Lo de menos se localiza en el hecho de que la crisis económica era inevitable por el deterioro de China y la fragilidad del sistema financiero; pero lo de más radica en el hecho de que la crisis se esperaba desde antes pero las autoridades económicas y financieras esperaron hasta el último momento sin previsiones contracíclicas.
No es la primera vez que ocurre. El choque petrolero de 1986 hizo añicos la política económica de ese año antes de comenzar a funcionar porque el mercado se derrumbó apenas aprobado el presupuesto. Ahora se repite la imprevisión: los Criterios Generales de Política Económica para 2016 aprobados en diciembre pasado perfilaron para 2016 un PIB de 2.7%, un precio de petróleo de 50 dólares barril y un tipo de cambio de 15.90 pesos por dólar.
Pero en escasas cinco semanas el cielo se vino abajo: el anuncio de recorte de gasto y de alzas en tasas de interés internas del miércoles ocurrió con un precio de barril de 24 dólares y un tipo de cambio que llegó a 19.50, sin posibilidades de reactivación a mediano plazo. La falta de reacción de las autoridades llevó a un programa de choque ortodoxo: recorte de gasto y disminución de las metas de PIB.
El problema radica en que las explicaciones de las autoridades no despejaron la incertidumbre de no tener una previsión de más largo plazo; en los hechos, la crisis apenas comienza. Y si la explicación más racional se localiza efectivamente en el colapso de China similar al de 2008, la responsabilidad mexicana estuvo en la falta de medidas parciales para ir aminorando el choque.
La respuesta mexicana a la crisis es la misma que ha venido aplicando desde 1976: negar la existencia de una crisis, esperar que el mercado se estabilice y ante lo inevitable aplicar un ajuste macro. El presupuesto y la política económica para 2016 debieron de haber previsto desde diciembre la debacle internacional.
Lo que viene será el efecto en cascada del programa de ajuste: el recorte de gasto y el aumento en las tasas de interés reflejan un enfoque monetarista de la crisis: la inflación y su control por el lado de la demanda. Y si estas medidas han tenido relativo éxito en el pasado, en el mediano plazo implican de todos modos una repercusión inflacionaria y una mayor baja en la demanda vía una desaceleración inducida.
En este sentido la meta de PIB para 2016 de 2.7% ya no se alcanzará y las primeras estimaciones lo ajustarían a la baja hasta ahora en 1%, y el escenario prospectivo de Hacienda para 2016-2018 de un PIB promedio anual de 3.8% menos se podrá lograr porque el mercado petrolero no subirá el barril más de 30 dólares y el PIB internacional también va a disminuir.
La clave en el programa de ajuste se localiza en el objetivo central de impedir un rebote inflacionario. Hasta ahora, las previsiones no hablan de un hoyo recesivo de 0% o menos sino apenas de una desaceleración programada y controlada en lo que se pueda, pero habrá que esperar que los EE.UU. también hagan su ajuste y muevan a la alza las tasas de interés para provocar mayor crisis en México.
En este contexto, las expectativas del PIB no serán de metas específicas sino de ajustes sobre la marcha, lo que indica que lo peor aún no ha llegado.
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Política para dummies: La política es el camino más largo para llegar a las metas más cercanas.
Sólo para sus ojos:
- Del primer choque petrolero de 1973, cuando subieron los precios internacionales y México importaba crudo, a la crisis de 2016 han pasado 43 años y los gabinetes económicos han tenido el común denominador de la imprevisión.
- De los focos rojos electorales del PRI, el de Veracruz es el más inquietante al interior del grupo dirigente priísta porque se trata de un estado que es granero de votos. El deterioro del gobernador Javier Duarte ha llegado a un punto y a un tiempo político en que su relevo ya no tendría efectos electorales positivos para el PRI. En el gabinete político hay lentitud en la toma de decisiones.
- El proceso electoral en los EE.UU. sigue su marcha y Trump llegó en estos días en superar 2 a 1 a su segundo lugar. Y en el lado demócrata Hillary Clinton sigue cayendo al grado de que hay líderes políticos que le están pidiendo a Obama que impulse a su vicepresidente Joe Biden.
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