Ni Dasshiel Hammet, ni Raymond Chandler o Graham Green pudieron imaginar la trama que se supone que operó la DEA (Drug Enforcement Administration) para la detención del general Salvador Cienfuegos, ex secretario de la Defensa Nacional de México.
El alto militar mexicano fue detenido en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, Ca., EUA, le noche del jueves 15 de octubre –junto con su familia la que luego fue puesta en libertad–, bajo la presunción de delitos vinculados con lavado de dinero, tráfico de heroína, cocaína, metanfetamina y marihuana desde finales de 2015 hasta principios de 2017, según la denuncia presentada y ahora divulgada en el Distrito Este de Nueva York el viernes 16 de octubre.
Lo relatan así los periodistas Azam Ahmed y Alan Feuer en The New York Times -16-X-20-:
“Agentes antinarcóticos estadounidenses hace tiempo intentaban descifrar el misterio del Padrino, un poderoso actor en el mundo del narcotráfico. Ahora ha sido identificado como Salvador Cienfuegos, el jefe de Defensa de México de 2012 a 2018.
“Los agentes de seguridad estadounidenses escuchaban en un teléfono intervenido las conversaciones de los miembros de un cártel que hablaban de una figura poderosa y sospechosa conocida como el Padrino … Llevaban meses tras sus pasos, y sospechaban que este personaje central del narcotráfico era, en realidad, un alto funcionario del ejército mexicano.
“De pronto, una de las personas bajo escucha le dijo a sus compañeros del cártel que el Padrino justo estaba en la televisión en ese momento. Los agentes rápidamente consultaron de quién se trataba y se dieron cuenta de que era el secretario de Defensa, el general Salvador Cienfuegos, según cuatro funcionarios estadounidenses involucrados en la investigación.
“En ese momento, dicen las autoridades, finalmente confirmaron que el misterioso patrón de uno de los cárteles más violentos del narcotráfico en realidad era el líder encargado de la guerra contra el crimen organizado de México.”
En contexto, los fiscales estadounidenses detuvieron hace diez meses a Genaro García Luna y a gente cercana a él, Ramón Pequeño y Luis Cárdenas Palomino. Ya se enjuició allá a Édgar Veytia, el ex procurador general de Nayarit, quien había sido sentenciado a cadena perpetua aunque en octubre pasado se modificó la condena por 20 años de prisión por conspirar con el cártel H-2, y de quien se especula hoy es pieza clave en la detención de Cienfuegos.
En el caso del general Cienfuegos se trata de un militar de altísimo rango, quien había tenido la responsabilidad Constitucional de las Fuerzas Armadas así como tareas de persecución del crimen organizado y la seguridad pública de México durante la presidencia de Enrique Peña Nieto.
Pero así como hubo azoro en México con la noticia de esta detención, también la pregunta de si el gobierno mexicano conocía de esta detención o no.
En La Mañanera del viernes 16 el presidente de México dijo: “Esto es una muestra inequívoca de la descomposición del régimen de cómo se fue degradando la función pública, la función gubernamental en el país durante el periodo neoliberal. Yo siempre dije que no era solo una crisis, que era una decadencia lo que se padecía, un proceso de degradación progresiva y estamos ahora constatando la profundidad de esta descomposición que se fue gestando de tiempo atrás”.
Estas palabras probablemente cayeron mal al Ejército mexicano –una Institución muy querida por los mexicanos, con todo y todo–, por lo que el sábado siguiente, en Oaxaca matizó:
‘… Entre la DEA y Cienfuegos había “un plan conjunto” y la oficina estadounidense “estaba completamente metida en la Secretaría de Marina’. López Obrador pidió ‘que la DEA informe sobre su participación en estos casos “porque indudablemente ellos convivieron tanto con García Luna como con el general secretario del sexenio pasado. ¿Y ellos no tuvieron responsabilidad, por ejemplo, en la instrucción de las armas en el operativo de Rápido y Furioso, que fue una propuesta aplicada desde Estados Unidos?”.’ (V. El País 17-X-20).
La situación es tensa en México. Por un lado quienes afirman que la detención de Cienfuegos fue acordada con el gobierno mexicano; por otro lado quienes dicen que la DEA actuó por su cuenta ya que de dar a conocer sus planes al gobierno mexicano -por su desconfianza en las autoridades– suponían que podrían sabotear el operativo.
Como quiera que sea el Ejército Mexicano fue puesto en entredicho; el presidente no ayudó mucho para limpiar esta imagen en su primera declaración pues da por hecho que había vicios derivados de gobiernos ‘neoliberales’, y olvida que la gran mayoría de los miembros del Ejército operaban precisamente durante ese gobierno en cumplimiento de sus deberes.
El tema va a más. Traerá serias consecuencias en la relación Ejército Gobierno porque independiente de las muestras de disciplina de los altos militares mexicanos, hay grupos al interior que están muy molestos con esta detención y con la amenaza primera de que se hará una limpia dentro de las filas del Ejército.
El presidente puso una papa caliente en su mano y aunque se deshaga de ella la quemadura quedará ahí. Veremos cómo se resuelve, al final de cuentas.
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