* Paradójicamente, la creciente polarización, ahora religiosa, descalifica a sus “corcholatas”, Claudia, Adán Augusto y Ebrard, y fortalece la candidatura presidencial del moderado conciliador Alejandro Murat.
* Después de cooptar y corromper a los altos mandos de las Fuerzas Armadas, el Presidente sabe mejor que nadie que el único y mayor obstáculo que resta destruir en México es la Iglesia Católica y en especial a los Jesuitas.
En una genial cuanto diabólica, por perversa maniobra política, Andrés Manuel López Obrador puso en marcha su más arriesgada jugada provocadora para imponer un Maximato transexenal.
La radicalización del Presidente convierte a México en una especie de Medio Oriente al confrontar a judíos renegados, con ortodoxos y a estos con sus amigos libaneses, iraquíes, iraníes y árabes.
Paradójicamente la creciente polarización, ahora, religiosa, descalifica a sus “corcholatas”, Claudia, Adán Augusto y Ebrard, y fortalece la candidatura presidencial del moderado Alejandro Murat.
El Presidente ha propiciado hábilmente que el Embajador de Estados Unidos en México, Kent Salazar, haga a Murat su candidato, al igual que ocurre con el visto bueno de las Fuerzas Armadas.
A pesar de ser un consumado animal político, su fanatismo fundamentalista pentecostal impide a López Obrador observar que llevará a la 4T a topar con Jesuitas, la Iglesia Católica y los judíos.
Es una carambola política de lujo en tres bandas para sembrar el terror, a través de reeditar la persecución religiosa de la Iglesia Católica, especialmente contra los Jesuitas, porque el Papa lo es.
López Obrador no perdona al Papa que le exhibiera al desmentir que participaría en los foros por la paz y menos aún que rechazara pedir perdón por crímenes de la Iglesia durante la conquista.
Después de cooptar y corromper a los altos mandos de las Fuerzas Armadas, el Presidente sabe mejor que nadie que el único y mayor obstáculo que resta destruir en México es la Iglesia Católica.
El Presidente está sabedor que, según el INEGI, 77,7% de los mexicanos se adscriben católicos y representan 97,9 millones de votos potenciales en contra en la elección presidencial de 2024.
Dada su pertenencia a la denominación cristiana Pentecostal, AMLO ha fortalecido la presencia de los evangélicos y de seguidores de la Iglesia de la Luz del Mundo en el Congreso de la Unión.
Hace días incorporó a su gabinete legal a la ex candidata de Morena a Gobernadora de Nuevo León, Clara Luz Flores, cercana a Keith Raniere, líder de la secta de esclavas sexuales NXIVM.
Es una incongruencia más de AMLO, ya que la secta estadounidense condenada en 2019 por tráfico sexual, trabajo esclavo y crimen organizado ha sido dirigida en México por Emiliano Salinas.
Al mismo tiempo, López Obrador lanza un misil contra los judíos, al acusar irónicamente a distinguidos miembros de esa comunidad en México, como Carlos Alazraki, de “hitlerianos”.
Ello justifica dejar fuera de la sucesión presidencial a su delfina judía, Claudia Sheinbaum, por su caída en las preferencias y aceptación en las encuestas reales, ordenadas desde Palacio Nacional.
Asimismo, reencarna en Adán Augusto al comecuras tabasqueño Tomás Garrido Canabal, el enemigo mexicano de Dios, seguidor del general Francisco J. Múgica, pionero anticatólico.
AMLO sabe, por reportes de inteligencia, civiles y militares, que en sus homilías los obispos y sacerdotes católicos denuncian que la 4T dinamita a la familia y a las instituciones nacionales.
Durante sus cuatro años de gobierno, López Obrador ha sido reiteradamente informado que la jerarquía católica alerta a sus fieles de la corrupción rampante en las Fuerzas Armadas y “ninis”.
Para combatir la crítica de obispos y sacerdotes católicos obedece la incorporación de César Yáñez como subsecretario de Desarrollo Democrático, Participación Social y Asuntos Religiosos.
Paliar las denuncias de la Iglesia Católica es la tarea del ex vocero de AMLO en sus tres campañas presidenciales y ex coordinador general de Política y Gobierno de México de la Presidencia.
@efektoaguila