A punto de cumplir 25 años de ser reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad, el Centro Histórico de la Ciudad de Oaxaca sigue maravillando a quienes lo conocen, porque como en ninguna otra urbe, aquí se puede apreciar la arquitectura, la luz del sol y la naturaleza, sin que nada obstaculice su visión.
Con su trazo preciso y sus edificaciones de un nivel, en su gran mayoría, el centro de la Verde Antequera llamada así por el uso de la cantera verde, ofrece una visibilidad completa a lo largo y ancho desde cualquier calle en que se detenga la gente a observar, explicó en entrevista la arquitecta Dora Cecilia Aceves Martínez.
La estudiosa de las casas de Oaxaca, señaló que el ser una ciudad horizontal, bajita para que sus casas se aferren al piso para resistir los constantes sismos, también permite a sus habitantes apreciar el trazo “como un tablero de ajedrez” que realizó en 1529 Alonso García Bravo, quien también proyectó la Ciudad de México y la de Veracruz.
“Convivimos con la naturaleza porque no hay nada que nos cubra la vista. A cualquier ángulo que volteemos, o vemos la arquitectura o las montañas o si miramos al cielo, vemos las nubes o la puesta y salida del sol o las aves volando; estamos en un constante, eterno, contacto con los elementos naturales”.
La Ciudad de Oaxaca cuyo centro fue nombrado Patrimonio Cultural de la Humanidad en noviembre de 1987, fue trazada sobre un valle que tenía como limitantes el Cerro del Fortín y los ríos de San Felipe, hoy Jalatlaco, y el Atoyac.
El centro de ese tablero aún se encuentra representado por un león a los pies de una escalera en una casona de las calles Hidalgo y Armenta y López, donde se ubicó una ferretería llamada El Gallo, explicó la autora de tres libros sobre las casas de la ciudad: “Línea, color y textura de la casa oaxaqueña, 1, 2 y 3”.
Detalló que sin embargo, debido a la existencia del Cerro del Fortín, los vientos y la orientación del sol, el trazo tuvo que ser un poco inclinado con respecto al norte-sur y este-oeste, y el centro de la ciudad quedó en el actual zócalo.
En los alrededores se instalaron los poderes civiles y eclesiásticos; después la Catedral con techo de madera y barro, materiales que al paso del tiempo se fueron reforzando hasta quedar como luce actualmente; luego se hicieron los portales y otras casonas en las 200 manzanas de 80 metros por lado, que conforman el centro histórico, dijo.
Los primeros terrenos se entregaron a quienes tenían cargos y recursos, los españoles, y a los demás, las manzanas de los alrededores. Entonces las casas del centro fueron construidas con pura piedra o combinada con adobe, pero las demás fueron hechas totalmente de adobe con techos de carrizo que no podían perdurar.
Los materiales predominantes en la época fueron adobe, tabique, carrizo, piedra, barro, teja y madera, porque a Oaxaca no llegaban más. Los muros eran muy gruesos para resistir; eran de 80 centímetros hasta de 1 metro 20 centímetros de ancho, porque no había varilla ni cemento para sostenerlas y debían ser sólidas, añadió.
Se les ponían pocas ventanas porque esos vanos (huecos) no podían sostener la parte que seguía arriba. Entonces, explicó, predominaban los macizos (muros) sobre los vanos. Después de varios siglos, llegó el fierro para usarlo como varilla y también, trabajado a golpes por los herreros, para las rejas de ventanas.
Después de casi 400 años, el trazo de Alonso García Bravo fue llenado con edificaciones de estilo virreinal o barroco, churrigueresco, clásico, neoclásico francés en el Porfiriato y detalles de art nouveau y art déco, explicó la especialista.
También hay casas que se construyeron después de los temblores en los años 40, 50 y que tienen rejita y un pequeño jardín al frente, y son siempre de dos niveles; es una arquitectura contemporánea, porque la moderna está fuera del Centro Histórico, especificó.
En el Centro Histórico todavía se ven casonas del siglo XVIII, pero que con los temblores las fachadas fueron repuestas y quedaron edificios con arquitectura ecléctica, con frente neoclásico e interior del virreinato.
Asimismo, ejemplos del arte barroco en la arquitectura de la ciudad de Oaxaca se encuentran en algunas casas, pero en especial en sus iglesias.
Una muestra de las casas virreinales son el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, la mal llamada Casa de Cortés, que tiene tres patios, ubicada en el Andador Turístico; el Museo de Arte Prehispánico Rufino Tamayo, en la calle de Morelos y la Plaza de la Danza, dijo.
Dora Cecilia Acevedo Martínez quien por más de tres décadas se ha dedicado a la investigación de la arquitectura de lo antiguo en la Ciudad de Oaxaca, invitó a las y los herederos de esas casonas bellas y representativas del Centro Histórico, que no acaben con las fachadas, que si tienen que dividir la propiedad, lo hagan hacia adentro.
“Las obras de arquitectura constituyen el marco de la vida cotidiana, son reflejo moral y social de su tiempo; la continuidad de su pasado y presente, es vital para saber cómo fuimos y cómo somos. Destruirlas es atentar contra nuestro pasado y negarlo al mismo tiempo”.