La Encuesta Nacional de Lectura de 2012 refiere que los mexicanos consumen, en promedio, 2.93 libros al año. Para fomentar esta actividad en el país, se requiere fortalecer la formación de docentes y expertos, establecer bibliotecas en todos los planteles de educación básica y promover la imagen de estos recintos como espacios que complementan y apoyan la formación de lectores plenos, recomendó Elsa Margarita Ramírez Leyva, jefa de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM.
Hoy, se requieren habilidades para acceder a diferentes medios impresos y electrónicos, competencias para un uso responsable de la información y fortalecer la capacidad de lograr experiencias estéticas que contribuyan a la formación intelectual y emocional, y permitan conocer otras culturas a través de la literatura. Estas características son indispensables en la era de la información y la creación de comunidades lectoras, explicó.
A su vez, los espacios escolares destinados a este fin potenciarían las posibilidades al vincularse con la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, coordinada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), para organizar, en conjunto con los colegios, actividades integrales que incluyan a los estudiantes, profesores y padres de familia en particular, además de todo tipo de público.
Un lector no nace, se construye a lo largo de la vida. Para lograrlo, se requiere voluntad política para garantizar acciones y recursos permanentes, considerarlos una inversión y no un gasto, a fin de fortalecer los niveles en el país, como parte de un esquema orientado a formar ciudadanos, en el sentido pleno del término, expuso en ocasión del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, que se conmemora este 23 de abril.
Práctica lectora
Jorge Luis Borges, autor de El Aleph, escribió: “El verbo leer, como el amar o el soñar, no soporta ‘el modo imperativo’. Siempre aconsejé a mis estudiantes que si un libro los aburre, lo dejen; que no lo lean porque es famoso, moderno o antiguo. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad, y no se puede obligar a nadie a ser feliz”.
A partir de los cuentos o historias relatados por sus seres queridos, los pequeños llenan su mundo de palabras, para después escribir su nombre y muchas otras cosas. Es el mejor comienzo para descubrir el mundo que los libros nos tienen preparado entre sus líneas, sostuvo.
La familia desempeña un papel fundamental para adquirir esta práctica. Los padres, hermanos y parientes cercanos pueden inculcarla mediante diversas actividades, para que los menores transiten de la expresión oral a la escrita.
En la escuela, no hay que forzar a leer con perfección ni someter a los muy pequeños a exigencias, pues antes de los siete años están en un proceso de maduración. De lo contrario, los ejercicios los frustrarán y motivarán el rechazo.
Agencias