BARBOSA LE ESCRIBE LA TAREA AL PRI…DESTAPA A JOSÉ NARRO…
Aquí lo dijimos el pasado lunes. Ante las pocas posibilidades de competir que reflejan los pronósticos electorales (a los que tampoco hay que hacerles mucho caso) respecto a los “apuntados” para sentarse en la “Silla de Krauze”, versión Peña Nieto FIL de Guadalajara, de los partidos PRI, PAN y PRD; se advierte indispensable el cambio de jinetes, caballos y si fuera posible (que no lo es) de hipódromo.
Recobrada la presidencia, después de la funesta “docena trágica” de la Mafia Azul, el PRI y el Presidente Peña tuvieron un arranque, por decir lo menos, contundente y promisorio; el Pacto por México y sus reformas estructurales abordaron asignaturas pendientes que eran bandera, para bien y para mal, de grupos, partidos y organizaciones.
Luego, lamentablemente para el Gobierno Federal y su partido, una errática instrumentación de las reformas confrontó con la necia realidad de los intereses fácticos; y en lo político, la noche de Iguala (a la que hasta hoy no le han podido dar respuestas, claras, contundentes y sobre todo reales respecto a lo que ocurrió) marcó el inicio de la pérdida de credibilidad y el desgaste subsecuente.
A lo anterior se sumaron las dos sucesiones presidenciales; la de acá, del 2018, adelantada por el activismo de Andrés Manuel y por la soterrada pugna entre Luis Videgaray y Osorio Chong; y la de allá, del otro lado de la frontera, en la que sin “motivo ni razón” nos involucramos.
Siempre he sostenido que en el ascenso de la intención del voto y posterior triunfo del desquiciado Donald Trump contaron de forma decisiva tres factores: una errónea estrategia electoral de Hillary Clinton que privilegió el voto popular; la filtración y juicios de valor del FBI sobre los correos de Clinton a pocos días de la elección y el recibimiento como “Jefe de Estado” que se le dispenso a Trump en Los Pinos.
Recibimiento que por su desaseo, condujo al Presidente Peña a su peor nivel de aceptación (ni Hollande cayó tan bajo) y a la renuncia en un desesperado “control de daños” del facilitador de la visita Luis Videgaray. Hasta aquí, todo apuntaba a la consolidación del Secretario de Gobernación como carta fuerte y casi única del PRI rumbo al 2018; la filtración de su oferta de renunciar y declararse “presunto culpable” para detener la presencia del republicano, le concedió un agregado a sus posibilidades, no cualquiera se inmola por lealtad, argumentaban sus seguidores.
Pero ¡oh sorpresa!, veleidosa como lo es la política, de pronto la ruleta giró y todo cambió; Trump ganó y con ello el presidente Peña encontró de manera muy forzada la forma de lavarle la cara a Videgaray, despidió de mala manera a Claudia Ruiz Massieu (lo que no debe de haberle hecho gracia a su tío) y volvió a convertirlo en el “alter ego”, con más poder de decisión del que tenía, o por lo menos más evidente. Al día de hoy, Videgary es el factótum de cualquier decisión, todo pasa por su escritorio; sólo hay que leer las crónicas de las reuniones en la Cancillería, hasta el responsable de la política interior acude al llamado y le solicita la palabra.
Y ya como cereza del pastel, además de los “affaires” de los Duarte y compañía vino el gasolinazo.
En este contexto, recién un analista político de los que dicen saber cómo se está tejiendo lo que viene me confió “Osorio Chong saldrá de Gobernación, lo relevará René Juárez y José Narro será el candidato presidencial del PRI, a Videgaray por más que quiera no le da para ser candidato, pero sí para ser factor de decisión”.
Repuesto de la sorpresa, reflexioné. No suena mal, José Narro tiene el reconocimiento y el aval de su transitar como Rector de la UNAM, validando su pluralidad, elevando su nivel académico, sin estridencias ni protagonismos, a sus cabalísticos 68 años les suma experiencia y serenidad.
Sus mayores retos serían –si así fuera- vencer las inercias de los grupos duros del PRI (aunque en contraparte contaría con un amplio respaldo social) y sobre todo obtener la aprobación del grupo compacto del presidente; vamos, de los grandes intereses que representa el grupo Atlacomulco; y en ese juego palaciego un actor fundamental lo es el “Príncipe” Videgaray.
Por lo pronto y como suele suceder en este juego de espejos, el destape vino de las filas de enfrente, de donde menos se esperaba. Antier, el Senador Miguel Barbosa dijo “Narro es un eventual candidato por el PRI hacia las elecciones del 2018 por ser miembro del gabinete federal y por no tener puntos negativos”.
¿Qué sigue? Siguiendo la ruta de nuestras premoniciones, que alguien del PRI destape a Núñez y otro del PSD haga lo propio con Corral.
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh