La coordinación de Ingeniería Sismológica de la Universidad Nacional Autónoma de México asegura, a 25 años del terremoto de 1985, que no existe un plan articulado para revisar el comportamiento que los edificios de la ciudad de México tendrían ante un nuevo sismo.
“Hemos sentado las bases y hay forma de evaluar las respuestas de los edificios, se ha hecho en hospitales, pero hace falta coordinación institucional para llevar a cabo una gran evaluación y hacer un plan de riesgos”, advierte Jorge Aguirre, investigador y también presidente de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Sísmica.
El académico comenta que Estados Unidos y Japón se dedican a estudiar cuáles son los terremotos que han causado más daños, revisan los edificios construidos antes de éstos, hacen simulaciones de cómo sería un nuevo impacto y refuerzan las construcciones dañadas antes de que llegue un nuevo movimiento telúrico, es decir, “le ganan la carrera al sismo”.
Elías Moreno Brizuela, secretario de Protección Civil del gobierno del Distrito Federal, admitió que hasta la fecha hay 117 edificaciones que siguen en pie a pesar de los graves daños que sufrieron en sus estructuras en los sismos de 1985; no han podido ser demolidas o expropiadas por algún impedimento legal. Comentó que “muchas están en litigio y su resolución judicial podría resolverse en años”.
Explicó que además de los inmuebles que están en ruinas desde los sismos de aquel año, hay otras edificaciones que podrían colapsar por estar construidas en barrancas o terrenos irregulares.
En lo que va de este año, 700 familias tuvieron que ser reubicadas por habitar en zonas de alto riesgo, y algunas en inmuebles afectados desde hace 25 años.
Los estudios mexicanos
De acuerdo con el Centro Peruano Japonés de Investigaciones Sísmicas y Mitigación de Desastres, el terremoto que devastó la ciudad de México en 1985 ha sido estudiado a nivel mundial.
Fernando Lázares, jefe del Departamento de Planeación y Mitigación de Desastres de ese instituto sudamericano, afirmó que “los sismos desnudan los sectores en los que no se ha tenido cuidado, y la principal enseñanza que dejó el terremoto de 1985 es que la ingeniería debe identificar los suelos que no van a responder bien a un sismo”.
Después del terremoto, afirmó, investigadores mexicanos hicieron una microzonificación para ubicar los tipos de suelo y su comportamiento, que sirvió como modelo a nivel mundial. México, dijo, “es uno de los países con un reglamento sísmico muy al detalle. Los investigadores mexicanos han hecho buenos aportes”.
En Perú se realizaron estudios de microzonificación y se detectó que en la región del Pisco y Ciudad Tambó de Mora el suelo era muy blando y se recomendó que esas áreas ya no fueran utilizadas para la construcción de viviendas.
No hay “memoria sísmica”, afirman
Jorge Aguirre, investigador del Instituto de Ingeniería de la UNAM, dice que las zonas más blandas de la ciudad de México son el centro y el oriente, pero el problema es que la urbanización siguió creciendo después del terremoto de 1985 y entonces no se puede saber si los edificios que fueron construidos después de esa fecha están sobre zonas blandas.
Fernando Lázares considera que puede haber muchos aportes desde la ingeniería sísmica, pero el problema es cómo los asimilan la sociedad y sus gobernantes. El investigador asegura que México, como otros países de América Latina, no está preparado socialmente para enfrentar un temblor porque no hay un trabajo para concientizar a la sociedad y hacerla ver que vive en un país sísmico.
Después del temblor sí se prepara, pero cuando pasa un año o más se empieza a perder la memoria sísmica. “Los gobernantes son los primeros que deben exigir que se cumpla con las normas de diseño y construcción, pero muchas veces se ve que los gobernadores a nivel local, estatal y nacional no ponen atención”, dice.
Aguirre coincide en que hay normas avanzadas, pero su aplicación está en manos de la sociedad y del gobierno. “La comunidad científica, como los ingenieros que han participado en la elaboración de reglamentos, está consciente del peligro y lo ha plasmado en reglamentos de construcción, pero desgraciadamente no existen en todos los municipios ni estados”.
Los códigos son buenos, siempre y cuando se cumplan, dice Raúl Valenzuela, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, quien asegura que es necesario reforzar los edificios, como se hizo con el de Relaciones Exteriores, hoy propiedad de esa casa de estudios.
El Centro Peruano Japonés advierte que se tiene que hacer un análisis de cuánto se invierte en prevención y cuánto en reconstrucción, porque el problema principal es que la gente más afectada es la que tiene menos recursos.
Burlan reglamentos de construcción
Elías Moreno Brizuela consideró que es “otro mundo” el que se vive actualmente en la ciudad de México en cuanto a la reglamentación para la construcción, ya que ahora existen más controles para edificar algún inmueble. Asegura que las grandes estructuras urbanas, como los segundos pisos construidos en zonas del valle de México, podrían soportar un terremoto de más de ocho grados Richter.
Aún así, admite que hay quienes logran burlar los férreos reglamentos, corrompiendo a autoridades o a inspectores.
El riesgo sísmico en el DF varía de una zona a otra, debido a la heterogeneidad y comportamiento del suelo, así como a la diversidad de los asentamientos.
La zona centro, por ejemplo, está asentada sobre sedimentos lacustres, lo que generó, en 1985, un efecto de amplificación de las ondas sísmicas. Contrariamente, en zonas como el Pedregal de San Ángel las construcciones están sobre roca o sedimentos bien compactados.
Implicaciones económicas y sociales
Raúl Valenzuela Wong, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, dice que el problema de los sismos es de tipo económico y social, porque en el tecnológico están resueltos.
“Cada vez que se viene alguna lluvia fuerte, ¿cuántas personas no resultan afectadas porque viven en barrancas? El sismo de Haití no fue tan grande, pero causó muchos daños y muertes. El problema de Haití es que es el país más pobre. Si vas a construir en una zona blanda tienes que meter mucho más dinero a la construcción. En ese sentido, el problema también es económico”, dijo.
En México, según Jorge Aguirre, el sector que corre más riesgo es el de la autoconstrucción, es decir, personas que amplían su casa sin la conciencia de que un ingeniero civil debe supervisar la obra.
Comenta que “es responsabilidad de las personas que construyeron buscar una evaluación a algún responsable para que emita un dictamen. El problema que tenemos es que la gente de recursos más escasos construye en los lugares más peligrosos, como en las barrancas de la delegación Álvaro Obregón”.
El Universal