A pesar de reformas productivas desde 1979, la economía mexicana sigue padeciendo una falla de origen: el mismo modelo de desarrollo que depende de los ciclos externos y que tiene a México atrapado en tres puntos: la dinámica de siga-pare en el PIB, la dependencia de los choques externos y el límite de 2.5% de PIB para evitar presiones de sobrecalentamiento.
El presupuesto para 2017 basado en recortes de gasto afectará con severidad la economía, tendrá la expectativa de PIB de menos de 2% para este 2016 y menos de 1.5% para 2017 y configura un escenario de desarrollo afectado por la fragilidad de la política económica.
No se trata de un defecto actual de la economía sino de la acumulación de contenciones artificiales de algunas variables y de la posposición de reformas en la estructura productiva. La crisis económica de 1973-1985 se contuvo con un programa de control de las variables inflación-tipo de cambio, pero a costa de desalinear a otras: salarios, impuestos, utilidades, población, política social y gasto público.
El fondo de la crisis se localiza en el agotamiento del modelo de desarrollo basado en la estabilidad macroeconómica, hasta 1973 conocido como desarrollo estabilizador y, luego del breve lapso de desarrollo compartido, de nueva cuenta al desarrollo estabilizador 1982-2018. La clave de este modelo radica en el objetivo prioritario final del tipo de cambio estable a partir del control de la inflación por la vía del manejo artificial de la demanda, es decir, el control de los salarios y gasto público.
El largo periodo 1954-1970 logró tasas promedio de crecimiento económico anual de 6%, con tasas de inflación de 2%. El gasto se ajustaba a los ingresos y la baja corrupción generalizaba permitió una muy profunda política social. Echeverría rompió el modelo con el aumento del gasto público sin ajustar los ingresos fiscales y la inflación presionó la devaluación en 1976, acicateada por la desconfianza política. López Portillo repitió el modelo apoyado en los ingresos petroleros, pero al no impulsar la oferta de bienes y servicios el dinero petrolero se lo comió la inflación.
El ciclo neoliberal de De la Madrid a Peña Nieto volvió a meter a control la inflación por el lado de la demanda y liberó los controles productivos para aumentar la oferta, pero la respuesta fue menor porque la planta industrial estaba incapacitada para aumentar la producción. Por eso abrió la frontera a la libre importación y firmó el tratado de comercio libre, y el aumento en la oferta disminuyó la inflación y volvió a someterse a control el tipo de cambio.
El problema, sin embargo, fue que el modelo neoliberal aumentó la pobreza, redujo la cobertura de la política social y el control salarial no impulsó la producción. Y el país entró en el ciclo siga-pare-siga: el PIB aumenta hasta que presiona la inflación y entonces se induce la desaceleración para controlar la inflación y luego otra vez a crecer.
La presión inflacionaria, la especulación con divisas y la desconfianza en el gobierno han sobrecalentado la economía y hay que enfriarla con desaceleración y recortes. Y así seguiremos con ciclos cortos de estabilidad-inestabilidad, mientras no se tome la decisión de replantear la totalidad de la política de desarrollo y la política económica neoliberal.
En este escenario, el destino de México será crecer entre 1%-2.5% cuando se necesita regresar al 6%.
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