A propuesta de los diputados de la Fracción Parlamentaria del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la LXII Legislatura estatal declaró a doña Juana Catarina Romero como “Benefactora de Santo Domingo Tehuantepec”.
Además, el Congreso del Estado también acordó celebrar una Sesión Solemne en el municipio de Santo Domingo Tehuantepec el próximo 19 de octubre del presente año, en el marco del Centenario de su fallecimiento.
Encabezados por su coordinador, Alejandro Avilés Álvarez, los legisladores locales priistas señalaron que es loable que el Congreso del Estado reconozca el trabajo y esfuerzo de este personaje, quien es un ícono y considerada como el prototipo de la mujer istmeña, porque siempre mantuvo un perfil y una identidad propias, como empresaria y defensora del derecho de la mujer zapoteca a un destino diferente, con mayor desarrollo.
En la exposición de motivos señalan que la historia de vida de Juana Catarina Romero, no puede verse apartada con el desarrollo cultural, educativo, económico y espiritual del municipio de Santo Domingo Tehuantepec, y del Estado de Oaxaca.
Nació en el Barrio de Jalisco el 24 de noviembre de 1837 y falleció el 19 de octubre de 1915; Juana Cata, como es conocida, fue la primera mujer en establecer dos escuelas para niños y niñas, que sin duda alguna fueron una gran aportación al sistema educativo del municipio de Santo Domingo Tehuantepec.
Su aporte cultural no quedó circunscrito al terreno educativo, introdujo la siembra del añil, pintura de un árbol que se mandaba a Europa, incentivo el comercio de la región.
A pesar de la exclusión política del género femenino durante la época, en 1895 Juana Catarina Romero surgió como la mayor importadora de textiles de la región del Istmo; su vida ilumina la participación de la mujer en la construcción del estado-nación y la economía de libre mercado del México contemporáneo.
En la época Porfiriana fue necesaria la presencia de Doña Juana Catarina Romero para potencializar la economía, el orden político social, cultural, religioso y alineado con los objetivos de “orden y progreso” de Díaz y los ideales del catolicismo social.
A través de su influencia sobre el vestido Tehuano y fiestas locales, intentó poner las costumbres locales en conformidad con los ideales de la modernización porfiriana. Su atención a la educación, higiene, salud y reformas urbanas evidenció su papel en la difusión de la cultura nacional y la reproducción ideológica de la marca autoritaria del liberalismo que dominó México durante el Porfiriato.
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