Desde que inició la campaña electoral hacia la presidencia de los Estados Unidos, habíamos visto a un candidato diferente al del primer debate contra la señora Hillary Clinton. En efecto, a Donald Trump se le vio contrario al que conocíamos; su cara denotaba el disgusto que le causaba el no poder doblar a su adversaria con ese “pressing catch” que lo hizo sentir seguro y cómodo en cada ocasión que usaba los medios para promover su campaña. Esta ocasión fue distinta y como ironía la Universidad de Hofstra, en Nueva York, fue el escenario del conocimiento, la experiencia, la academia y trayectoria por la práctica legislativa, jurídica y política de la abogada Clinton; herramientas que contrastaron con un hombre de negocios turbios que se ha declarado cuatro veces en bancarrota, instrumento permitido por la ley para darle la vuelta a negocios fracasados y tener la oportunidad de poder salvarlos.
En efecto, la improvisación de la que ha hecho gala el candidato republicano en este primer debate no le resultó. La tele-realidad le fue adversa y su disgusto, el arrebato de la palabra, no solo a su adversaria, sino al mismo Lester Holt, moderador del debate, fueron muestra de que había perdido el toque.
Clinton, por su parte, hizo gala de seguridad, del dominio de datos nacionales e internacionales, de la política desarrollada por los gobiernos en los que ha participado, tanto como primera dama o como Secretaria de Estado; amén de su paso por el Senado el cual mencionó como respuesta a su adversario cuando la acusó de “no saber negociar y no tener aguante, no tener imagen”.
“Tu Donald, no sabes lo que es estar 11 horas sentada para llevar a cabo una negociación”, contestó Clinton, ni tampoco visitar 112 países negociando acuerdos internacionales. ¡Que él me hable de aguante!, remató con una sonrisa dirigida a las cámaras televisivas que proyectaban las imágenes a las pantallas de 80 millones de televidentes en todo el planeta.
Irritado, Trump contestó: “Ella tiene experiencia pero es una mala experiencia”, quien, por cierto, no tiene una sola práctica en el terreno diplomático.
La acusación de Trump en ese sentido, fue aprovechada de inmediato por Clinton para hundir más la estocada del remate, evidenciando que el temperamento (de Trump) no es el adecuado para ser Comandante en Jefe; refiriéndose a las bravatas de callejón del magnate inmobiliario con los iraníes, cuando ella, como Secretaria de Estado, negociaba para alcanzar un acuerdo con el gobierno de Irán.
Pasada la hora de duración, el debate ya había colocado a cada quien y a cada cual en su sitio y, ante una escenario académico como el de la Universidad de Hofstra, parecía que habíamos pasado a la aula principal de dicha Universidad en la que Clinton le estaba enseñando al alumno, Donald (como ella astutamente lo “chamaqueó” durante la contienda) como hacer la tarea en la clase de ciencia política.
Otra clase dictada por Clinton al republicano, fue que no mintiera en sus afirmaciones; no esconder sus declaraciones de impuestos; probar cuan rico es, porque a lo mejor está mintiendo; probar que paga impuestos; mostrar que no es un plutócrata que se beneficia del ciudadano de a pie y que no les paga cuando trabajan con él. Que explique porque siendo tan rico no se le conocen obras de filantropía.
Como respuesta y ya contra las cuerdas, Donald, alcanzo a balbucear, “todo son palabras”.
Cuando finalizó este primer round de la batalla electoral rumbo a la Casa Blanca, los familiares de los dos contendientes subieron al escenario del debate para felicitar a los protagonistas: los de Clinton, incluido su esposo, su hija y el yerno, se mostraban contentos con el resultado obtenido y así lo manifestaban; en cambio, la esposa y las hijas de Trump (el mismo), por más que hicieron el intento, no ocultaron el sentimiento de desventaja, sus rostros lo expresaban.
El primer encuentro, en efecto, lo perdió Donald Trump.
Off the Record: Enrique Ochoa Reza y su equipo suspendieron los derechos partidistas del Gobernador de Veracruz, Javier Duarte, y se declara dispuesto para colaborar con las autoridades judiciales en este caso. Todo indica que “se va a fondo para lavar la cara” del Institucional al que tanta mugre le han arrojado los ex gobernadores.
Será “efecto cucaracha, o de hormiga”, o del que usted quiera señor Mancera; el caso es que se incrementaron los asaltos en el periférico. Explicaciones tan simplonas ofenden.
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