Lo que no nos dicen los sesudos analistas políticos ni del D.F. ni de Washington, es que la “reforma migratoria” gringa que nos tiene con el grito en el cielo y el jesús en la boca, se transmutará de rayos y centellas en propuestas de legislación que a su vez transitarán por grupos de interés y organizaciones ciudadanas para terminar en vaporcillos estivales que se disiparán por ahí de la elección presidencial estadounidense de 2016.
Tal es mi predicción sobre el desenlace de este espinoso asunto bilateral. En 36 meses se verá si tengo o no razón.
¿Por qué el aplomo para un vaticinio al que no se atreven ni las más afamadas plumas del periodismo académico–político que atosigan las planas lo mismo de Reforma y El Universal que del New York Times y el Christian Science Monitor? Responder que por que tengo “los pelos de la burra en la mano” suena huero y frívolo, pero no tiene vuelta de hoja. Veamos algunas razones:
a) El gobierno de Obama está en riesgo de pasar a la historia como el de Warren Harding, cuyo aislacionismo, política anti inmigrantes, y escándalos de corrupción (hoy replicados en los sainetes de espionaje y el vodevil del acoso a Evo Morales en su regreso de Rusia) lo dejaron como símbolo del desprestigio político; b) un golpe al prestigio del primer Presidente negro en la historia de los EUA (y el tercero en América) sería un retroceso de cien años en el ambiente de igualdad y tolerancia para las minorías ganado a fuego y sangre desde el plantón de Rosa Park en la década de los sesenta del siglo pasado; c) los legisladores que votaron la reforma y el muro dieron la impresión de que con la mano derecha surtieron atole a sus electores y con la izquierda a sus patrocinadores, o sea que quisieron quedar bien con dios y con el diablo; d) en medio de la crisis económica y a la sombra de una recesión, no hay de dónde sacar los miles de millones de dólares que se requieren para contratar a 20 mil agentes fronterizos y para levantar el muro que (je, je) va a “sellar” la frontera entre México y el paraíso de la democracia, y e) nadie quiere decirlo, pero la guerra fría que “murió” con la caída del Muro de Berlín comienza a dar señales de vida y el Joint Intelligence Community Council (algo así como el aquelarre de los espías) necesita con urgencia justificantes para la lucha que se avecina. Revise el lector las declaraciones de Putin en relación a la petición de asilo de Snowden y encontrará una clave del estado supurante en que está la relación de las dos súper potencias.
Hay otras razones, pero las anteriores dan idea de la situación. Cada vez que Estados Unidos tiene problemas, busca a un “Gran Satán” a quien culpar… y hoy nosotros encarnamos a la perfección ese papel. Todos en Washington buscan quién se las pague, pero nadie querrá dar el primer paso para concretar las grandes medidas.
Por ello, tal como prometí la semana pasada, recupero la filípica que asesté al gobierno del norte la última vez que los políticos de allá hablaron de “un muro”. Que nadie diga que no hubo una advertencia a tiempo:
“Es una lástima que yo no sea uno de esos famosos conciliadores internacionales que viajan de un lado a otro para desfacer entuertos y conflictos y cobran en dólares. Si lo fuera, y la OEA o por lo menos el TIAR me patrocinaran, en quince minutos arreglaría ese tonto diferendo sobre muros, guardias nacionales, migrantes indocumentados y uso exclusivo del inglés. Así México y Estados Unidos retomarían la fraterna relación que mantuvieron durante… ejem… ahhh… mmmh… bueno, tendrían la relación que corresponde a dos pueblos civilizados y unidos por una de las más transitadas fronteras en el mundo.
“Primero viajaría a Washington para entrevistarme con el Presidente en la Casa Blanca o en Camp David y explicarle, con peras y manzanas, que en la historia de la humanidad el único muro que ha sido exitoso ha sido el de Pink Floyd. Y le pondría algunos ejemplos:
“Doscientos años antes de Cristo, un tal Qin Shi Huang pensó que sería buena idea construir una muralla para detener a los nómadas que amenazaban su imperio (nómada en chino antiguo = migrante). Y como además sentía su civilización amenazada, hizo que el pensamiento no conformista fuera una ofensa capital y sentenció a miles de intelectuales a años de trabajo forzado en la construcción del muro. Pero al cabo del tiempo los migrantes de todos modos pasaron, los críticos persistieron, el mandarín tuvo que incorporar las nuevas lenguas y ya sabemos en qué terminó la Gran Muralla.
“Algunos siglos más tarde un francés que era ingeniero y Ministro de Guerra tuvo la genial idea de construir un muro para contener a los odiados boches (boche en bávaro = migrante peligroso) y así nació la Línea Maginot, con su propia red ferroviaria, cañones de gran calibre y viviendas climatizadas para la tropa; toda la estructura estaba hecha de hormigón y el grosor de los muros era el más ancho que se conocía en este tipo de edificaciones. Nomás que cuando los boches decidieron que era tiempo de avanzar le dieron la vuelta, porque los muros y las murallas tienen el pequeño inconveniente de ser estáticos. So much por ese muro.
“Más adelante, la nomenklatura a cargo del paraíso de los trabajadores en Berlín Oriental decidió que era tiempo de proteger a las masas contra la decadencia occidental (decadencia en el discurso oficial = migración indeseada). Y de nuevo la burra al trigo: levantaron un muro. Pero no cualquier muro. Fue uno de cuarta generación, de hormigón armado, de 3.6 metros de alto y con 45,000 secciones independientes de 1.5 metros cada una. Además, se protegió la frontera con una valla de tela metálica, cables de alarma, trincheras para evitar el paso de vehículos, una cerca de alambre de púas, más de 300 torres de vigilancia y treinta bunkers. ¿Suena conocido? Creo que a los inquilinos del Capitolio nadie les ha dicho que su propio país burló el muro con un puente aéreo y ayuda económica y que con todo y barrera de cuarta generación, miles lo brincaron hasta que un día una turba iluminada lo hizo pedacitos y algunos se hicieron ricos vendiendo los trozos en muchas veces su valor original.
“Una vez educados los primos, volaría a México para reunirme en Los Pinos o en la torre que está junto al Museo de la Tolerancia para explicar con peras y manzanas que es un error protestar por el muro. Al contrario, debemos exigir que se levante a lo largo de toda la frontera. Y no doble, sino triple y de ser posible cuádruple. En las actuales condiciones del mercado mundial de acero esto sería una bendición para las siderúrgicas mexicanas (ni modo que los gringos compren lámina y alambrón en China) y se crearían miles de empleos bien pagados en Coahuila, Nuevo León, Michoacán, Veracruz y Yucatán, donde están nuestras plantas más importantes.
“Pero eso no es todo. Poco después de venderles el acero, del Departamento de Estado arribarían emisarios confidenciales para suplicar por acuerdos de trabajo temporales para los escuadrones de varilleros, soldadores, laminadores, alambreros y chalanes que levantar un muro de acero de tres mil kilómetros exige… porque nadie cree que los güeros de la guardia nacional vayan a poder, ¿verdad?
“Así, de golpe y porrazo tendríamos casi tantos dólares frescos como por la venta de petróleo para invertir en escuelas, en infraestructura industrial y de comunicaciones y en general para crear las condiciones de vida que se nos vienen prometiendo desde la Revolución. Será imposible que la clase política nacional no vea la pertinencia de mi propuesta. Pero si hubiese remisos –y siempre los hay- les revelo la estrategia oculta:
“Al final, el tortilla wall sería un obstáculo formidable para el narcotráfico. El precio del crack en Nueva York, Washington, Boston y Seattle se iría a las nubes; la Acapulco Golden escasearía en Beverly Hills, Vermont, Cape Cod y Miami… el electorado se alzaría en armas y en las siguientes elecciones tanto los demócratas como los republicanos pagarían las consecuencias. Entonces, ya desde una posición de fuerza, nos sentamos a negociar en serio los términos de una nueva relación.”
Y como pensamiento de último minuto, propongo que una vez levantado el muro, que en el mediano plazo serviría también para ponernos a salvo del tráfico de armas, cada cien metros México podría colocar, en su lado, grande letreros con la leyenda: “Please don’t feed the gringos”.
Molcajete
En la sección del santo rescoldo en donde se encuentre, Mark W. Felt debe estar revolcándose de la risa al ver la incompetencia en que han caído los servicios de inteligencia gringos. En verdad no se había visto tanta ineptitud desde que William Christian Bullitt, Jr. fue despedido del servicio diplomático por sospechas de tráfico ilegal de moneda. No dudo que el autor de la persecución de Evo Morales en su regreso de Rusia sea el mismo burócrata que diseñó la estrategia del “rápido y furioso”. Ambos episodios fueron ejecutados con la misma torpeza. Felt, como todos sabemos, operó bajo la cobertura de “garganta profunda” y él sí sabía el oficio. Logró la renuncia de Nixon y nadie se enteró de su existencia sino hasta después de su muerte. // ¿Tienen alguna utilidad las campañas políticas? En una próxima entrega compartiré mis autorizadas impresiones. Esté pendiente.
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