Ni a 15 días de iniciado este año, y ya comenzamos con problemas en el tema educativo. Antes de que se cumplan los primeros 8 días de clases después de las vacaciones de fin de año, parece que los maestros de la sección 22, amenazan con sus paros indefinidos. Ojalá no se lleven a cabo.
¿Ustedes saben cuántos días, durante los laborales, se suspenden clases al año? Son muchos. Es frecuente que durante este período educativo los maestros dejen de trabajar sólo porque se van a sus guardias que tienen que cubrir en el plantón del zócalo de la ciudad de Oaxaca. Sin avisarles a sus alumnos, el maestro abandona a su grupo. Afortunadamente para el mentor, todo esto queda oculto en medio de las labores de la escuela. Mientras el maestro plantonista se ausenta, sus compañeros de la escuela, le dan vueltas a ese grupo de niños abandonados y así, ni los padres de familia se enteran que su hijo estuvo abandonado por su maestro de salón. Aunque ha habido otros casos que cuando el maestro no llega, por su misma guardia, se les despide a los niños y estos se van solos a su casa. Esa irresponsabilidad por parte del profesorado, equivale a exponer a estos pequeños en las calles. Pero en fin, así es de corto el compromiso con la educación de la Sección 22.
Aparte de todo eso, los 365 días y pico de horas con que viene equipado el año, se ocupan más de 100 días en no trabajar por la muy buena razón de que se trata de sábados y domingos.
Otra magnífica causa para no arrimarse al trabajo es lo apretado de nuestro calendario cívicoreligioso, que se encuentra retacado de solemnísimas conmemoraciones. Aquí, católicos o no, se acogen devotamente a consagrarse para llevarse los días con amplios y mexicanísimos “puentes” que inutilizan en promedio unos 40 días al año.
Una razón más para no chambear, son los famosos “motivos de salud”. Enfermedades de las de a de veras y de las de a mentiras impiden laborar cuando menos otros 30 días más. Gracias a enfermedades reales o ficticias, que van desde un espantoso sida diagnosticado, que no se le desea ni al peor enemigo, hasta una simple cruda disfrazada de “ataque gripal”.
La familia consanguínea y política, incluyendo a los compadres, sirven para ser improductivos otros veinte días que se escapan entre operaciones de una tía, defunciones, graduaciones, caídas al bote de un pariente, santo de un compadre no encontrar transporte para ir a trabajar o que encontró cerrado el paso por el bloqueo de la sección 22.
A todo esto hay que agregarle otros 15 días, si sumamos las horas que en el lugar de trabajo se le dedica a buscar en las listas de lotería aquel número del cachito, llenar los melate, saludar a los cuates, leer el periódico, hacer el crucigrama, tomar café, platicar por teléfono, llegarle a la torta, de esa que se come, celebrar el santo del jefe, el día de la secretaria, hacer la solicitud para la requisición de papel, ir al baño para hacer del uno y luego del dos y a veces, los lunes, hasta del tres. Tuitear, enterarse de los que escriben los amigos en el facebook, sin descuidar, claro, el whatsaap, etc.
Todavía faltan los días forzosos de origen político, que bien pueden significar otros 20 días más de inactividad. Aquí van las marchas, plantones, mítines, tomas de edificios públicos, juntas sindicales y demás ocurrencias que hay en cada una de las oficinas públicas.
Y para cerrar los días de flojera, están las esperadas vacaciones, mismas que todos, a su debido tiempo, se disponen a disfrutar. ¿Cómo la beisbol?
Cuántos días trabajamos en el año: Horacio Corro Espinosa
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