La semana pasada escribía que era necesario cerrar la etapa electoral y unir fuerzas en torno a un proyecto común: el desarrollo de México. Para lo cual es necesario aprobar una serie de reformas en áreas fundamentales, en la entrega anterior resumí de forma muy apretada los cambios que urgen en el mercado laboral, el sector agropecuario, comercio exterior y sistema impositivo. En esta nueva oportunidad la informaré de los cambios que se requieren en materia de proceso presupuestario y eficacia del sector público; política de regulación; competencia; educación; innovación, ciencia, tecnología y medición del bienestar.
Empezaré con el tema de proceso presupuestario y eficacia del sector público. En este ámbito enfrentamos al menos dos problemas, el primero es que no tenemos un enfoque de largo plazo en materia de presupuesto público, la mayor parte de la planeación sigue realizándose de forma anualizada. De acuerdo con la OCDE, México ocupa la posición 24 de 30 naciones en relación al uso de una perspectiva de mediano plazo en el proceso presupuestario del gobierno central.
El segundo problema tiene que ver con la eficacia del sector público, se requieren mejoras en la administración de los recursos humanos; tanto para mejorar la elaboración de las políticas como para garantizar una prestación de servicios más eficaz y competitiva. Los cambios tienen que realizarse tanto en el nivel federal como estatal y local. En los municipios resulta grave la incapacidad técnica prevaleciente, sobre todo en aquellos con menor densidad de población, en estos no se cuenta con las habilidades necesarias para utilizar con responsabilidad y eficacia el presupuesto asignado y en muchos casos no existe profesionalización burocrática.
En función de lo anterior, México requiere desarrollar un enfoque multianual para el presupuesto, centrado en el desempeño, la efectividad del gasto y sus resultados. Se evitaría con ello la improvisación y se tendría un manejo más responsable del dinero público. La segunda reforma consiste en promover la eficacia del gobierno mediante la profesionalización de los servidores públicos, el fomento de la calidad del gasto, extensión de la transparencia y las iniciativas de gobierno abierto.
Paso ahora a los cambios necesarios en materia de regulación. Actualmente la regulación de las actividades empresariales es compleja, lo que impone restricciones al espíritu emprendedor y obstaculiza el cambio estructural. Muchos jóvenes están conscientes de está situación y prefieren formar parte de las filas de la burocracia antes que del sector privado, ya que saben de las miles de barreras que tienen que superarse en el ámbito de la empresa privada. Peor aún, la regulación excesiva ha provocado que muchos formen parte de la informalidad, situación tristemente normal en todas las ciudades del país.
La recomendación en este renglón es simple, debe continuarse el proceso de mejora regulatoria que actualmente se encuentra en marcha en los diferentes niveles de gobierno, deben reducirse a un mínimo, en un plazo de diez años, los trámites que las empresas tienen que soportar. Entre menos trámites enfrenten los emprendedores, mayor será la tasa de creación de empresas y con ello la generación de empleos.
Durante muchos años la economía mexicana se ha visto debilitada por prácticas y regulaciones anticompetitivas, de acuerdo con la OCDE, el 30% del gasto de las familias se lleva a cabo en mercados con serios problemas de competencia. Como consecuencia de lo anterior, gastan 40% más de lo que lo harían si fueron mercados competitivos. A quienes más afecta la poca competencia sectorial existente es a los más pobres, que destinan cerca de 42% de su presupuesto a mercados altamente concentrados.
Los mercados concentrados y los monopolios fijan precios excesivos de productos y servicios y reducen el consumo y la capacidad de ahorro de las familias. La escasa competencia deteriora la eficiencia de la economía y reduce las posibilidades de crecimiento económico. No solo eso, en muchos casos la falta de competencia significa poca calidad y escasos incentivos a la innovación de productos y procesos.
Las reformas en esta área implican que se garantice la competencia en todos los sectores de actividad económica. Que se consolide el marco legal existente y se cree un sistema de revisión judicial efectivo de las decisiones de la Comisión Federal de Competencia, así como asegurarle los recursos adecuados para la puesta en marcha de sus funciones. Crear competencia implica también reducir las cargas administrativas y simplificar los procedimientos aplicables a las empresas, así como continuar la revisión y corrección de leyes que la restringen.
En materia educativa sabemos que estamos francamente reprobados, que estamos lejos de las mejores prácticas internacionales y que existen estados con un rezago mayúsculo que difícilmente puede corregirse en un plazo corto. México es el país de la OCDE que cuenta con el mayor porcentaje de estudiantes con el nivel más bajo de lectura, con el 40.1% en comparación con la media de la OCDE que es de 18.8% -problema que también parece tener el presidente electo y que puede explicar el bajo nivel de lectores de esta columna [sic].
Debido a su extensión y complejidad, me concentro en cambios fundamentales para este ramo en el nivel básico: 1) Mejorar los programas de formación y capacitación del profesorado; así como el proceso de asignación de personal docente a las escuelas. Estos cambios deben estar acompañados de un sistema de evaluación bien planeado y ejecutado; 2) perfeccionar el sistema de evaluación, centrarlo en los resultados del aprendizaje y aprovechar las estadísticas de rendimiento académico para configurar evaluaciones conjuntas en las escuelas; 3) crear un sistema coherente de formación técnica y profesional que haga énfasis en la calidad del docente y mejore la certificación de los conocimientos; y 4) destinar mayores recursos, pero también una mejor fiscalización del uso de los mismos.
Precisamente, debido a los pobres resultados de la educación básica, no podemos tener buenos resultados en materia científica, tecnológica y de innovación. Si la mayor parte de los que egresan de la secundaria tiene problemas para leer, escribir y resolver problemas complejos, difícilmente podremos tener un país con buenos científicos y técnicos. A lo que se suma el hecho de que México ha realizado inversiones insuficientes en ciencia e innovación. El gasto en investigación y desarrollo como porcentaje del PIB es inferior el 0.5% del PIB, en contraste con un promedio superior al 2.3% en el conjunto de la OCDE y cercano a 1.7% en China.
México requiere reformas fundamentales para aprovechar a plenitud sus recursos e impulsar un desarrollo basado en el conocimiento y la innovación. Las reformas deben estar encaminadas a aumentar la base científica y tecnológica. La tarea consiste en apoyar la inversión en investigación e innovación, por medio de una mayor eficiencia del gasto y fomentando la colaboración público-privada. Las reformas deben encaminarse para convertir al país en un fuerte competidor innovador, dejando atrás nuestra tradicional competencia sobre la base de abundancia de mano de obra poco calificada y salarios reducidos.
Finalmente, para que el desarrollo se alcance es necesario tener indicadores pertinentes de su evolución. Tradicionalmente se ha utilizado el PIB per cápita como un indicador de bienestar, en lo que sigue, el enfoque debe ampliarse para abarcar medidas más completas, como son las encuestas directas a la ciudadanía y la creación de un índice calidad de vida que incluya mediciones de salud, educación, ingreso, empleo, medio ambiente, justicia, distribución del ingreso, satisfacción con la vida y libertades políticas. Dicho índice debe ser publicado por un organismo gubernamental como el INEGI y colocarse de forma permanente a disposición de los investigadores para analizar su evolución y sugerir estrategias de mejora en aquellas regiones que así lo requieran.
Como lo mencioné al principio, las elecciones ya terminaron, es momento de poner a un lado nuestras diferencias, de respetar el voto ciudadano, independientemente de cómo se haya dado, millones de mexicanos eligieron a un personaje que quizás no nos agrade, pero al que tenemos que respetar como presidente electo y al que tenemos que exigirle lleve a cabo las reformas necesarias para tener un mejor país. Pasemos de las manifestaciones por un supuesto fraude al trabajo con excelencia y calidad. A la manifestación en un futuro si las promesas no se cumplen. Cerremos la página de las elecciones, retomemos con energía nuestras actividades y construyamos juntos un México pacífico, democrático y competitivo.
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* Profesor en economía de la UACJ, Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI)