Diana Mendez
Este jueves, Oaxaca celebra una de sus tradiciones más arraigadas y entrañables: el Día de Corpus Christi, festividad católica que honra la presencia viva de Jesús en la Eucaristía y que en esta entidad adquiere un matiz único al entrelazarse con la gastronomía y la memoria colectiva.
La solemnidad de Corpus Christi —que significa “Cuerpo de Cristo”— se conmemora 60 días después del Domingo de Resurrección, recordando la Última Cena de Jesucristo con sus discípulos. En este acto, Jesús compartió el pan y el vino como símbolos de su cuerpo y su sangre, instituyendo así uno de los principales sacramentos del cristianismo: la Eucaristía.
En Oaxaca, esta fecha no se vive únicamente en los templos, sino que trasciende hacia los espacios públicos y familiares, en donde las empanadas dulces y saladas se convierten en el símbolo material de una fe que se comparte. Desde temprana hora, los puestos se instalan en atrios y calles del centro histórico, ofreciendo empanadas de lechecilla, piña, coco y otros sabores típicos, elaboradas artesanalmente por familias que preservan esta tradición centenaria.
La historia oral cuenta que en tiempos antiguos los campesinos llegaban a la ciudad con sus mulas cargadas de lo mejor de sus cosechas para ofrecerlas a Dios como agradecimiento. En una ocasión, se dice que las mulas se arrodillaron durante la procesión, lo que fue interpretado como una manifestación divina. Desde entonces, surgió la costumbre de elaborar burritos de hoja de plátano y regalar empanadas como gesto de generosidad y apoyo.
Así, entre incienso, rezos y sabores, el Corpus Christi en Oaxaca sigue siendo una jornada de encuentro y espiritualidad, donde la fe católica se entrelaza con las costumbres locales y la herencia de un pueblo que transforma cada celebración en un acto de comunidad. Esta festividad, que en otras partes de la república mexicana pasa casi desapercibida, en Oaxaca permanece viva gracias a quienes la preservan con orgullo, devoción y sabor.