La mayoría de los políticos, cuando llegan al cargo, quieren que la gente los vea como iluminados, como a guías espirituales. Cuando se les comienza a consultar sobre todos los temas, se olvidan de servir al pueblo y creen que lo saben y dominan todo.
Cuando el político está en el poder, pierde la oportunidad de negociar o pactar estrategias con otros grupos o partidos políticos. Su tiempo lo desaprovecha para dedicarse a pagar favores.
Durante su campaña promete invertir en educación porque sabe que el analfabetismo es una vergüenza, y que a la larga, le causará trastornos a su propio poder.
El político en campaña promete invertir en salud, porque sabe que un pueblo enfermo, débil, es poco productivo y poco apto para trabajar. Por ese motivo asegura a la población que se dedicará a trabajar en programas efectivos de asistencia médica para su gente.
También promete invertir en alimentación, porque sabe que un ser humano hambriento tiene poca capacidad de razonamiento. Con hambre, el pueblo puede convertirse en la peor amenaza para su estabilidad política.
Hay políticos que aplican políticas desfavorables para el pueblo al atentar contra la canasta familiar. A este hecho, la gente lo califica como traición, y sólo por esa acción, jamás será perdonado. El hambre y la falta de recursos es una de las razones incuestionables de la delincuencia.
Muchos políticos han perdido de vista los tiempos que estamos viviendo y cierran sus ojos a las opiniones del pueblo, pues se aferran por implantar una dinastía o un reinado a través de sus familiares en diferentes posiciones y durante diferentes períodos. Estos hechos son detestables por el pueblo.
El buen político no involucra a su familia en asuntos políticos, sino que los ubica en el lugar que la misma naturaleza lo dispuso. El verdadero líder no impone ni comete el error de enviar a su hijo a determinado cargo, cuando es un inepto para tal fin. Sin embargo, hay muchos de estos ambiciosos, que ponen en juego el futuro de la sociedad y su reputación de hombre sabio.
Si el político no es capaz de vigilar y poner freno a su familia, tampoco será capaz de controlar a su pueblo.
Se sabe de muchos políticos que han caído en las trampas y en los líos de faldas, pero han llegado a ese punto, porque no han entendido que otros hombres han perecido sólo por el placer sexual deshonroso. O se es un líder íntegro o se es un don Juan.
Pocos son los políticos que verdaderamente leen libros. Quien no ha leído, no sabe dirigir hombres ni posee una mente clara y brillante. El político debe estar convencido que la lectura es el alimento del cerebro. Algo detestable, es un dirigente político vanidoso. El político debe de ser filósofo y a la vez humano, y eso se obtiene a través de los libros. No por tener publicado dos o tres libros, quiere decir que él los ha escrito.
Los ciudadanos no le creen al político que gasta el dinero del pueblo en lujos desproporcionados. El pueblo desprecia al político que habla de respeto pero se procura lujos. El pueblo cree, admira y apoya al político que se confunde entre ellos.
¿Conocen a políticos con algunas de estas características?
Cómo debe ser un político: Horacio Corro Espinosa
Twitter: @horaciocorro
Facebook: horacio corro
Instagram: horaciocorro
horaciocorro@yahoo.com.mx