La serie de extraños incendios en diversos negocios obliga a escudriñar las posibles causas: ¿Se trata de represalias como mensaje a quienes se niegan a pagar cobro de piso y venta de protección?
¿O acaso se trata de una genial maniobra perversa para sembrar terror político en pleno proceso electoral durante las campañas rumbo a la elección de Gobernador de Oaxaca, el próximo 5 de junio?
Aventurar las razones de los incendios ocurridos a últimas fechas lleva a preguntar ¿A quién beneficia el crimen? “Cui prodest scelus, is fecit“. Aquel a quien aprovecha el crimen es quien lo ha cometido.
Obligado es airear estos raros sucesos porque se trata de una problemática, cuyo impacto social y efecto económico es demoledor en la población en general y en particular entre los empresarios.
Fenómeno nada nuevo, en realidad, ya que históricamente han sido incendiados diversos negocios en la capital oaxaqueña por razones político-ideológicas, durante diferentes conflictos sociales.
Así lo hizo la guerrilla de la Unión del Pueblo en el curso del Movimiento Democrático Universitario que provocó la caída del Gobernador Manuel Zárate Aquino al quemar negocios en el Centro Histórico.
Como suele ocurrir a lo largo de la historia de México, el entonces secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, traicionó al pueblo y gobierno de Oaxaca y entregó la UABJO a la guerrilla y al porrismo.
Medio siglo después sucedió lo mismo, durante el conflicto político de 2006 contra el gobernador Ulises Ruiz Ortiz al incendiar los activistas de la APPO el edificio sede del Tribunal Superior de Justicia.
En ambos conflictos el objetivo fue sembrar el terror entre la población por razones político-ideológicas, amén de destruir la economía y la educación y hundir a Oaxaca en la ignorancia y miseria.
Como quiera que sea, ahora, se trate del crimen organizado, del narcotráfico o de la delincuencia de “cuello blanco”, los extraños incendios en diversas empresas han generado, otra vez, un clima de terror.
Buscar entender y tratar de explicar esta escalada de violencia pirómana lleva a explorar diferentes hipótesis con un denominador común: la presunción que se trate de negocios no del todo lícitos.
En otras palabras, que se trate de incendios en “negocios fachada”, dedicados posiblemente a lavar dinero sucio, que evadan el pago de impuestos al SAT o bien, que compren y vendan mercancía robada.
Los propietarios de algunos negocios incendiados son familiares directos de controvertidos políticos y ex funcionarios del reciente pasado altamente cuestionados por su escandalosa corrupción.
Respetados o no, queramos o no, nos guste o no, la vida de los seres humanos en sociedad está regida por códigos de honor y respeto, traducidos en normas jurídicas, éticas, morales y religiosas.
A riesgo de escandalizar a las buenas conciencias y políticamente correctos, la mafia es la única organización humana que aún respeta un Código de Honor fincado en la Omertá, la ley del silencio.
El espíritu de la esencia del poder de la mafia, real y verdadera, gira en torno del respeto a la palabra empeñada, por encima de iglesias, gobiernos, partidos políticos, cámaras y organismos empresariales.
A la luz de su Código de Honor la auténtica mafia, no los copy right, premian con la vida, poder y dinero, a quienes son leales a toda prueba, y sanciona enérgicamente con la muerte a quienes traicionan.
Sin ser una aberración y mucho menos una estupidez irresponsable afirmar lo anterior, permite explicar y entender la creciente espiral de inseguridad y violencia cada día más brutal en México y Oaxaca.
Corresponde a las autoridades profundizar las investigaciones. Es obligación de los tres órdenes de gobierno garantizar la seguridad de los gobernados, su integridad física, su vida y su patrimonio.