El fallido operativo en Culiacán el 17 de octubre pasado, concebido para lograr la detención de Ovidio Guzmán López, hijo del narcotraficante mexicano, Joaquín “El Chapo” Guzmán, desnuda a un presidente de México farsante y a un Gobierno incapaz.
El presidente de la República mintió, fue cómplice o artífice del engaño, determinó claudicar en la aplicación del Estado de Derecho y en lugar de asumir su responsabilidad como jefe de Estado culpó a medios de comunicación por dar a conocer las versiones oficiales y las contradicciones que de éstas derivan. Ese es el resumen de la actitud de Andrés Manuel López Obrador en relación con el Culiacanazo y, básicamente en cada crisis que se da a conocer en México.
¿Qué consecuencias tiene para el país? Las que ya son evidentes. Impunidad y fortalecimiento del crimen organizado, en materia de seguridad; recesión, en materia económica; permanencia del saqueo a los bienes de la Nación, en relación con el huachicoleo; agudización de crisis en el sector salud; burla a la voluntad ciudadana, en materia electoral (caso Baja California, intención legislativa de desmantelar el Instituto Nacional Electoral). En cada tema, el presidente se ha lavado las manos.
Somero repaso a las mentiras del culiacanazo
Mentira 1: El operativo no fue fortuito, sino planificado con semanas de antelación, las dos versiones las otorgó el mismo titular de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo; con todo ello, insiste en que el gobierno no mintió, sólo dio la información que tenía en ese momento.
Mentira 2: El Ejecutivo no sabía. El pasado 29 de octubre Durazo confirmó ante los senadores integrantes de la Junta de Coordinación Política, durante una reunión previa a su comparecencia, que López Obrador estaba enterado.
Mentira 3: El presidente estaba incomunicado y el Gabinete de Seguridad tuvo que tomar las decisiones. Andrés Manuel se encontraba en Palacio Nacional en el momento de los hechos, tan es así que a su llegada al aeropuerto los medios le preguntaron acerca del operativo Culiacán y él respondió que Durazo haría las declaraciones.
Mentira 4: Se retiraron para no poner en riesgo a la población, porque fue un operativo que no se tenía planeado. Se retiraron porque no tuvieron otro remedio. Los refuerzos de seguridad que llegaron a Culiacán ni siquiera fueron capaces de recuperar el control de los retenes, tampoco de rodear la casa de Ovidio (fue el cártel quien mantuvo resguardado el perímetro, las esquinas de la casa del narco) a pesar de que el operativo fue planificado y, por ende, sabían la respuesta que los delincuentes darían a la detención del hijo del Chapo.
Mentira 5: No estaban preocupados por “dar la nota” sino por salvar vidas. La segunda ficción más obvia del Culiacanazo. Claro que ambicionaron dar la nota, pero en la versión que ellos querían, recargada a “gobierno salva vidas” en lugar de “gobierno inepto provoca operativo fallido y arriesga vidas en Culiacán”. Y ahí están los hashtags como testimonio permanente.
La culpa la tienen los medios
El presidente de México se exhibió él mismo y culpó a los medios por dos acciones básicamente: informar las siete versiones que las fuentes oficiales dijeron sobre el fallido operativo en Culiacán y presionar (mediante investigaciones, preguntas, análisis) para que las autoridades nos participaran su verdad histórica.
Es decir, le fastidió que los periodistas hicieran su trabajo.
De la absoluta y fatal incompetencia para reconocer los saldos del culiacanazo, se derivan diversos errores más, como dar a conocer el nombre del responsable del operativo (y un día después decir que no, que fue otra falla en comunicación).
Además del evidente riesgo para el militar exhibido, ¿qué agente, secretario de gabinete, especialista o simple burócrata hará en adelante su trabajo para la administración federal con certidumbre, confianza y lealtad hacia su Gobierno, sabiendo que éste no duda en traicionarlo exhibiéndolo como chivo expiatorio cuando así lo dicta la mezquindad de sus intereses?
El presidente mintió. Y es responsabilidad exclusivamente de él.
La culpa del fracaso del operativo, al ser comandante supremo de las Fuerzas Armadas de México, también es suya.