Los socorristas y el ejército chino trataban este lunes, en muchos casos directamente con las manos, de encontrar supervivientes de los deslizamientos de tierra que el sábado devastaron la provincia de Gansu (noroeste del país), con un saldo de más de 1.300 desaparecidos.
El último balance oficial de la catástrofe que golpeó una zona aislada de esta remota provincia es de 137 muertos y 1.348 desaparecidos.
El siniestro, provocado por lluvias torrenciales, agravó el duelo en un país confrontado a las peores inundaciones de los últimos diez años, que han dejado hasta el momento 2.100 muertos.
En el Gansu, el aluvión de lodo y piedras sepultó una franja de 5 kilómetros de largo y 500 metros de ancho con un altura que llegó, en algunos lugares, hasta la tercera planta de los edificios, informó la agencia oficial China Nueva (Xinhua).
El alud arrasó todos los inmuebles de por lo menos tres aldeas de esta región montañosa, habitada principalmente por pobladores de etnia tibetana.
La capa de barro llegaba a dos metros de alto en algunas calles del distrito de Zhouqu, el más afectado, de 135.000 habitantes.
Los socorristas consiguieron rescatar con vida a una mujer de 74 años que había permanecido bloqueada en un cuarto piso durante 34 horas, señalaron los equipos que participaron en la operación, citados por China Nueva.
Un hombre contó al diario China Daily que había logrado salvarse y salvar a uno de sus hijos aferrándose a un poste con una mano, mientras con la otra sostenía sobre sus hombros a la criatura de tres años.
“El agua y el barro no pararon de subir durante toda la noche hasta llegarme al cuello”, narró He Xinchao, de una familia cuyos otros nueve miembros se hallan desaparecidos.
El primer ministro chino, Wen Jiabao, que llegó el domingo a la región, instó a los miles de socorristas movilizados desde todo el país a hacer lo imposible para encontrar sobrevivientes y para asistir a los 45.000 evacuados.
“Es crucial en este momento salvar a quienes están bajo los escombros” y esos esfuerzos se proseguirán mientras exista la más mínima esperanza, dijo Wen.
“Hemos percibido señales de vida, teléfonos móviles que sonaban y débiles pedidos de auxilio”, dijo Xu Jiaming, al frente de un equipo de 500 soldados, a China Nueva.
Los socorristas trabajan con palas o a manos descubiertas, sin equipos pesados poco aptos para maniobrar sobre semejante espesor de barro.
“Era mi casa”, dice Zhao Xinquan, un hombre de 36 años, quien estalla en llanto al señalar un amasijo de ruinas bajo el que quedaron sepultados los cinco miembros de su familia.
“Espero al menos encontrar sus cuerpos, para que descansen en paz”, agrega.
La televisión estatal indicó que 4.500 soldados, policías, bomberos y médicos fueron movilizados.
El alud cubrió casas y vehículos y cortó puentes y caminos de esta región, que ya se había visto afectada duramente por el sismo que en 2008 tuvo por epicentro la vecina provincia de Sichuan.
China se enfrenta este año a inundaciones de una magnitud sin precedentes en una década, que ya dejaron 2.100 muertos y obligaron a evacuar a unas 12 millones de personas, principalmente en el sur y en el centro del país, pero que últimamente se extendieron también al noroeste.
AP