La coincidencia de tiempos político estableció una ruta política de las derrotas del movimiento social de protesta: de Tlatelolco 2 de Octubre del 68 al secuestro y asesinato de 43 estudiantes de primer ingreso de la Normal de Ayotzinapa. Sólo que hay un matiz: el itinerario de una represión del sistema político del PRI a una represión ordenada por un gobierno municipal del PRD-López Obrador.
El comparativo no debe ser menor: los grupos estudiantiles del 68 y la entonces juventud del Partido Comunista Mexicano llevaron el movimiento estudiantil de 1968 a la fundación del PRD en 1989 con la tarjeta de registro del PCM. Por tanto, la izquierda, los movimientos sociales y los grupos progresistas le siguen debiendo al país y a los padres de los 43 normalistas una explicación de las razones que involucraron a un alcalde del PRD-López Obrador –el de Iguala, José Luis Abarca– a dar la orden de detenerlos y entregarlos al grupo criminal Guerreros Unidos.
De Tlatelolco como un acto de represión del sistema político del PRI para mantenerse en el poder a Iguala-Ayotzinapa donde ocurrió un acto de represión del sistema político estatal del PRD porque el gobernador Ángel Aguirre Rivero y el alcalde Abarca eran del PRD y de López Obrador.
En el análisis político, la ruta Tlatelolco-Ayotzinapa no se agota en el Estado priísta sino en las fases de ascenso político de la oposición: los dos sexenios presidenciales del PAN y los cuatro gobiernos perredistas en el Distrito Federal nada hicieron para cambiar la lógica de la represión sistémica. El PRD había llegado al poder en Guerrero en el 2005 para cambiar la dinámica política de la represión política desde 1951 al Aguas Blancas de Rubén Figueroa Alcocer, pasando por el sexenio de su padre Rubén Figueroa Figueroa y los 500 disidentes asesinados. En el poder en Guerrero, el PRD terminó igual de represivo que el PRI.
Por tanto, la ruta de la represión y de las derrotas progresistas debería presentarse con mayor claridad: del Tlatelolco del PRI al Ayotzinapa del PRD-López Obrador. Y si no pasa año en que las celebraciones del 2 de octubre insisten en la represión de un gobierno priísta, fue ominoso el silencio de los padres de los 43 normalistas y del sector dominado por el PRD respecto de la responsabilidad criminal del PRD y López Obrador en el asesinato de los estudiantes en el basurero de Cocula vía Abarca.
Al final, la campaña Tlatelolco-Ayotzinapa proviene de grupos antisistémicos organizados detrás de organizaciones de derechos humanos. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, influida por el mexicano Emilio Álvarez Icaza y su pasado de activista antisistémico, ha enfatizado en esta lógica de represión del sistema, pero el reporte del grupo independiente de la CIDH calló ominosamente la responsabilidad del PRD y de López Obrador.
De Tlatelolco-PRI a Ayotzinapa-PRD-AMLO va el itinerario de la represión sistémica que los grupos progresistas no han sabido digerir ni proyectar hacia el futuro. El PRD llegó al poder con la bandera de la democracia social, pero en Iguala-Cocula-Ayotzinapa se salpicó las manos de sangre juvenil. Con la pesada herencia el PRI y el fracaso del PAN como partido de la alternancia, el PRD-AMLO perdió la oportunidad histórica de construir la democracia.
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