso es lo que queda después del asesinato de la presidenta municipal de San Mateo Piñas: una comunidad sin gobierno, sin justicia, sin rumbo. Lilia Gema García Soto fue ejecutada a sangre fría en su propio Palacio Municipal, y a más de un mes, no hay ni un solo detenido. ¿El resultado? Todo el Cabildo renuncia y el Congreso desaparece el Ayuntamiento como si eso fuera suficiente. Oaxaca confirma una vez más que aquí matar a una autoridad no tiene consecuencias… ni políticas, ni legales. Solo queda el vacío.

Pero San Mateo Piñas no es el único cadáver institucional. Santiago Amoltepec vivió su propia noche de terror cuando una fiesta patronal terminó a balazos. Ni las danzas, ni los santos detienen la plaga de sangre que consume al estado. Hombres armados, ráfagas en el auditorio, heridos, miedo. ¿Y la policía? ¿Y el Estado? Bien, gracias. Mientras el crimen baila con impunidad, el gobierno se esconde tras comunicados tibios y promesas recicladas.

La capital oaxaqueña tampoco se salva del escándalo. Esta semana el secretario de Gobierno municipal, Noé Jara, mostró los colmillos en plena sesión de Cabildo, defendiendo un reglamento de participación vecinal que huele más a mordaza que a democracia. Cuando el poder no tolera la crítica, lo que sigue es el garrote. Prepotencia, censura y represión: la fórmula perfecta para apagar las pocas voces que aún se atreven a cuestionar.

Y mientras arde el estado, Claudia Sheinbaum vino a Oaxaca a exhibir lo que todos sabíamos pero nadie en Palacio de Gobierno quería admitir: el hospital de Tuxtepec, ese que Jara y el IMSS-Bienestar presumían listo, es una vil escenografía. Nada funciona. Ni médicos, ni quirófanos, ni ética. Fue un papelón nacional, con la presidenta cancelando una “inauguración” que resultó ser otro teatro más del gobierno morenista.

Por si fuera poco, los transportistas también estallan. Protestan por una “modernización” improvisada, impuesta desde un escritorio que no conoce ni las rutas ni las realidades del pasaje. El caos vial es diario, pero el gobernador presume progreso y cifras maquilladas como si viviéramos en Suiza. La gente vive en pobreza, con miedo, sin trabajo, pero Salomón Jara dice que todo va bien. Que Oaxaca crece. ¿En qué mundo vive?

Después “D”… viene la “E” de engaño, la “F” de frustración y la “M” de miedo.

Este es el Oaxaca real. Uno donde reina la impunidad y gobiernan la mentira y el autoritarismo.

Y mientras el pueblo sobrevive, los de arriba siguen brindando… pero no por nosotros.