La rotonda de la azucena despertó; las notas musicales del Dios Nunca Muere contrastaron con el cielo azul de Oaxaca. En el centro, la Diosa Centéotl dio paso a la Guelaguetza.
Hoy, no hay distinción. Soy de un pueblo heredero de la negritud, del zapateado bravo, destacaba en el discurso de Lilia López Hernández quien representó a la divinidad.
Desde los palcos del Auditorio Guelaguetza, las chirimias anunciaban fiesta. Entre chispas de colores, monos de calenda, los falores, marmotas y el vaivén de las faldas, las Chinas Oaxaqueñas dieron inicio con el viaje a la cultura.
La fuerza del canto, llegó desde el lugar de la culebra, San Vicente Coatlán; mujeres y hombres bailaron al son de la palomita.
¡Ya llegamos, Tuxtepec está presente!, se escuchó en el recinto acompañado de una ovación. Con un porte señorial hicieron su entrada triunfal la muchacha de flor de piña, quienes al son de la musica estremecieron a los espectadores.
Más de 500 años de historia se hicieron representantes con Santa Catarina Ticuá de la Mixteca. Violines y danzantes acompañaron a esta delegación con la representación de su ofrenda.
El viaje a la historia y folklore de Oaxaca continuó con San Francisco del Mar, quienes se presentaron por primera vez con los negritos; entre redes y barcos así como notas de las flautas los huaves daban su saludo cordial.
La Sierra Norte llegó con San Andrés Solaga y su boda solageña. Con trajes impecables y una blancura sin igual. Huautla de Jiménez, le siguió con sus sones mazatecos.
Desde arriba, los sombreros ondeaban al ritmo de la canción Mixteca. Abajo con sentimiento y orgullosa la mujer cantaba: ¡Oh Tierra del Sol! Suspiro por verte
Ahora que lejos yo vivo sin luz, sin amor. Con la canción llegó también el jarabe, el cual arrancó uno que otro suspiro.
Los penachos relucientes, transportaron a la época de la conquista. Cuilápam de Guerrero llegó con la destreza de sus danzantes al son de la Danza de la Pluma.
Beatriz Gutiérrez Müller, invitada especial, abandonó al gobernador Alejandro Murat para perderse entre los palcos y repartir su Guelaguetza entre los asistentes.
La mujer istmeña engalanó el escenario con sus trajes de terciopelo, flores de colores y el vaivén de sus caderas, le siguió Pinotepa Nacional con sus versos pícaros y sus mujeres bravías.
Al ritmo de son calenda, la edición matutina de la Octava de los Lunes del Cerro concluyó. En la rotonda de la azucena se vio bailar a los funcionarios estatales y a Beatriz Gutiérrez Müller quien se contagió con Guelaguetza.
Carina García