El año 2023 fue testigo del auge y la expansión vertiginosa de las inteligencias artificiales, pero 2024 nos está mostrando un escenario más complejo, una especie de novela de ciencia ficción, en la vida real, que hoy ya se desenvuelve entre legislaciones y demandas que desentrañan el tejido, y en ocasiones, ya el sentido mismo de la inteligencia artificial (IA).
Una de las tramas más intrigantes es la que protagoniza el periódico The New York Times contra OpenAI y su principal inversor, Microsoft. El Times ha decidido llevar este asunto a la arena legal, acusando a estas dos potencias tecnológicas de violar derechos de autor al utilizar sus artículos para entrenar a modelos de IA, especíal y especificamente, el conocido ChatGPT.
Los demandantes argumentan que OpenAI y Microsoft, se aprovecharon de la inversión del Times en periodismo sin permiso ni compensación, para el entrenamiento de su sistema generativo. Esto plantea preguntas fundamentales sobre la propiedad intelectual en el contexto de la IA.
La demanda del Times, que busca varios miles de millones de dólares en daños, representa un acto audaz en un paisaje donde otros medios han optado por acuerdos y colaboraciones. ¿Dónde trazamos la línea entre la innovación y el respeto a los derechos de autor en este nuevo mundo de la inteligencia artificial? ¿Tendría que haber un acuerdo de licenciamiento de los contenidos para poder entrenar estos sistemas?
Esta controversia también destaca la cuestión más amplia de cómo las IA, como ChatGPT, están entrenadas utilizando información disponible en Internet. ¿Dónde se encuentra el límite ético cuando se utilizan contenidos sin autorización directa? Es un recordatorio de que, mientras celebramos el progreso, debemos abordar de manera crítica las cuestiones éticas y legales que surgen.
No está de más mencionar que The New York Times no está solo en esta batalla. La Asociación de Medios de Información (AMI), en España, ha respaldado esta demanda, subrayando que es un llamado de atención sobre los derechos sobre la creatividad humana en la era de la IA.
Aun en medio de estos desafíos legales, la Unión Europea (UE) ha dado un paso histórico, y único diría yo, al llegar a un acuerdo provisional para la primera Ley de Inteligencia Artificial. Este reglamento tiene como objetivo equilibrar la innovación con la protección de derechos fundamentales y la democracia. Prohíbe prácticas como el reconocimiento facial en ciertos contextos, establece requisitos de transparencia y evalúa sistemas de IA de alto riesgo.
Esta ley es una respuesta a la creciente necesidad de regular el uso de la IA, especialmente en sectores sensibles. Sin embargo, también plantea preguntas sobre cómo podemos fomentar la innovación y el desarrollo de la IA sin sofocar su potencial.
El mundo está navegando por aguas desconocidas en la era de la inteligencia artificial. La tecnología avanza a pasos agigantados, pero las preguntas éticas y legales se acumulan en la misma medida.
Negar el desarrollo de la IA sería absurdo en este punto, pero también es esencial garantizar que este avance se produzca dentro de límites éticos y legales claros.
2024 se presenta como un año crucial, donde la balanza entre la innovación y el respeto a los derechos y la ética se encuentra en un delicado equilibrio. La novela de la inteligencia artificial está lejos de tener un desenlace predecible, pero seguramente nos mantendrá en vilo durante mucho tiempo.
Mientras nos aventuramos en este camino de términos legaloides, difusos pero innovadores, solo el tiempo dirá cómo se desarrolla esta trama tan fascinante.
Que 2024 nos encuentre no solo abrazando la innovación, sino también reflexionando sobre el impacto ético y legal de nuestras creaciones digitales.
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