Antier, 7 de octubre, se recordó un aniversario más de la valentía vivida por el senador comiteco Belisario Domínguez, quien se levantó en medio del peligro con valor sin igual ante el pleno del Congreso, para anunciar la usurpación de Victoriano Huerta. Congreso que con su silencio era cómplice, pero esa denuncia le costó la vida.
Asimismo, le costó la vida a la taquígrafa parlamentaria, que en acto paralelo de valor y civismo transcribió la intervención del senador chiapaneco, y la hizo llegar a la luz pública. Su nombre desdichadamente escapó de la memoria popular.
La vida de Belisario Domínguez, no fue una vida excepcional, por el contrario, transcurrió modesta y casi oscura. Su vida era sencilla y dedicada al servicio de un pueblo, Comitán, Chiapas. De ese lugar fue alcalde, y de la república, fue senador. Un día, ese hombre modesto se levantó en el senado y rescató la dignidad nacional humillada y encarnecida. Al día siguiente, había entrado en la historia por la puerta del martirio.
Hay momentos en que la dignidad ciudadana queda de hecho abolida. Un día se viola un reglamento sin importancia; al día siguiente una ley. Más tarde la Constitución misma, y llega un momento en que el ciudadano carece de derechos y ante esa situación, todos olvidan su condición de hombres. ¿Se les hace parecida esta historia?
Belisario Domínguez, vivió uno de esos momentos en que los hombres renuncian a sí mismos. El usurpador Victoriano Huerta, tenía el poder absoluto y había demostrado que ningún escrúpulo iba a detenerlo. Quería fundar su poder sobre una legalidad falsificada y nadie se atrevía a oponerse ante el terror.
Todos pensaban salvar la situación con vida, menos Belisario Domínguez. En la sesión del 16 de septiembre, el Senador, rehúsa estrechar la mano de Huerta a pesar de estar en la comisión de recepción. Huerta trata de que ese hecho pase inadvertido y se apresura a entrar al recinto parlamentario.
El 23 y 29 de septiembre, iba a pronunciar en el Senado unos discursos pero son vetados por el presidente en turno de esa Cámara, por su contenido contra Huerta, a quien llama usurpador, asesino, traidor, “vergüenza nacional”. Le dice que se adueñó del poder por medio de la traición y cuyo primer acto al subir a la presidencia, fue asesinar cobardemente al presidente y vicepresidente legalmente ungidos por el voto popular.
El 7 de octubre de 1913, a las once y media de la noche, es sacado de su habitación y conducido a una casa ubicada en Tacubaya, D.F. Ahí es asesinado después de haber sido atormentado. Sepultan a flor de tierra el cadáver que habían intentado quemar.
La desaparición de Belisario Domínguez da origen a las tormentosas sesiones celebradas los días 9 y 10 de octubre. La diputación chiapaneca solicita una investigación al respecto, la Cámara de Diputados acepta la propuesta, pide la solidaridad del Senado y se declara en sesión permanente. El consejo de ministros de Huerta, exige a los diputados que retiren su petición y al negarse, es disuelta la cámara por medio de la fuerza pública y son encarcelados 110 diputados. El Senado resuelve su autodisolución. Huerta acusa a ambas Cámaras de convertirse en el peor enemigo del Ejecutivo. Gracias al asesinato de Belisario Domínguez se rompe la aparente legalidad en que se sustentaba la dictadura de Victoriano Huerta.
La sangre de un hombre solo, sencillo, tranquilo, salvó la dignidad de un pueblo que se levantaba incontenible para hacerla valer.
El México de hoy le debe a Belisario Domínguez, su sacrificio. Se le recuerda con veneración y debemos recoger su ejemplo para que con el valor mantengamos erguidas las banderas de la condición humana.
Belisario Domínguez: Horacio Corro Espinosa
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Editor en jefe de Viral Noticias