“ARCELIA YAÑIZ…POR SIEMPRE EN EL RECUERDO…EN EL CORAZÓN” –Arcelia Yañiz-; decía Robespierre “la muerte es el comienzo de la inmortalidad”; partió para reunirse con las estrellas hace dos años, les comparto las líneas que escribí aquel día; Arcelia Yañiz, oaxaqueña de excepción, periodista, escritora, poetisa, maestra, mecenas, referente de las mejores causas democráticas, ícono en la policromía cultural de Oaxaca; desde muy joven decidió incursionar en el periodismo, profesión que en aquella época “solo estaba reservada para los monstruos”, me dijo riendo en alguna de las muchas ocasiones que conversamos; decidida a ganarse un espacio, trabajando en la redacción de un periódico de Puebla, se le ocurrió que sería un tema interesante entrevistar a las locas del manicomio y ahí se fue, durante semanas publicó sus historias que causaron impacto en los lectores y en sus jefes, al final concluyó “que las locas no lo estaban tanto, que estaban más afuera”, finalmente y ante su persistencia, “para darme la fuente o para deshacerse de mí” –platicaba con su eterna maliciosa sonrisa- me encargaron entrevistar al General Lázaro Cárdenas, que visitaría la ciudad, se plantó, empujó, sonrió y finalmente lo consiguió, la entrevista y ganarse el espacio y el respeto; ya en Oaxaca se incorporó como “segunda de a bordo” en el “Oaxaca Gráfico”, el periódico de mayor circulación que dirigía don Eduardo Pimentel, en poco tiempo le impuso un perfil propio, ella reporteaba, entrevistaba, redactaba, corregía, en esas estaba cuando surgió el movimiento estudiantil del 68, causa que abrazó con entusiasmo y convicción, en Las medias noches no cerraba la edición hasta que no llegara el “comunicado” del día, que con dificultad –y con una que otra falta de ortografía- se imprimía en el mimiógrafo instalado bajo las escaleras del patio central de la Universidad; mujer que llevaba las artes en la sangre, vivió los mejores momentos del teatro en Oaxaca, con Rodolfo Álvarez, Héctor Azar, aun recuerdo la representación de “la Casa de Bernarda Alba” de García Lorca y “La madre” de Máximo Gorki, entre muchas otras puestas en escena en cuya producción participó; maestra de teatro y poesía –los suyos, sus poemas revelan su sensibilidad y visión de la vida- en la Escuela de Bellas Artes, enamorada de la pintura, fueron varias las generaciones que formó y múltiples los artistas “en labor de parto creativo” que impulsó, protegió, ayudó e incluso hospedó y mantuvo en su casa por largas temporadas; cual Artemisa del Templo de la Amistad, fue amiga de “Tirios y Troyanos”, lo fue –entrañable- de Norberto Aguirre, Olga y Rufino Tamayo, Everardo Ramírez, Jorge L Tamayo, Marthita Tamayo, Guillermo Reimers, Gonzalo Hernández Zanabria –“el Balzac Oaxaqueño”- y muchos más que escapan a la memoria; mecenas de todas las causas, lo mismo rifaba un traje de tehuana que un “cuadro” o un lote de libros para apoyar las más diversas, en ella siempre se encontraba cobijo en la tristeza y la desesperanza; en permanente actividad, asumiendo que “la edad es un estado de ánimo”, se fijaba constantes metas, la evoco platicándome emocionada sus guiones de sus siguientes programas de “Oaxaca de mis Amores” que conducía con profesionalismo admirable en la “Televisión de los Oaxaqueños”; los últimos lustros de su vida dirigió la Biblioteca Pública de Oaxaca y la Coordinación de Bibliotecas del Estado, realizando una labor de difusión sorprendente; siempre luciendo sus collares de colores era un gusto conversar con ella, al llegar a verla, cual samaritana de la vida, lo primero que te ofrecía era un agua de horchata con pétalos de rosas, fue una de estas ocasiones, que la visité en el contexto de un homenaje que le rendiría la Casa de la Cultura, cuando me dijo “mis ojos ya no quieren ver pero mi corazón no deja de latir”, hoy, estoy cierto, que nunca dejará de latir, porque estará en los nuestros, nadie muere mientras viva en el recuerdo; para ella el sentido de su vida fue darle a su vida sentido, fue una mujer que nunca viajó al pasado con rencor, ni al futuro con angustia, aprendió –y nos enseñó- a convertir lo imposible en un motivo para triunfar y que cualquier momento es el mejor para volver a empezar; desde mi Gulag, hoy, mañana, siempre, un fraterno abrazo para Donaji, Itandehui, Eréndira y Xicoténcatl; para usted querida maestra la seguridad de que más temprano que tarde, algún día, cuando Dios lo disponga volveremos a encontrarnos…¿alguien puede asegurar que esto ya está decidido?….
RAÚL CASTELLANOS / @rcperseguido