(Condenamos enérgicamente el asesinato de Catarino Torres Pereda en Tuxtepec y de Heriberto Pazos Ortiz en la ciudad de Oaxaca y hacemos un llamado al pueblo de Oaxaca a mantenerse alerta ante este clima de violencia.)
El 4 de julio para demostrar su deseo de cambio el pueblo se volcó a las urnas. Fueron más de 730 mil votos a favor de la coalición Unidos por la Paz y el Progreso y su candidato a la gubernatura, un hecho inédito en la historia electoral de Oaxaca. Hubo desde luego quienes preferían el statu quo y votaron por este. Pero la ciudadanía voto mayoritariamente por la alternancia en el poder político del estado.
El voto por Gabino Cue Monteagudo fue una expresión del hartazgo, una especie de ¡ya basta!.
La ciudadanía se pronunció por un nuevo ejecutivo en el estado surgido de un partido distinto del que ha gobernado por décadas la entidad el estado, también lo hizo por una nueva composición en el congreso, por nuevas autoridades municipales, preferentemente de la Coalición opositora. Se ganaron muchos de los principales Ayuntamientos. La Coalición no solo ganó la gubernatura sino la mayoría de las diputaciones y un amplio número de las 152 presidencias municipales que se rigen por el sistema de partidos políticos.
En las elecciones del 4 de julio, una franja muy importante de la ciudadanía, la sociedad civil, los partidos de oposición, se expresaron contra el régimen autoritario que hemos padecido.
Hemos caracterizado este régimen como gobernadorismo autoritario porque se centra en el gobernador del estado quien ha ocupado el vértice de la pirámide del poder político; en el ejercicio discrecional de la ley por parte del ejecutivo más que en un real estado de derecho; en este régimen los otros poderes del estado, el legislativo y judicial y el resto de las instituciones públicas, han estado sometidas al gobernador; el recurso público se ha utilizado de manera patrimonial y no en una manera republicana; se ha preferido el ocultamiento y manipulación de la información pública por lo que se ha sido reactivo a la rendición de cuentas, a la transparencia, a la libertad de información y de prensa.
Este régimen autoritario ha tendido mas al control y la manipulación clientelar del ciudadano, que a su participación informada, libre, organizada; su visión de la sociedad ha sido maniquea; su actuación ha sido parcial más que neutral, facciosa podríamos decir, los miembros de la burbuja, los cómplices del ejecutivo, han gozado de sus favores y canonjías, los adversarios del régimen han sufrido sus aversiones y persecución; lo tentación ha sido la represión y la venganza, más que la justicia; el recurso de la fuerza más que la utilización del diálogo, la conciliación y el acuerdo; el déspota que ha coronado este régimen ha usado el poder para su beneficio más que para el de los gobernados. Nada que ver con aquella idea de los griegos de que el gobierno debe buscar la felicidad del pueblo. O la idea más moderna de que el fin del estado, es el bien común.
Frente a este régimen nos pronunciamos este 4 de julio y logramos con ello, lo que a partir el 1 de diciembre será, por primera vez, en más de 80 años, una alternancia en el poder político del estado de Oaxaca. Muchos y muchas, no solo en Oaxaca, sino en todo el país, estamos contando los días para ello.
Pero eso aun no es la transición, será en todo caso, una alternancia. La alternancia era una condición necesaria pero no suficiente para la transición. La alternancia no es poca cosa ciertamente. Incorpora el ingrediente de la competencia al proceso electoral y orilla a los contendientes a buscar resultados para lograr ser una opción frente al electorado. Unos para mantener el poder, otros para alcanzarlo o, en su momento para recuperarlo. La gente que voto el cuatro de julio, en mi opinión, no solo quiere una alternancia, un “quitate tu para ponerme yo”. La ciudadanía quiere una transición.
Se entiende que la transición que esperamos es de un régimen autoritario a un régimen democrático.
Pero la democracia es una abstracción y a la vez un ideal, hay que llenarla de contenido histórico, es decir, ubicado en un tiempo y en un espacio determinado. La democracia en Oaxaca ahora, debe ser lo contrario de lo que hemos tenido. Es nuestro sueño y esperanza que la transición en Oaxaca nos permita construir un régimen que no esté centrado en el gobernador, que no tengamos una especie de monarquía que es una de la tres formas de gobierno que reconocen los clásicos de la ciencia política (las otra son la aristocracia y la democracia), sino que el poder, ahora, en todo caso, conforme al modelo de Montesquieu en “El espíritu de las leyes”, este repartido en los distintos poderes del estado, el legislativo y judicial. Que el gobierno, dice Montesquieu, “vigile al gobierno”. Que exista un real equilibrio de poderes como lo han planteado algunos teóricos del estado moderno.
Pero esto no es suficiente en la democracia a la que aspiramos, también queremos que estos poderes, no sean arbitrarios, sino que gobiernen con la ley en la mano y a la vez que tengan un sentido de justicia y espíritu republicano. Que se apeguen a la legalidad, que sean honestos, que rindan cuentas, que se manejen con transparencia. Que la legitimidad, se obtenga de la legalidad de los actos gubernamentales como lo señala Norberto Bobbio. Este es una columna central de la transición que esperamos. Forma parte de la idea del estado democrático de derecho.
A la vez, queremos que la autoridad tome en cuenta a la población en sus decisiones, particularmente en la conducción de la administración, que exista una amplia participación ciudadana en la cosa pública, no solo en las votaciones, sino que incluso esta acompañe a la planeación y fiscalice la acción del gobierno.
Que exista un empoderamiento de la sociedad y que se institucionalicen instrumentos de la democracia participativa: el plebiscito, el referéndum, la iniciativa popular legislativa, la revocación de mandato, entre otras figuras. No basta pues una democracia solamente representativa, es necesaria para la transición democrática de Oaxaca una democracia participativa.
Queremos que se nos informe con veracidad. Que se respeten nuestros derechos a la información y libertad de expresión, así como el ejercicio de otros derechos humanos, a la libertad, a la vida (de la que se ha privado a decenas sin que hasta ahora se haga justicia, incluidos los asesinatos recientes), a la seguridad integral de las personas, pero también a la salud, la educación, la vivienda, el empleo, la cultura, etc. El cambio, la transición por ende, no solo se queda en el plano político y las garantías individuales, también debe ir al plano económico, social, cultural, al ejercicio pleno de los derechos humanos todos.
Lograr esto no va a ser tarea sencilla, ni fácil, ni rápida. Implica voluntad de todos los actores, unidad de las fuerzas progresistas y democráticas, amplia participación de la ciudadanía. No es una tarea con la que pueda solo el gobierno.
Por el momento, lograda la alternancia, a partir del 13 de noviembre en que toma posesión el nuevo congreso, hay que avanzar en la transición democrática, mejor aún, en la democratización.
(Segunda parte)
Cesar Cansino, al plantear los modelos de transición democrática en su libro: “El desafío democrático; la transformación del estado el México Postautoritario” identifica al menos dos fases de la democratización de un régimen, a la primera la llama “instauración democrática”, a la segunda, “consolidación democrática”.
En la primera fase, encuentra tres elementos fundamentales de un mismo proceso: la deslegitimación del viejo régimen (para ello debemos conocer la verdad sobre este, debemos saber todo lo que ocurrió en el pasado, tenemos ese derecho); otro elemento es la derogación de aquellas normas jurídicas existentes en el régimen autoritario que no corresponden a una lógica propiamente democrática (de ahí la importancia del congreso), y finalmente lo que llama “el compromiso” de los actores de “no coalicionar”, con aquellos actores contrarios al régimen democrático, (lo cual no significa dejar de buscar pactos públicos con los adversarios de buena fe, pero sobre la base de nuevas reglas, normas y principios que oxigenen la vida pública). Estos tres elementos del proceso forman parte de los que el propio autor llama también, “destitución autoritaria”. La “destitución autoritaria” formaría parte de la “instauración democrática”. Para construir democracia, debemos destituir autoritarismo. A partir del 13 de noviembre el congreso jugará un papel central en esta tarea.
Otro elemento de este proceso de “instauración democrática”, implica la construcción de un nuevo marco jurídico constitucional y el rediseño institucional que, en algunas transiciones democráticas, ha llegado incluso a dar pie a una nueva constitución. Los ejemplos más cercanos los tenemos en América Latina: Bolivia, Ecuador, etc.
En el momento actual de Oaxaca, lo primero es una profunda reforma de la constitución y las leyes para ponerlas en clave democrática. No descartamos sin embargo, como lo han planteado diversas expresiones del movimiento popular, la discusión pública de una nueva constitución a mediano plazo.
El congreso tiene por ende una tarea fundamental inmediata. Desmontar el andamiaje jurídico autoritario y ponerlo en clave democrática, lo que no es poca cosa.
Hay que revisar todas las leyes que le dan sustento al gobernadorismo autoritario y sustituirlas por otras que contribuyan a la democratización.
De la congruencia y consistencia de este proceso se vislumbra si la instauración democrática es débil o fuerte.
Si es fuerte, se puede avanzar a la segunda fase de la democratización que el autor denomina, “la consolidación democrática”. En una visión optimista, en esta otra etapa de la democratización, la democracia forma parte de la cultura general, de las concepciones y actitudes cotidianas de la ciudadanía que implican respeto por la legalidad, valores republicanos, espíritu cívico y ético, tolerancia hacia los demás, solidaridad con el prójimo, inclusión, ejercicio de una ciudadanía responsable y un gobierno apegado a la legalidad, la consolidación del estado democrático de derecho.
Si es débil, el régimen queda a merced de los chantajes de los emisarios del régimen autoritario.
Nos preguntamos: si ¿habrá el talento, la voluntad, la capacidad para refundar el pacto social en Oaxaca y expresarlo en un nuevo andamiaje jurídico?, ¿ si tendrán esta disposición todos los diputados coalicionistas?, ¿si tendrán los diputados priistas locales la voluntad de contribuir a la transición democrática?, ¿ si vienen con ánimo constructivo o vienen con voluntad rijosa, de pleito y a contracorriente de lo que el pueblo quiere y demanda?. De estas respuestas y actitudes dependerá que tanto y que tan rápido se puede avanzar. Incluso, si avanzamos en la transición de manera consensuada, o de manera conflictiva. El nuevo gobierno deberá hacer un pulso en los primeros días de su mandato para plantear sus estrategias.
Las iniciativas para la reforma jurídica, política y administrativa que seguramente muy pronto conoceremos, serán muy importantes para el proceso que habrá de inaugurarse a partir de la toma de posesión del nuevo congreso, el 13 de noviembre y del ejecutivo del estado, el 1 de diciembre.
El del ejecutivo es otro campo del que dependerá avanzar o no en un sentido democrático. Al respecto, surgen algunas preguntas de la ciudadanía.
¿El gobierno, en sus distintos niveles, estatal y municipal, se integrara con funcionarios honestos, que entiendan el momento histórico que vive Oaxaca que es de servir y no de servirse?, ¿tendrán la suficiente disposición para abrirse a la participación ciudadana?, ¿aceptarán el escrutinio y la fiscalización ciudadana?.
Desde luego que funcionarios honestos, hombres y mujeres, ayudarán a un proceso de purificación de la vida pública tan corrompida y de avance en la democratización del estado. Sus talentos influirán en los avances en el desarrollo económico y social.
La otra parte fundamental de la transición es la sociedad política y la sociedad civil.
¿Los actores de la sociedad política, los partidos, los dirigentes, los sindicatos, la burocracia, los poderes fácticos, los factótums, las personalidades, las universidades e instituciones de educación superior, las iglesias, los medios de comunicación, los dueños de los periódicos y la radio, etc. estarán dispuestos a cambiar en un sentido democrático, de apego a la legalidad, de respeto real y apertura a la ciudadanía?.
¿Estarán dispuestos aquellos que han sido beneficiarios del “ancien regime” a contribuir ahora al cambio democrático?.
¿Estará la clase política, la vieja y la nueva, dispuesta a asumir con responsabilidad el cambio de régimen?. ¿Tendrán los actores la capacidad para asumir responsabilidades y superar la vieja cultura de la fascinación por el vértice del poder que endiosaba al gobernador?, ¿Se tendrá la actitud y la disposición para asumir un nueva actitud, una actitud democrática para un nueva etapa?.
¿En el caso de la ciudadanía, estará dispuesta a organizarse, acompañar el proceso, responsabilizarse de las actitudes y tareas que la nueva época le requiere?
¿Estará dispuesta a exigir sus derechos pero también a cumplir sus responsabilidades con los demás?. ¿a respetar el estado de derecho?, ¿a reconocer que el derecho de uno termina donde empieza el derecho del los demás; como lo señalaba Juárez al decir que, entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz?
De las respuestas que los distintos actores políticos y sociales den a estas preguntas, tanto en sus concepciones como en sus actitudes y conductas, dependerá en mucho el paso de un alternancia a una transición democrática, que en todo caso, empieza apenas en unos días. Urge además ante el vacío de poder que estamos viviendo.
Para terminar diré que todos y todas tenemos una responsabilidad en este momento histórico que no podemos ni debemos rehuir. Gobernantes, diputados, autoridades municipales, jueces, magistrados, agentes del ministerio público, policías, organizaciones de la sociedad, maestros, ciudadanos, ciudadanas, estamos llamados a jugar un papel importante en cada trinchera, de ello depende, y no solo de Gabino Cué, avanzar o no en la transición democrática. No avanzar de manera conjunta en esa dirección traerá desilusión y frustración. México espera mucho de los oaxaqueños y oaxaqueñas, estemos a la altura de nuestro momento histórico.
(Palabras en el seminario sobre las elecciones del 2010, organizadas por el Instituto de Investigaciones Sociológicas de la UABJO).