En este deterioro de la calidad de la democracia a la mexicana que bien podemos definir como “de reversa, de reversa”; la escalada de la cruenta lucha por el poder ha ido aumentando; en el caso de Ricardo Anaya al involucramiento como actor electoral de la PGR, reiterada y pretendidamente negado sin convencer a nadie, por el Secretario de Gobernación y el “encargado del despacho” -de la PGR-, siguió el señalamiento de plagio en su “didáctico” discurso del Auditorio Nacional; viene ahora una definición en la que los estrategas de los “Pinos” no pueden equivocarse, como ocurrió con la difusión del video, desde cualquier punto de vista jurídico ilegal, en el que, el “interfecto” después de negarse a declarar, dedica un “hijo de puta” a su interlocutor –lo cual a menos de que tenga información privilegiada no pasa de ser una definición muy común en nuestro lenguaje social y que en todo caso cada quien sabrá si lo asume o no-. Tendrán que decidir si consignan el caso por lavado de dinero, incluyendo, además de a Barreiro a Ricardo Anaya, lo que lo convertiría en indiciado; lo interesante es, que de acuerdo al nuevo sistema penal acusatorio ello no le quitaría en automático la candidatura y por los plazos que la ley contempla el juez correspondiente tendría que decidir en corto tiempo; de allí la relevancia de la decisión, si Anaya llegará a librarla, su ropaje de víctima en que se ha envuelto, adquiriría legitimidad.
Por supuesto, todo lo que está ocurriendo y lo que posiblemente veremos es parte de una estrategia de destrucción del adversario para mantener el control del Estado y sus privilegios; la historia buena cuenta da de ello –incluyendo el crimen de Estado o por supuestas razones de Estado- en el mundo y México no es la excepción; la traición de Victoriano Huerta, el asesinato de Carranza, el de Álvaro Obregón en “La Bombilla”, las Lomas Taurinas de Luis Donaldo Colosio o la Fragua de Ruiz Massieu, además de muchos más casos menores, en los que podemos incluir los asesinatos de presidentes municipales y candidatos, en el curso del proceso electoral actual.
Para quienes gustan de leer a los clásicos, seguramente encontraran en el “El Príncipe” de Maquiavelo la fuente de las razones y sin razones de la disputa actual, en la que, la máxima “el fin justifica los medios” cobra natural vigencia, veamos: “El Príncipe en sí mismo es una recopilación de consejos para lograr la eficiencia en el comportamiento político del gobernante. Podríamos decir que es, en gran proporción, un tratad de ética para el político, quien como hemos visto, choca directamente con las ideas de la moral. La diferencia entre la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción aparece en el momento en que ciertos medios son justificables para acceder o mantener el poder”.
Dice Maquiavelo “Sin duda será una dicha, sobre todo para un príncipe, reunir todas las buenas cualidades; pero como nuestra naturaleza no tiene tan gran perfección…el príncipe no debe temer incurrir en vituperio por los vicios que le sean útiles al mantenimiento de sus Estados, porque, bien considerado, cualidad que le parecía buena y laudable la perderá inevitablemente y tal otra que parecía mala y viciosa hará su bienestar y seguridad”.
Es en este pasaje –dice el analista- “cuando Maquiavelo nos introduce en esta nueva consideración ética que dejara en claro la separación entre el bien moral y el bien político, cuyo representante es el príncipe y cuyo fin es la Razón de Estado. ¿Cuáles son los vicios que Maquiavelo aconseja como útiles al mantenimiento del Estado?. Son, en principio, la crueldad y la mala fe”. Para Maquiavelo la crueldad “no es políticamente reprochable…por lo demás el príncipe ejercerá su coacción sobre el individuo, por encima del bien y el mal y hasta el crimen”. Y concluye “en lo que respecta al vicio de la mala fe o la mentira, Maquiavelo será muy claro en que, a pesar de que cumplir con las promesas es muy laudable en el ámbito político, no hay, al menos en su tiempo, hombres triunfantes en el gobierno y a la vez tocados de tal fidelidad, por lo tanto, la lealtad es del número de virtudes que el príncipe debe evadir”.
Como se advertirá, y aplicando la lógica maquiavélica, son de esperarse nuevos acontecimientos en el proceso electoral en tránsito y en el que está en juego la “Silla de Krauze” –versión Peña Nieto FIL de Guadalajara. Si al día de hoy creemos que la motivación del PRI para anular a Ricardo Anaya responde a que prefieren negociar la entrega del poder con AMLO que con el “niño Fidencio” de la Mafia Azul, estamos pecando de ingenuidad. El grupo que actualmente controla el gobierno federal, tiene mucho que perder y pocas o nulas ganas de abandonar el Palacio Nacional y Los Pinos.
Una vez sembrada la andanada contra Ricardo Anaya, en los próximos días comenzará la operación política, jurídica, institucional y mediática contra Andrés Manuel. Como en el caso del tabasqueño no pueden adjudicarle naves industriales ni empresas fantasmas y “La Chingada” está declarada desde hace tiempo. Lo más probable es que los misiles a su línea de flotación vayan dirigidos a sus mariscales de guerra y aliados claves, que ha defendido a capa y espada; Claudia Sheinbaun, Alfonso Romo, Cuauhtémoc Blanco o Napoleón Gómez Urrutia.
En este contexto, la perversidad y el talante autoritario de la campaña orquestada desde Los Pinos hace maquiavélico sentido: sembrar desde antes del inicio formal de las campañas la narrativa de que las dos opciones de cambio no pueden presumir la bandera de la pulcritud. Así, de abril al día de la elección, Meade podrá tener aire suficiente para navegar –suponen- como pavo real en mares tranquilos, teniendo a la PGR, los programas sociales y los principales medios de comunicación de su lado.
Y si a pesar de todo eso no tumban a sus opositores, tienen una última de dos cartas, ordenarle al TEPJF anular la elección mediante cualquier argumento legaloide que encuentren o siembren. No olvidemos, controlan las instituciones y no se quieren ir.
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ /@rcastellanosh