GILBERTO BOSQUES. CUÁNTA FALTA NOS HACES.
Ante el abrupto crecimiento de Trump en las encuestas a lo largo del proceso electoral del año pasado, diversos analistas hacían notar que parte de nuestra incredulidad ante las propuestas de Trump se debía que en México no estamos acostumbrados a que los políticos cumplan lo que prometen.
Pasó lo que todos ya sabemos. Frente a la beligerancia fascista y reivindicaciones ultra nacionalistas de Trump, Hillary Clinton cometió un error fundamental en su estrategia electoral: descuidó los estados clave del centro de Estados Unidos, golpeados por la crisis económica y disminuidos en sus privilegios de clase media, para privilegiar a los de mayor densidad y pluralidad étnica, lo cual dio como resultado que arrasara por más de tres millones en el voto popular, pero fuera derrotada en votos electorales, que son los que deciden en el sistema electoral indirecto que norma la elección presidencial en el país que por lo que se advierte pretende volver a ser el “gendarme del mundo”.
Como era de esperarse (sólo Videgaray, Guajardo y socios siguen apostándole a los “Reyes Magos”), ya instalado en la Oficina Oval, Trump dio rienda suelta a sus promesas de campaña, recurriendo a la amenaza tuitera y firmando órdenes ejecutivas como si fueran autógrafos.
En este contexto, el legislador republicano Mike Rogers anunció que presentará una iniciativa de ley para gravar con un 2% las remesas que los connacionales envían a México, las cuales en 2016 alcanzaron la cifra récord de 26,970 millones de dólares, según datos del Banco de México.
Por supuesto, no faltan quienes confunden la forma con el fondo y argumentan que ese 2% sólo generaría mil millones de dólares al año y el muro que pretende Trump, según cálculos de sus asesores, cuesta entre 15 y 20 mil millones de billetes verdes, ergo de 15 a 20 años para terminarlo; lo que en buen romance a nosotros ni nos va ni nos viene. Otros, ven en la propuesta una forma de lavarle la cara a Trump, que al día de hoy sigue enfrentando seria oposición social a su “brillante iniciativa” y el rechazo de no pocos congresistas republicanos de los estados fronterizos (los demócratas están todos en contra) para aprobarle fondos para la “construcción” anticipando tsunamis electorales cuando llegue su reelección. Dicen que, con el cinismo que le caracteriza, Trump saldría a festejar que aunque nos tardemos tres o cuatro lustros, pagaríamos el muro.
En contraparte, una mayoría, muy mayor, pensamos que el quid del tema radica en la defensa de los derechos humanos, la dignidad, el no permitir que este fascista agreda de tal forma y con tal magnitud a los mexicanos de aquí y a los que están allá. Con todo respeto, darle la bienvenida a los deportados, tirarles un rollo y mandarlos a sus estados, ofende y lastima.
Es tiempo de convocar a la movilización de inmigrantes en todo en Estados Unidos. En los años sesenta las movilizaciones detuvieron la Guerra de Vietnam y lograron el reconocimiento de los derechos civiles de los afroamericanos; es tiempo de que los consulados mexicanos asuman un rol protagónico en la defensa concreta de las remesas, ya sea utilizando las valijas diplomáticas o instalando sucursales de Correos de México como mecanismos para el envío de éstas librando así el potencial impuesto.
Sin embargo, algo no cuadra en la diplomacia mexicana. Al día de hoy no se sabe a ciencia cierta qué rol está jugando Gerónimo Gutiérrez, el flamante embajador del Canciller Consiglieri.
No cabe duda cuánta falta nos hace un Gilberto Bosques. Lo cierto es que, hasta hoy, los mexicanos al otro lado de la frontera están solos.
@rcastellanosh / RCmultimedios.mx