Chile: Una huelga que comenzó con anticipación

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El prólogo de la huelga que comenzó hoy y culminará mañana, había arrancado con la intensidad de las históricas jornadas de protesta que desde hace más de tres décadas se protagonizan en esta ciudad. No es un 11 de septiembre (día que se conmemora con disturbios y enfrentamientos con los Carabineros el día del golpe militar contra Salvador Allende) más.

 

Ni siquiera un paro más de actividades convocado por la Central Única de Trabajadores (CUT), es la primera medida de fuste contra un gobierno, el de Sebastián Piñera, que sólo se fue replegando contra las cuerdas, prácticamente de desde que llegó al país.

Hasta aquí, la administración Piñera sólo acumula cuestionamientos de todos los sectores. “Es que en medio de la expectativa que había generado fue cometiendo muchos errores, nunca pudo plasmar una agenda concreta de temas para trabajar ordenadamente dentro del gobierno y esto también es resultado de eso, amén de que acá se está interpelando a la clase política en su conjunto porque la desigualdad también es una marca del modelo chileno”, explica el analista Luis Israel.

Y de desigualdad y de un nuevo contrato social versaban las pancartas y los cantos, como así todos los testimonios que se iban recogiendo en la calle desde la víspera.

En la tarde de ayer, el centro de Santiago se había transformado en las primeras páginas en blanco en donde los sindicatos y los estudiantes, comenzaban a escribir ese prólogo. Disfraces y mucho color en los atuendos. Se trata de llamar la atención y repartir volantes para adherir a la causa de la Educación gratuita y por ende a la huelga, se mezclaban con columnas de trabajadores del transporte en la intersección de Moneda y Pasaje Estado, mientras que por el Paseo Ahumada, los operadores de la bolsa de Santiago en pleno horario de almuerzo se detenían sorprendidos a escuchar a un delegado del banco de Chile, ante un oratorio de casi mil trabajadores que ni se inmutaron cuando invocó a dos de sus “referentes políticos”. No citó a Carlos Marx no y mucho menos a Lenin, sino al padre Alberto Hurtado, el beato considerado el padre de los trabajadores chilenos y a José Escrivá de Balaguer, y de inmediato convocó a adherir al paro de hoy.

Una huelga que ya anoche, había arrancado con un ruidoso cacerolazo en todo el país, que en algunos lugares dio lugar a disturbios y a las barricadas con la que amaneció hoy la ciudad. En la Avenida Macul, en Ñuñoa, A lo largo de la Alameda, o las más combativas en la barriada de Lo Ermilda, o la más violenta en la Avenida Recoleta del barrio La

Pincoya, donde en la madrugada los pobladores que habían participado del cacerolazo y montado una barricada, atacaron una delegación policial. En el enfrentamiento con la policía fue herido de bala el cabo Nelsón Quintriqueo.

Allí en Lo Ermilda, Juan Sebastian, de 18 años, cursa el secundario y está “harto comprometido” con el movimiento estudiantil y con “hartas ganas de hacer sentir el cansancio de mi familia que trabaja y no le alcanza”, pero que siempre estuvo “hartamente consustanciada” contra la dictadura de Pinochet participando de “cada una de las jornada de protesta y ahora me toca a mi, hacerlo”. Una muestra de que el caso de Juan Sebastián no es el único. La protesta y el enfrentarse con los carabineros parece ser una cuestión genética en muchos chilenos. Sólo basta verlos disfrutar en la acción y la forma en que viven ese momento, algunos,  como un deporte nacional. Por todo eso, nadie descarta que la de hoy y la de mañana serán jornadas violentas. “El mismo gobierno está demostrando su voluntad de violencia cuando no nos autorizaron el trazado de la marcha para el jueves”, se quejaba con sus compañeros Arturo Martínez, el líder de la CUT, ante sus compañeros en la noche del martes.

El propio gobierno diseñó un dispositivo de salud y de transporte de emergencia, además de planificar un dispositivo de seguridad, que no sólo entró en acción en La Pincoya, sino que en la puerta de la Universidad de Chile, sobre la céntrica Alameda y el Palacio de la Moneda, un grupo de efectivos reprimió a los estudiantes que habían cortado la vía sur de la principal arteria santiaguina, con gases y carros hidrantes. A esa hora también en la Plaza de Ñuñoa y en la zona de San Bernardo, los intento por cortar calles con barricadas, también habían sido reprimidas.

Pero antes del amanecer, cuando ya se vislumbraba la merma de vehículos en las calles, en la sureña avenida Santa Rosa, manifestantes se cruzaron también con los efectivos de seguridad, reafirmando que ya no sólo el prólogo, sino la historia de este paro llevará su un cuota de violencia mayor a la normal.

“Esta huelga puede representar un punto de inflexión en la relación entre el gobierno y la oposición”, resalta el analista Patricio Navia, sin olvidar que la misma se da en un contexto particular disparado por el conflicto estudiantil que lleva casi tres meses y sigue concitando el apoyo del 80 por ciento de la opinión pública.

“Todas esas marchas estudiantiles fueron multitudinarias, por eso si este paro encuentra la adhesión que esperan sus organizadores los movimientos sociales tendrán otra correlación de fuerzas y obligará al gobierno a adoptar medidas urgentes”, aclara el analista quien imagina al presidente Piñera “arrepintiéndose de haber impulsado la suspensión de una obra termoeléctrica, la de Barrancones, en el norte del país, ante la presión de una marcha el año pasado. Ahora todos creen que con presión en las calles el gobierno, más temprano o más tarde, retrocederá”.

Con las primeras luces del primer día de la primera huelga contra Piñera y la que se vislumbra como la más importante de la era democrática, nadie daba muestras de querer retroceder. Las partes se endurecían, como si quisieran asemejarse a protagonistas políticos de otros años y de otras luchas más penosas y urgentes. Eso también, como la disposición de muchos manifestantes a enfrentarse con los carabineros, forma parte de ese otro “deporte” nacional que es la protesta.

AP