Del Zócalo a los Pinos: Raúl Castellanos

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uabjoedficentral3“OAXACA…LA PREDECIBLE VIDA UNIVERSITARIA Y SOCIAL DE LOS SESENTAS”; siguiendo con las remembranzas en homenaje a los 484 años bien vividos de la Verde Antequera, a partir de los sesentas todo transcurría con normalidad, una Ciudad con buenos niveles de tranquilidad, clases sociales definidas, los de arriba, los de abajo y los de en medio, niveles que se hacían más evidentes entre los jóvenes, por ejemplo tener o no tener automóvil para lucirlo los domingos dando vueltas al Zócalo marcaba una diferencia de status fundamental, otra lo era, terminando la prepa en algún colegio particular, irse a estudiar al Tecnológico de Monterrey; para quienes acudíamos a la Universidad desde la secundaria, la vida se orientaba en una ruta más o menos definida, los dos primeros años eras “macoloche” y “perro” y los de tercero para arriba tenían derecho a pelarte; a las pocas semanas de iniciados los cursos, una mañana aparecían en la avenida camiones urbanos a los que te subían, te pedían la credencial y te advertían porque color de planilla tenías que votar, eran las elecciones de la FEO –Federación Estudiantil Oaxaqueña-; pasada la contienda, financiadas todas las planillas por el funcionario de su preferencia, la ganadora organizaba el baile de toma de posesión en el patio central y luego venían las elecciones de las directivas estudiantiles en las escuelas, eventualmente cada tres años se elegía Rector, pero ello ocurría en la Asamblea Universitaria a propuesta del Gobernador y sin participación estudiantil; ya en marzo, abril, iniciada la Semana Santa, venían los “Viernes del Llano”, en donde las jóvenes se paseaban en el jardín del mismo nombre, sus admiradores les regalaban ramos de rosas o claveles, tocaba la Banda de Música del Estado y al final, la FEO elegía una madrina, que subía a un templete, el Presidente –de la FEO- elogiaba su belleza y simpatía, le entregaba un arreglo de diez docenas de rosas rojas, Bancomer le regalaba una alcancía y una cuenta de ahorros y al ritmo del Himno del Estudiante todos nos íbamos a clases; en el inter de estos meses se realizaba el baile de la Samaritana y el Frente Estudiantil coronaba a la Reina de los Juegos Florales en honor a Benito Juárez, ceremonia de rigurosa etiqueta que tenía lugar en el Teatro Macedonio Alcalá, había pasarela, embajadoras, chambelanes, combate floral y la Reina entregaba la “Flor Natural” al Poeta Laureado, imagínense, toda un ceremonial al más clásico estilo porfiriano para rendir pleitesía al Benemérito de las Américas; en mayo, tenía lugar el festejo mayor, “La Semana del Estudiante” para conmemorar la Autonomía Universitaria –concedida a la UNAM-, que incluía, coronación de la reina –que presidia la mayor parte de actos- del “Rey Feo”, por lo menos tres bailes, eventos deportivos desde fútbol hasta carrera de bicicletas, un día entrada al cine gratis –mostrando la credencial-, una barbacoa con buena dotación de mezcal incluido y los concursos frente al edificio central, de “tres cervezas cahuamas”, “carreras en costales”, en burros –literal- “jalada de reata”, “comilona de tres plátanos machos”, la cual con orgullo confieso haber ganado en una ocasión, conservando testimonio fotográfico; así llegábamos al fin de año, los exámenes, eran todos orales, frente a un jurado de tres, el profesor de la materia y dos sinodales, se colocaba una copa con fichas y tu sacabas tres, con los números de los temas a desarrollar; ello daba lugar a las “preparadas”, que podían ser de día o nocturnas, en las primeras el lugar preferido eran los “viveros de San Felipe”, donde además ya pardeando la tarde podías expropiar elotes de los sembradíos cercanos y asarlos, las de noche, se realizaban en el Zócalo o la Alameda, por el frío era obligada una anforita de mezcal y en no pocas ocasiones le caías a los “Pinitos”; y aquí ya entramos a una concepción más global de la época, “Los Pinitos” eran una lonchería-bar que permanecía abierta toda la noche, todo el año, a la que podías acudir por un buen pozole, una tlayuda o una torta –aunque las mejores eran las del “Bahía” pero cerraba temprano-, a festejar desde una conquista o ganar una elección estudiantil hasta ahogar tus penas de amor o desamor o de lo que fuera con una botella de Ron Castillo, Viejo Vergel o solo cervezas y mezcal, con el complemento de que el lugar era el centro de reunión de los tríos, a los que, una vez ahogado el dolor podías llevar de serenata, que en aquella época costaban ochenta pesos y si ya eras conocido podías dejar tu reloj empeñado; como toda sociedad, de esos tiempos, la doble moral estaba presente –en contraste con las actuales en la que ya no hay moral- pero se cuidaban las formas, dos eran los centros nocturnos a los que acudían, funcionarios, líderes, la “clase política”, profesionistas, empresarios, obreros, albañiles, magistrados, jueces, choferes, Generales del Ejército, Coroneles y soldados, maestros, uno que otro cura y por supuesto estudiantes que ya tuvieran mayoría de edad, puedo afirmar que eran los únicos lugares donde no había distinción de clase sociales, “Costa Brava” y “Playa Azul”; la segunda era la más concurrida, las veladas las amenizaban los integrantes de la “marimba del estado” que así completaban el salario, el cantante se llamaba “Perlita” y el mesero era Mónico; anécdotas las hay por cientos, se podría escribir un libro, recuerdo una, en alguna ocasión encontrándose en la casa “non santa” el Presidente del TSJE y varios magistrados, llegó un plomero al que no dejaron entrar, enojado fue por su equipo y soldó la puerta que era de hierro forjado, al día siguiente el Tribunal no sesionó; notables y comentadas lo eran también las tertulias músico-políticas que realizaba el padre Bulmaro párroco de la Iglesia de las Nieves, una mezcla premonitoria de Onésimo y Norberto, quien además cada año organizaba un viaje al Santo Sepulcro y demás lugares emblemáticos, reunía un grupo y a él no le costaba el viaje, hasta que un día circuló una foto del padre –Bulmaro- paseando del brazo por el Muro de las Lamentaciones con la dueña de Playa Azul; ese era el Oaxaca de los sesentas, hasta que llegó el 68 y todo cambió, fue el año de la sucesión de Brena Torres, la llegada de Bravo Ahuja y del movimiento Estudiantil, pero esa es otra historia..¿alguien puede asegurar que esto ya está decidido?…¡5 años de resistencia…ya solo faltan 217 días para que Gabino Cué pase a ocupar su lugar en el basurero de la historia!

RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ /@rcperseguido