Lázaro Cárdenas expropió la industria petrolera en 1938 para combatir la voracidad antiobrera de los propietarios extranjeros, buscando que los yacimientos disponibles fuesen palanca del desarrollo en beneficio de los mexicanos. En la década de los 70s y principios de los 80s se gestan las mayores crisis de México: crecimiento acelerado pero basado en un déficit del gasto público y la balanza comercial desproporcionados, además de un costoso endeudamiento externo y un incierto auge petrolero. Al final de la primera década distintas voces previnieron sobre la ausencia de una política nacional de energéticos y se dieron a la tarea infructuosa de proponer una solución de fondo a ésta carencia, advirtiendo que en el largo plazo México padecería las consecuencias de un modelo agotado (el estabilizador), agravado con la falta de una planeación integral, la ausencia de prospectiva de gran visión y sobre todo una negativa inexplicable para asumir una actitud nacionalista en materia de hidrocarburos. Heberto Castillos fue uno de los críticos que más destacó por la solidez de sus planteamientos ante la crisis energética que veía venir y, de hecho, que ya padecemos.
Hoy por hoy hay un gran descontento por el desempleo, los ingresos insuficientes, la inseguridad y la corrupción. Pero la carestía le pega a todos con frecuencia, o, para ser más precisos, cada segundo sábado del mes cuando las gasolinas y el diesel aumentan de precio, con otros incrementos en cascada. Lo que la gente no entiende es porqué si somos poseedores de petróleo los combustibles deben igualar sus precios a los de EUA. Menos aún cuando las diferencias salariales son –en términos absolutos y reales-, mucho más favorables para los trabajadores del país vecino.
La Ley de Ingresos aprobada para 2011 contempla el deslizamiento en los precios de las gasolinas y se establece que la vigencia de esto dependerá del mercado internacional. Así, como en el año 2010, el diesel seguirá aumentando ocho ctvs por mes, la magna 10 ctvs cada treinta días, y la gasolina Premium 4 ctvs, sin cambio previsible. Es preocupante la falta de información a los mexicanos sobre la duración y el tope de este deslizamiento o si su tendencia es sólo hasta igualar el precios promedio de los EUA, que en diciembre pasado oscilaba en 8.90 pesos el litro, o para alcanzar el de ciudades como Los Ángeles o Nueva York, cuyo precio fue de 10.18 y 9.19 pesos, respectivamente. En todo caso, ya estamos por alcanzar o ya hemos empatado al precio promedio de EUA, lo que hace suponer que nuestros combustibles no deben aumentar ni un centavo más. Sería una agravio a la comunidad nacional que –en aras de hacerle honor a las fuerzas del mercado internacional-, la política de precios de México buscara equipararse a los del Reino Unido, cuyos equivalentes de la gasolina Magna llegan a 22.1 pesos por litro, o a los 19.66 pesos del Japón.
La problemática energética no sólo se remite al alza o la estabilización del precio de los combustibles (gasolina y diesel). Estamos frente a una crisis de orden mundial en la que sólo los productores con suficientes reservas, extracción, exportación, transformación (refinación) inteligentes y la búsqueda de alternativas sustentables, solventarán los requerimientos internos. Lamentablemente no es el caso de México. Nuestros gobiernos no han tenido la determinación de revertir la petrolización de la economía con un modelo distinto. Un modelo orientado al aprovechamiento de la diversidad de los potenciales y la riqueza nacional, tomando distancia de la explotación, exportación y dependencia del petróleo, que no es ilimitado sino finito, y que requiere de alta tecnología, tiempo e inversiones para procesar los más recientes descubrimientos de crudo pesado, cuyo precio es menor en el mercado.
El propio Presidente Calderón ha mostrado sorpresa por el incremento de las importaciones de gasolina y diesel, casi equivalente al 45 o 49 % del consumo nacional de estos combustibles, que incide en perdidas cuantiosas, pero no ha revelado la verdadera razón por la cual se aplazó la construcción de la Refinería Bicentenario en Hidalgo, cuyo inicio se va al 2015¡ Tampoco ha informado porqué la reconfiguración de plantas como la de Salina Cruz, Oaxaca, quedó en el olvido. FECAL no entiende esta ecuación elemental: Como exportadotes de crudo nos va bien con los precios internacionales altos, pero como consumidores o importadores de combustibles caros –que es el caso de la gasolina y el diesel que importamos de los EUA y que podríamos procesar en el país-, nos descapitalizamos y los platos rotos los pagan los consumidores.
¿Tiene sentido extraer petróleo del subsuelo mexicano para exportarlo, refinar un volumen insuficiente en el país e importar gasolina cara? ¿Ha tomado conciencia la clase política de la gravedad de disponer de reservas probadas sólo para menos de 10 años y de la inevitable dependencia de las importaciones?