Con la evolución paulatina de las ideas, con el imparable correr de los tiempos, el hombre de todas las épocas ha sentido la necesidad de adecuar sus formas de pensar y de actuar a las nuevas circunstancias de los tiempos, en el ámbito de la educación en México ese avance es un reto impostergable, que tenemos como ciudadanos pero sobre todo como país.
Desde el viejo recuerdo del Calmécac y Telpochcalli, instituciones que sirvieron a nuestros antepasados en la formación de hombres íntegros, con un rostro propio y un corazón verdadero, instituciones de avanzada que veían en la educación una forma integral de crear ciudadanos conscientes de su realidad y comprometidos por encima de todas las cosas con la defensa de sus más arraigados valores.
Reflexionar acerca de la educación en la historia de México, necesariamente nos hace revisar de manera general como ha sido su evolución, desde una educación que se forjaba en los conventos y a través de todos los seminarios que existían en lo que hoy es la república mexicana, hasta aquella que en el siglo XIX tuvo como principal referencia a los institutos de ciencias y artes donde se formaron y forjaron las mentes más lúcidas de la historia nacional.
Con la creación en 1551 y la puesta en marcha de sus trabajos en 1553 de la Real y Pontificia Universidad de México que se inaugura una nueva etapa educativa en todo el continente, cuando se comienza a experimentar en otras corrientes del pensamiento humano, algo que para las sociedades de aquel tiempo significaría un avance trascendental para mejorar no solo su estructura cultural, sino principalmente su situación económica.
Con la independencia nacional y la llegada de nuevas formas de concebir la enseñanza es como atestiguamos en la segunda década del siglo XIX, la llegada de la corriente de pensamiento de Lancaster pilar fundamental de la escuela normal en México, institución que forjo generaciones de docentes y que hoy necesita refundarse para alcanzar el protagonismo educativo, que se refleje en una Educación de calidad.
Las distintas reformas que a partir de la revolución mexicana de 1910 se dieron en nuestra patria, son el fundamento principal y la base sobre la cual se construyó el sistema educativo nacional del siglo XX; personajes como José Vasconcelos con el proyecto revolucionario a cuestas crea la Secretaria de educación Pública, sostenida sobre los pilares de una política centralista, alfabetización y cultura eminentemente nacionalista.
Al inaugurarse la etapa del presidencialismo mexicano, con una marcada política social por las nacionalizaciones que marcaron su mandato, Lázaro Cárdenas del Río nos lleva a la escuela socialista, al radicalismo educativo que se ve reflejado no solo en la escuela rural mexicana, sino en su política educativa, popular, anticlerical y nacionalista fundamentada en la reforma al artículo tercero constitucional que le otorga lo social a la educación en México.
Jaime Torres Bodet y su plan de once años, abre una nueva etapa en cuanto a reformas educativas, que tienden principalmente a fortalecer a la propia sociedad, con planes y programas que pretendían erradicar algo que hasta este momento no hemos podido mermar y es la deserción escolar en todos sus niveles.
Los gobiernos institucionales de Luis Echeverría, José López portillo y Miguel de la Madrid, acentúan la descentralización de la educación, con la creación de las unidades regionales en 1973 y con la puesta en marcha de aquel eslogan que hacia cimbrar al pueblo mexicano, pensando en que si había camino pero sobre todo rumbo y destino, en la consolidación de grandes ideales y promesas gubernamentales.
Son las frases: “tan lejos como llegue la educación”, “revolución educativa”, de gobiernos nacionales los que abría nuevas expectativas, pero que resultaron más un eslogan publicitario que una política pública, que realmente tuviera repercusiones en las ciudades apartadas y los surcos más olvidados de este país.
Con el “acuerdo nacional para la modernización educativa” que en 1992 firma el Presidente Carlos Salinas de Gortari, se pretende dar un impulso educativo, mediante una modernización que sentaba sus reales en posturas fundamentalmente económicas, con una estructura política sólida, que permitiera la plena competitividad de México ante las enormes puertas que se abrían al mundo globalizado.
La alternancia política del año 2000, abre una nueva esperanza para el mejoramiento social de este país, esperanza que con el pasar de los años parece diluirse cada vez más y nace de manera urgente la necesidad de revisar en el baúl de los recuerdos del siglo XX, acciones y políticas que en su momento fueron exitosas, que hoy se puedan actualizar de acuerdo a nuestras propias circunstancias, de diversidad política y cultural.
La reforma educativa del principios del siglo XXI, signada como “Alianza por la calidad de la educación” y puesta en marcha por el ejecutivo federal representado por Felipe calderón Hinojosa y por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) con su entonces dirigente Elba Esther Gordillo, prometían cada uno desde su ámbito de injerencia, mediante el uso de la tecnología pugnar y trabajar por una educación ya no digamos de calidad, sino lograr avances sustanciales que se reflejaran en la alfabetización de aquellos que siguen sin tener acceso a lo más elemental como es leer o escribir.
Hoy estamos inmersos en una reforma educativa de gran calado, impulsada por el Presidente de México Enrique Peña Nieto y sus aliados dentro del Pacto por México, una reforma constitucional que pretende aumentar la calidad educativa, elevar matricula en educación medio y superior, así como un pronunciamiento que esperemos se convierta en realidad: “recuperar la rectoría del Estado Mexicano en el Sistema Educativo Nacional”.
Con la implementación de un Sistema Nacional para la evaluación de la educación, con escuelas de tiempo completo, con un servicio profesional docente, con el consenso de la mayoría y el aval del SNTE, no a si de la CNTE , pero con la expectativa de la mayoría de los mexicanos, se promulgo la reforma educativa que intenta dar respuesta a milenarias carencias, reimpulsar lo que antes fue impulsado, las mismas buenas intenciones, diferentes actores políticos; esperemos se refleje en el mejoramiento social, no olvidemos que el avance educativo por enseñanza histórica siempre va de la mano con el desarrollo político y democrático de una nación.
Antes de pensar en utilizar tecnología de punta en todos los niveles educativos, debemos de comenzar por subsanar los grandes pendientes nacionales, erradicar la miseria y desigualdad, porque no podemos pensar en tener computadoras, cuando un hogar de la sierra oaxaqueña, chiapaneca o guerrerense, no tiene luz, ni piso y ni siquiera se tiene en ese hogar un pedazo de pan que llevarse a la boca , la historia también nos ha enseñado que el cuerpo que siente hambre e injusticia no puede aprender.
El Sindicato Nacional de trabajadores de la Educación, el más grande de América Latina y todas las corrientes que en ella convergen, deben de apartar los intereses personales privilegiando el interés de sus propios hijos que también asisten a un aula escolar; hoy que surgen gritos, marchas y protestas en contra de una reforma educativa por parte de la disidencia sindical y radicales de izquierda, necesitamos unidad nacional, ciudadanos, profesores, políticos, jóvenes, todos debemos estar cohesionados, dar una muestra de querer cambiar para mejorar.
Si se pretende enseñar mejor, se tiene que erradicar la corrupción en todos sus sentidos, la transformación de esta sociedad será en la medida que seamos conscientes de lo que queremos ser como personas y país.
Necesitamos una educación integral que nos permita crecer tecnológicamente, pero sobre todo una educación que nos haga recuperar nuestros valores esenciales, una educación que nos permita crecer desde la familia, que nos dé la oportunidad construir un nuevo andamiaje político y legal, una educación que reforme a la sociedad desde su origen, sin pretensiones y ambiciones oscuras, lo mal que hemos hecho no lo podemos cambiar, paro si podemos virar el timón hacia mejores condiciones de vida , si en verdad queremos un mejor país, aprovechemos estos momentos de coyuntura que pueden ser de cambio, a nosotros nos hicieron esperar y pagamos las consecuencias, nuestros hijos necesitan acción pronta y decidida, para hacer de la política, acción y no palabras, fundamento y no sectarismo, solo así en una Nueva Alianza ciudadana forjaremos conciencias, construyendo juntos un País.