Por la velocidad tan vertiginosa que estamos viviendo, muchos creemos que todas las cosas deben de ser así de rápidas. Es por eso que mucha gente busca cocinar lo más rápido posible y consumir el producto a mayor velocidad.
Pocas son las personas que disfrutan cada bocado de su comida. La mayoría de la gente traga, no se detiene a saborear las especias que contienen los platillos, por ejemplo. Por lo mismo, tampoco hace aquellas sobremesas donde se hablaba acerca de los chismes familiares, la buena sazón de los guisos y los pormenores de la política. Eso quedó, si acaso, para los domingos.
La comida familiar de todos los días ha sido sustituida por las comidas corridas en las fondas, los puestos de tacos y licuados, las comidas para llevar o los expendios donde se come de pie.
Así pues, cambiamos el chocolate de cacao por una taza de café soluble. El tejocote, el nanche y el pulque por la cerveza; los chiles verdes por la salsa de botella; las verduras frescas, el consomé y el pollo, por la sopa de lata; el pan de horno de leña, por galletas envueltas en papel celofán; las tortillas de maíz, por pedazos de cartón.
Todo esto nos indica las enormes diferencias en la alimentación de antes con el consumo de hoy, y por consiguiente, la alimentación de las distintas clases sociales.
Quienes cuentan con apenas el salario mínimo, consumen a veces café, frijol, tortillas y algunas verduras. De vez en cuando, los domingos o en las fiestas comen carne. Las clases media (aunque casi ya no existe esta clase) y alta, por su parte, casi no comen frijoles y tortilla, pero sí el doble de pan que los anteriores, más pastas, productos derivados de la leche, el doble de carne de res, muchos jugos comerciales, productos enlatados, refrescos y comida industrializada. Y contra lo que se piensa y se divulga, el sector con más ingresos económicos en la ciudad, es el que consume mayores cantidades de alcohol.
Así, a pesar de las fuertes diferencias sociales, resulta que lo que distingue a los pobres y a los ricos no es la comida básica que es tortillas, pan, frijoles, huevos y azúcar. Sino aquello que añade variedad a tan rudimentaria dieta: el alcohol, la comida enlatada, los jugos y dulces artificiales con exceso de azúcar, grasa y sal.
El problema básico no parece residir en la cantidad de comida, sino en el tipo de comida que se consume.
Ustedes han visto a un campesino hospitalizado por hipoglucemia, es el término médico que se usa para describir los niveles de azúcar en sangre elevados, pocos, ¿verdad?
Parece una ironía que los problemas nutritivos sean más agudos entre los habitantes de mayores recursos que en los de menores recursos. A este hecho se le puede llamar “la desnutrición innecesaria de los ricos”.
Esta es la nueva historia gastronómica que estamos viviendo en las ciudades que tratan de vivir a velocidades vertiginosas. Es por eso que tenemos que comenzar a hablar de las papas fritas, jugos enlatados, sopas industrializadas, consumo de alcohol, etc. etc.
Espero que en muchas casas siga permaneciendo por mucho tiempo el esmero en la cocina, el gusto por hacer paisaje con frutas y verduras, para luego devorarlas.
Desnutrición innecesaria: Horacio Corro Espinosa
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