Ustedes no se preocupen. Nadie los va a retirar del Zócalo. Mancera ha dicho que no los va a reprimir y es natural porque ustedes son sus bases políticas; si les toca un pelo, se le vienen encima las tribus y acaban con su sueño de la candidatura presidencial. Peña Nieto sigue insistiendo en la negociación, pero hay que leer con cuidado las declaraciones de Osorio Chong: ”la tolerancia tiene un límite”. En todo caso de aquí al domingo, pueden dormir tranquilos.
Están ustedes en su mejor momento, pues mostraron su músculo al gobierno y son dueños de la capital, ¡quién lo dijera! La gente del D. F. está cansada, pero la lucha justifica cualquier sacrificio de la pequeña burguesía. Los niños no tienen clases ni reciben desayunos escolares, pero desde aquí les están dando una gran lección de civismo.
Bloquearon los accesos al aeropuerto frente a las policías federal y capitalina, y lo paralizaron. Miles de pasajeros quedaron impedidos para entrar o salir de la ciudad: casi como si estuvieran secuestrados. Son lacayos de la burguesía pues el pueblo no viaja en avión. ¡Que se jodan!
Su movimiento es de resistencia pacífica, como el de Andrés Manuel. Claro que persiguieron a los diputados y senadores y golpearon a varios “trajeados”, pero esos son daños colaterales. Quién les manda. La gente pobre no vive por Reforma, las Lomas y esas calles tan alumbradas. Allí tienen sus negocios los ricos y transitan los empleados al servicio de las empresas burguesas o, peor, al gobierno represor.
Nadie los va a molestar ni a reclamar que tengan a la ciudad colapsada. ¿De qué habría que preocuparse? Les van a pagar su bono, y ya les dieron su prima vacacional, su quincena, y ningún gobernador se va a atrever a descontarles porque no van a trabajar. Alguien les compró las tiendas de campaña y lonas para protegerlos de la lluvia y el viento –todas del mismo modelo y la misma marca–, y ese mismo les da para que compren sus víveres y hasta algún regalito para los que se quedaron allá en espera de que ustedes consumaran sus hazañas.
Luchen contra la reforma educativa. Si la aprueban, los van a evaluar y a los que no pasen les van a pagar la capacitación por dos años y nueva evaluación y segunda capacitación, y si no pasan no les van a quitar la plaza, que es lo importante, sino les van a dar un trabajo administrativo.
Pero ustedes no nacieron para que los evalúe nadie. Son maestros porque no saben hacer otra cosa que marchar, destruir, golpear, y está probado que eso deja dinero seguro y suficiente. Dicen que repararlos daños al Palacio Legislativo costará 4 millones y medio de pesos, pero quién les manda amenazarlos con reformas. Dicen que ese y todos los edificios públicos son propiedad de la nación y que las reparaciones saldrán de los impuestos, pero ya se encargarán ustedes de que no suban los impuestos. Y que le hagan como quieran.
Eso sí, hay que marchar y mentar madres y golpear y destruir cuando y como lo ordene su líder, ¿pero acaso no es divertido? El líder sabe cuándo y contra quién, porque es representante de los jefes de la Coordinadora.
No es cierto que los alumnos sean perjudicados. Los jóvenes pueden entrar a las universidades con movilizaciones de “rechazados” aunque no comprendan la lectura ni sepan hacer más que operaciones aritméticas simples. Sus hijos ya están aprendiendo a marchar, a protestar, a destrozar; y casi todos serán también maestros e irán a la lucha, como ustedes. Su plaza está asegurada, a golpe de plantón.
En la historia popular que ustedes están escribiendo, hay hazañas que serán ejemplo para las nuevas generaciones: frustrarán las reformas de Peña Nieto, pues si no permiten la educativa, menos van a permitir la de energéticos o la hacendaria, aunque bien a bien no sepan por qué, allí es donde está escondida la verdadera trampa de los extranjeros para arrebatarnos la renta petrolera (quién sabe qué será, pero es nuestra).
Ustedes son los primeros, desde Victoriano Huerta, que ponen a temblar al Congreso. Como dice casi todos los días López Dóriga, en las cámaras sólo hay son zánganos que ganan más, mucho más que ustedes y se pasan el día “grillando”.
Ya sé que no leen historia y menos la de gente que no habla otomí sino alemán. Pero hubo un hombre llamado Adolfo Hitler que supo echar a la burguesía medrosa de su país, y en poco tiempo se convirtió en canciller, lo que aquí equivaldría a presidente. No era un político, sino un hombre del pueblo. Él también mandó a incendiar ese nido de políticos que era el Congreso (Bundestag) y a perseguir a todo el que se opusiera a su poder, que provenía de la voluntad de las grandes masas.
Ustedes son la vanguardia de un gran movimiento como ese, que va a destruir todo rastro del capitalismo opresor para construir sobre sus ruinas una nueva patria generosa, en la que nadie trabaje ni estudie, en la que todos hagan su voluntad, en la que no haya Estado ni leyes que perturben la suave calma de no hacer nada, de no ser nada.