El golpe de Estado en Chile, el 11 de septiembre de 1973, en contra del gobierno de Salvador Allende, se inscribe en el contexto de la Guerra Fría, de la obsesión de la Casa Blanca con Richard Nixon al frente del Salón Oval por legitimar su papel de gendarme del mundo a través de la CIA, que organizaba “incursiones democráticas” de todo tipo y para cada ocasión; y por supuesto de factores internos de Chile, tres fundamentales: la falta de unidad en la Unidad Popular, que nunca pudo frenar la radicalización de grupos y organizaciones, en particular del MIR, que definía su relación con Allende como “una alianza informal de apoyo crítico”, compleja en la práctica, marcada por las permanentes tensiones, discrepancias tácticas y de estrategia para consolidar un “Chile socialista y una democracia revolucionaria” –muy en la órbita de la Revolución Cubana; un segundo factor fue la ambición desmedida de poder –en todos los sentidos- de un sector del ejército encabezado por Augusto Pinochet, quien había sustituido al General Carlos Prats –leal a Allende- el 23 de agosto, 18 días antes de encabezar el golpe.
El tercer y determinante elemento fue la complicidad, por omisión y comisión, de la Democracia Cristiana, partido con mayoría en el Congreso. Luis Gumucio Rivas escribió para el “Clarín”: “por mucho que los democratacristianos quiera lavarse las manos de su responsabilidad en la preparación e iniciación del golpe de Estado, la historia los condena. La directiva del partido, encabezada por Patricio Aylwin Azócar, publicó en el “Diario Oficial” una declaración, un día después del golpe, en que apoyaba claramente a la Junta Militar; sosteniendo la hipocresía de que “las fuerzas armadas no buscaban el poder” y además solicitando el apoyo solidario en favor de la “reconstrucción nacional”. Eduardo Frei Ruiz-Tagle y su mujer, junto a la mayoría de los democratacristianos, donaron sus joyas para esta “magna empresa”; la Democracia Cristiana, que contaba con más senadores, aprobó en agosto de 1973 una declaración para legitimar la dictadura que vendría. Allende buscó siempre un acuerdo para superar la crisis, incluso recurrió a la intermediación del Cardenal Raúl Silva Henríquez, para reunirse con Eduardo Frei Montalva, quien rechazo la propuesta.
Los crímenes y violaciones a los más elementales derechos humanos de la dictadura están ampliamente documentados. El 27 de junio de 1974, Pinochet se designó “Jefe Supremo de la Nación”; el 16 de diciembre de ese año asumió la Presidencia de la República; mediante un fraudulento plebiscito fue ratificado en 1980. Su “mandato” terminó cuando aceptó realizar otro plebiscito, que estaba seguro de controlar, en 1988. Sin embargo, la Democracia Cristiana, ya para entonces en la oposición luego de ser reprimida sin concesiones, el Partido Socialista y otros más de izquierda y en general muy amplios sectores de la sociedad terminaron por imponerse y ganarlo. Es así como surge la alianza llamada la Concertación, creada el 2 de febrero de 1988, en principio por el “NO” (a otro periodo de Pinochet) y luego para participar en las elecciones del 14 de diciembre de 1989. Ya bajo la denominación de Concertación de Partidos por la Democracia, ganaron en las urnas; y Patricio Aylwin asumió la Presidencia de Chile el 11 de marzo de 1990. Le sucedería otro democratacristiano, Eduardo Frei, en 1994.
Para la elección de 1999, la Concertación realizó una elección primaria entre Ricardo Lagos –Socialista- y Andrés Zaldívar –Democratacristiano-. Lagos ganó por aplastante mayoría del 71.1%. Ya en la elección constitucional del 12 de diciembre ningún candidato obtuvo más del 50% y finalmente Ricardo Lagos se impuso en la segunda vuelta a Joaquín Lavín. Fue en el contexto de esa elección cuando a propósito de una reunión celebrada en Lima –Perú- de partidos de izquierda, acompañando a Porfirio Muñoz Ledo, al término fuimos a Santiago; tuvimos oportunidad de acudir a reuniones y mítines de la Concertación, fue una experiencia muy aleccionadora, refractario, incluso a la centro-derecha por naturaleza, tuve que reconocer la altura de miras con la que ponían por encima de sus ideologías e intereses partidistas, el fin de ganar la presidencia. La noche anterior al regreso a México, Anselmo Sule, líder del Partido Radical, nos invitó a cenar en su casa con Ricardo Lagos. Fue un encuentro espléndido, para recordar por siempre. El talento, la emoción de Porfirio –Muñoz Ledo- el carisma y pragmatismo de Anselmo –Sule- y la visión de hombre de Estado de una izquierda social, democrática, incluyente de Lagos –Ricardo-.
Lagos tomó posesión en marzo del 2000. Para las elecciones de 2005, la disputa de la candidatura presidencial de la Concertación se dio entre dos mujeres, Michelle Bachelet y Soledad Alvear. Soledad se retiró el 24 de mayo y Bachelet iría a la Moneda; antes tuvo que vencer en segunda vuelta a Sebastián Piñera, representante de la derecha-derecha-pro empresarial ya reagrupada. Ya desde entonces afloraban fisuras en la Concertación. El 17 de enero de 2010, Piñera ganaba en segunda vuelta a Eduardo Frei Ruiz-Tagle la presidencia; ya en la oposición la Concertación se convierte en 2013 en “Nueva Mayoría”, logrando recuperar el Palacio de la Moneda, dando lugar al segundo mandato de Michelle Bachelet a partir de 2014, gobierno que como reza el refrán “segundas partes nunca son buenas”, se ha caracterizado por conflictos de interés del hijo y la nuera de Bachelet, pugnas interpartidistas, medidas antipopulares y una grave crisis económica.
En este escenario, llega la nueva cita de este año a las urnas, sucediendo lo que ya era “la crónica de un rompimiento anunciado”. Por primera vez, la Democracia Cristiana ha decidido participar con candidata propia; su Junta Nacional en votación por mayoría del 63% decidió el pasado sábado apoyar a la Senadora Carolina Goic de forma directa en la elección constitucional, sin que se realicen primarias con Alejandro Guillier, respaldado por los partidos Radical y Socialista; ello en los hechos representa el fin de la alianza que logró derrotar a la dictadura. Ernesto Velasco, Presidente del Partido Radical, a manera de epitafio sentenció “en términos prácticos, hoy la Nueva Mayoría se acaba”.
Como se advertirá, la historia es cíclica. Que sea para bien de Chile y los chilenos.
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh