El gobierno mexicano se encuentra entre dos opciones de corto plazo: atender de manera estricta todas las exigencias del presidente Trump y sus amenazas militares o construir un acuerdo político interno a partir de la polarización heredada por el gobierno del presidente López Obrador.
Si nos ajustamos al estilo de negociación que convirtió a Trump en el eje político de Estados Unidos en los últimos diez años, para la Casa Blanca la primera opción es la única, haga lo que haga México, otorgue pocas o muchas concesiones o busque caminos de negociación político-diplomática en lo oscurito. Pero Trump solo tiene seis meses para avanzar su estrategia, antes que otras agendas transatlánticas la obliguen atender crisis pendientes.
La única posibilidad que tiene la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo para resistir el acoso en modo bulling de Trump es muy clara pero hasta ahora parece no estar en sus prioridades: despolarizar el ambiente político mexicano para construir un verdadero frente nacionalista interno. Dos eventos de Estado en la última semana mostraron la persistencia del estilo polarizador del presidente emérito aún desde su Palacio de palenque: excluir al Poder Judicial como parte de la estructura política del Estado en el recordatorio constitucional y en la marcha de la lealtad, dejando la impresión de que la 4T no va a buscar un acuerdo político interno.
Una cosa es que todos los sectores excluidos de alguna manera formen parte del pensamiento y la acción nacionalista de México y otra cosa que en la Casa Blanca está viendo el tablero político de México todavía muy dividido. Las intentonas de Washington en el pasado –Nixon-Kissinger y Reagan-Gavin– tuvieron que enfrentar en México aún con un PRI todavía muy fuerte y a una doctrina nacionalista que resistió la ofensiva estadounidense para capturar a la presidencia mexicana.
No solo por el acoso de Trump, sino también porque viene la revisión del Tratado de Comercio Libre con un Trump que busca regresar a la hegemonía estadounidense y a desdeñar a México como país maquilador y por el realineamiento del mundo cuando menos en este año y el próximo por la intentona de la Casa Blanca de regresar a la hegemonía de tiempos de la guerra fría, el caso es que los países dependientes y satélites de la economía y la política de Estados Unidos requieren una reconstrucción de su fuerza interna entre todos los grupos políticos y por lo tanto las circunstancias están exigiendo un pacto o acuerdo nacionalista entre todas las fuerzas políticas locales.
Como era obvio suponer, el mensaje de Trump de que México no ha hecho lo suficiente para resolver el problema del narcotráfico era una argumentación preparada en su play book –o libro de jugadas– del estilo personal de negociación; quizá por ello, México cedió el despliegue efectivos de la Guardia Nacional en la frontera norte solo para cerrar los filtros de contrabando de personas, drogas, dinero y armas, pero hasta ahora el gobierno mexicano parece estar posponiendo la decisión que más le interesa a Trump: la desarticulación de las estructuras criminales de los cárteles del narco y del crimen organizado y sobre todo el desensamblaje de las complicidades, como lo denunció un documento oficial de la Casa Blanca, de los capos con piezas de los tres niveles de gobierno.
Trump no va a invadir militarmente a México, ni lo va a tratar de anexar como estado 52, pero su orden ejecutiva al Departamento de Justicia y el Departamento de Estado para destruir a los cárteles hasta desaparecerlos de la faz de la tierra tendrá repercusiones inevitables en la ya precaria inestabilidad de seguridad en toda la República.
El modelo de unidad de la 4T está confiado en las lecciones mal aprendidas del viejo régimen priista: la funcionalidad de la autoridad presidencial para imponer lealtades; por ejemplo, fue muy significativo que el sector empresarial identificado con la derecha económica cerró filas institucionales con Palacio Nacional, pero el trasfondo no garantiza otras lealtades: la mayor parte del empresariado que fue acarreado a Palacio Nacional tiene articulaciones productivas con Estados Unidos, la globalización y el T-MEC, que son espacios que fueron cedidos conscientemente por el presidente Carlos Salinas de Gortari cuando entregó la soberanía mexicana al tratado con EU.
Fuera de los espacios de la 4T existe un sector político nacionalista que ha ayudado a estabilizar las presiones estadounidenses. Pero construir una unidad nacional contra el imperio requiere de una voluntad despolarizadora.
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Política para dummies: la política es un juego de pesos y contrapesos
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