“VERDUGOS INFAMES LOS TRAFICANTES DE HUMANOS Y DE ARMAS” –Francisco dixit-; “este es un viaje triste” expresó el Papa Francisco al llegar a la isla griega de Lesbos; la conmoción fue mayor al arribar al campo de refugiados de Moria, al cual hay que agregar la palabra de “concentración” para acercarnos a la definición correcta de lo que está ocurriendo en torno a la crisis humanitaria de mayor dimensión desde la Segunda Guerra Mundial; las imágenes son reveladoras y desgarradoras, el lugar en términos reales es una prisión, donde es posible se sufra la más injusta de todas las condenas, la de estar condenado por el solo hecho de haber nacido en algún, lugar, región o país en guerra, devastado por luchas religiosas, fratricidas, de poder, en las que paradójicamente los agresores son armados por algunos de los países que hoy se niegan a recibirlos en sus territorios; son lugares, en particular Moria, donde llegan contra su voluntad, sin haber cometido delito alguno y de la que hasta hoy no se puede salir, salvo por ser incluido en algunas de las cuotas negociadas y aún no operadas en función del acuerdo alcanzado, vergonzosamente, diríamos, entre la Unión Europea y Turquía; por si algo faltara para aumentar el drama, al sufrimiento físico, hay que aumentar el de la incertidumbre y el dolor, a Moria, llegan los que literalmente pudieron llegar, los que lograron escapar de las balas, de los bombardeos permanentes, un día –realizados- por los terroristas –de ISIS especialmente- y otro, por los ejércitos nacionales o “aliados” internacionales y muy frecuentemente por ambos bandos; llegaron huyendo de la destrucción de sus casas, de la pérdida de sus bienes, los que dejaron atrás parte de sus familias, algunos a sus padres, hermanos, amigos, muchas de ellas jóvenes que fueron violadas y abusadas sexualmente, que, en otro drama, tuvieron que escoger entre ser vendidas por las redes del tráfico de comercio sexual o buscar refugio; una crónica de “El País” da cuenta de algunos de los testimonios que conmovido escuchó Francisco “una mujer que tenía una vida y una profesión y ahora tiene que mendigar ante el jefe de una religión que no es la suya unos cuantos euros para poder tratar el cáncer de hueso de su hija. Una niña que le entrega un dibujo al Papa en el que cadáveres de otros niños cabalgan sobre olas de sangre”; y éste, el de los niños y jóvenes es otro tema adicional, miles de pequeños y adolescentes, que llegan solos o mejor dicho pretenden llegar -algunos naufragan, literal y mueren en el intento- a las costas de Europa, sin parientes, tutores o acompañantes; se arriesgan a embarcarse en endebles lanchas inflables, son menores de 18 años, cuyos padres y ellos, tuvieron que tomar la decisión de viajar solos por falta de recursos o porque las condiciones de guerra no les dejaban otra salida, sabiendo que muy probablemente jamás se volverán a ver, a reunir, para dimensionar de lo que estamos escribiendo, durante 2015, de las 1 392 000 peticiones de asilo, 96 000 de ellas, el 7%, corresponden a “chavales no acompañados” menores de edad, en el mismo periodo Suecia recibió 312 menores de seis años y 2215 niñas y niños de entre 7 y 12 años; por todo ello, no es menor la indignación del Papa Francisco, quien tal vez tendrá que confesarse por haber cometido el pecado de enojarse –encabronarse en lenguaje coloquial- indignarse, frente a este círculo vicioso provocado por los “verdugos infames traficantes de humanos y armas” que en virtud de lo amplio del concepto, aplica a países, gobierno, líderes y todos aquellos que tienen metidas las manos y sus intereses en los conflictos geopolíticos que han provocado este desastre humanitario; y ya para concluir su visita a Lesbos, en lo que yo definiría como una espiritual y subliminal “mentada de madre” a los traficantes, el Papa Francisco decidió regresar al Vaticano llevando con él a 12 refugiados –similar al número de apóstoles de Cristo- de tres familias sirias, musulmanas, con seis menores de edad, de Damasco y la provincia de Deir Ezzor controlada por el Estado Islámico, a quienes protegerá con la colaboración de la comunidad de San Egidio; con ello dice un comunicado “el Papa ha querido dar un signo de acogida a los refugiados” a quienes al despedirse en Lesbos les expresó “no estáis solos ¡no perdáis la esperanza!”; por mi parte me quedo con la mirada interrogante y diáfana de una niña en brazos de su madre, quien con la esperanza dibujada sonríe a Francisco, ¿alguien puede asegurar que esto ya está decidido ?…¡5 años de resistencia…ya solo faltan 225 días para que Gabino Cué pase a ocupar su lugar en el basurero de la historia!…
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ /
@rcperseguido