El 19 de abril pasado, le entregaron la Medalla Belisario Domínguez-2022 a Héléne Elizabeth Louise Amelie Paula Dolores Poniatowska Amor (París, 1932): Elena Poniatowska, ya puesta en México. Fue un reconocimiento acertado y para el que no hubo objeción. Es una periodista-escritora-cronista mexicana muy reconocida, leída y querida entre muchos en México y fuera del país.
Sin embargo lo que debió ser una fiesta de cultura, de nostalgias y de buen decir, se convirtió en un ‘Songo le dio a Borondongo…’ en el que hubo confrontaciones entre senadores de distintos partidos y por ‘quítame estas pajas’; y cuyas pajas no debieron estar ahí a no ser porque antemano Morena quiso aprovechar el evento para criticar-descalificar y repudiar a la Suprema Corte de Justicia a la que el presidente de México acusó esa misma mañana:
“Ocho ministros, con excepción de tres, actuaron de manera facciosa el día de ayer y no con criterio jurídico, sino político, defendiendo las antiguas prácticas del régimen autoritario y corrupto, caracterizadas por la injusticia, el contubernio y la subordinación de las autoridades a la delincuencia organizada y a la delincuencia de cuello blanco”, dijo desde la mañanera de ese día.
Obedientes las huestes de la 4-T desde el día anterior lanzaron sus dardos envenenados en contra de la mayoría de la SCJN que había votado porque la Guardia Nacional debe permanecer civil y no ser parte del Ejército mexicano. Gobernadores morenistas de todo el país emitieron la tarde del 18 de abril un documento, luego de las primeras palabras del Ejecutivo, para descalificar a los 8 ministros con los mismísimos argumentos que fueron lanzados desde Palacio Nacional.
Pero, para empezar hubo dos razones las que llevaron a la exacerbación del ánimo senatorial ese miércoles 19 de abril en la casona de Xicotencatl:
La ceremonia de entrega de la medalla, para la que los partidos políticos representados en el Senado habían acordado guardar la compostura y portarse bien, ser cuidadosos en las formas y en las sonrisas, pues nada…:
De pronto la mismísima presidenta del Comité de premiación de la Medalla, la senadora Sasil de León, de Encuentro Social (PES), aprovechó el foro para repudiar el fallo que la víspera emitió la SCJN.
Aprovecho: “para condenar enérgicamente la decisión de la SCJN sobre la Guardia Nacional, es inverosímil (sic) tal decisión porque quedaron a la deriva sin definición 130 mil elementos”. Esto provocó la indignación de la oposición, particularmente el PAN, que exigían a gritos: “¡Fuera-fuera-fuera!” a la senadora-oradora y afín a Morena.
Pero también la misma Elena Poniatowska provocó el silencio enojado de la oposición cuando dijo: “Me da tristeza que no nos acompañe el señor presidente de la República, porque tanto mi familia, mis amigos y muchos de los que estamos aquí lo queremos y, no sólo lo queremos, lo admiramos”, dijo la escritora. La oposición guardó silencio, pero por dentro se les retorcían las tripas por este dicho luego de que el presidente rechazó acudir a la ceremonia porque “hay que cuidar la investidura presidencial”.
Pero de todos modos la ceremonia fue. Se le entregó la medalla a Elena Poniatowska que, de todos modos Elena se llama y quien dio un discurso de remembranza y de agradecimiento. “Gracias-gracias-muchas gracias”.
Por supuesto Elena merece el reconocimiento. Son muchos años los que ha dedicado a ver, escuchar, mirar, admirar, sentir, repudiar, indignarse y someter al látigo de la escritura sus retratos hablados de un país que siempre está en pugna, que siempre está en la lucha por enderezar el camino aunque muchos se empeñen en destruir ese camino…
Ella lo sabe. Lo sabe desde que escribió aquellas estampas que dieron forma a su libro “La noche de Tlatelolco” y en el que está el grito y el dolor de aquellos muchachos y gente que vivió la masacre del 2 de octubre del 68 ahí mismo, en la Plaza de las Tres Culturas, de Tlatelolco.
Es la misma Elena que escribió esa maravilla de libro que es “Hasta no verte Jesús mío” en el que relata la vida y la lucha de una mujer oaxaqueña en un ámbito adverso y proclive al fracaso: ella no, Jesusa Palancares no se deja vencer, no pierde día sin maldiciones a quienes la quieren ver “agachada” … No se deja y no se dejó nunca, a pesar de todo… Y tantos más libros-obra.
Y ahí está una de las constantes de su obra: la presencia de la mujer y su visión del mundo; la Ciudad de México con su enormidad y sus problemas; las luchas sociales; la vida cotidiana; la literatura; la denuncia de injusticias y la crítica social. Es, sí, básicamente periodista. Y es, si, básicamente cronista.
Y recibe una presea para recordar otra lucha, la de la libertad de expresión, por la que Belisario Domínguez, el senador chiapaneco, la noche del 7 de octubre de 1913 dos hombres lo sacaron del hotel Jardín, donde se hospedaba…
Lo trasladaron al cementerio de Coyoacán donde lo asesinaron y enterraron. “Otro médico Aureliano Urrutia, le cortó la lengua y se la envió a Huerta”. El Senado tuvo noticia del crimen al día siguiente y se hizo eco de la indignación popular; Huerta disolvió al Congreso y mando encarcelar a 90 diputados…
Tan sólo porque desde la tribuna del Senado, Domínguez exigió la renuncia del general Victoriano Huerta, Manuel Mondragón, Aureliano Blanquet y Félix Díaz: “por ser un gobierno de asesinos, que asesinó al presidente Madero y al vicepresidente Pino Suárez.” Ni más ni menos.
“Hoy, muchos recuerdos zumban como abejas y repito en voz baja que hoy ustedes, senadores de la República, me conceden la Medalla Belisario Domínguez que recibo como una gracia inesperada para la que sólo tengo una palabra, la más hermosa de todas, a pesar de ocupar tan poco espacio. Dos sílabas que se dejan caer y son tan frágiles como un terremoto: gracias”