La entidad oaxaqueña está pasando por un momento como nunca en toda su historia. Vivimos dentro de la zozobra y del calambre diario. Hay regiones en la entidad donde la gente tiene que pensar dos veces qué calles caminar o qué calles rodear para poder llegar a su destino.
A pesar de todo lo que estamos viviendo, incluyendo a los políticos corruptos, aquí seguimos viviendo porque aquí nos gusta vivir, y por lo mismo, aprendemos rápidamente a caminar con los ojos cerrados sobre cables pelados de alta tensión y navajas afiladas. Eso en cuanto a nuestra seguridad física. En cuanto a nuestra seguridad política, hasta parece que nos gusta que nuestros políticos nos mientan todos los días. Y en cuanto a nuestra experiencia con los grupos sindicales, esa es la más difícil. Estos son los que más han abusado contra toda la ciudadanía. Su amalgama los hace ser poderosos y por su número se sienten invencibles. Y para ser todavía más poderosos, se unen con otros sindicatos de mayor número de integrantes para hacer mucho más fuerza, pero esa composición, con los días, invariablemente desemboca en una mayor agresividad hasta llegar al crimen.
Todos sabemos, eso nadie lo duda, que las garantías para la actividad periodística en México, casi no existen. Esto no es una opinión a la ligera, sino lo aseguran legisladores, académicos y defensores de los derechos humanos.
Existen datos documentados, que cuatro de cada 10 agresiones contra periodistas y medios de comunicación en México, provienen del poder público, y que tres de cada 10 se le deben atribuir al crimen organizado.
La obligación del periodista es hacer investigación y denunciar ante la población lo que encuentra mal. Esa es una aportación enorme, y los políticos deben reconocerla. Si los funcionarios públicos no quieren ser criticados por los medios de comunicación, pues simplemente deben hacer las cosas con transparencia.
El jueves de la semana pasada, nuestro compañero periodista Jaime Velázquez, dio a conocer dentro de sus noticieros de radio, el atentado que se preparaba en su contra por parte de la sección 35 de la Secretaría de salud.
Al dar a conocer solo unas cuantas corruptelas de las que se manejan al interior de la dirigencia de esta sección, como son sus jugosas ganancias con los tan mentados uniformes, los líderes sindicales se molestaron tanto, que contrataron a un tal Omar, para que le fuera a dar una calentadita a nuestro compañero, y se quedara con la boca cerrada por un buen rato, en lo que pasa el proceso electoral del sindicato.
No cabe dudada que cuando se tocan los intereses del dinero, es lo que más les duele, y por lo mismo, la salida más fácil para este grupo fue vengarse contra el comunicador.
Jaime descubrió que el sindicato salió a las calles para presionar a las autoridades, y el gobierno les diera una lana de 9 mil 500 pesos por trabajador para comprar sus uniformes. Afortunadamente no se los dieron. De habérselos dado, el secretario general, indudablemente se hubiera reelegido, además, los beneficiarios no se hubieran comprado los uniformes, sino otros antojos. En vez de dinero en efectivo, les dieron 7 mil pesos en vales de despensa. Este trueque, dinero por vales, equivale a desviación de recursos, o lo que es lo mismo, a más corrupción.
Estos datos en boca de Jaime Velázquez, ofendieron gravemente a los líderes sindicales, por lo que en venganza mandaron a un tal Omar para calmar a Jaime. Qué bueno que no encontró en las oficinas a nuestro compañero.
Qué bueno, también, que hizo esta denuncia pública, de lo contrario, los líderes sindicales de la sección 35 serían señalados como angelitos.
Con esto, queda constancia de otra agresión más al cuerpo periodístico en Oaxaca. Ojalá que esta certificación fuera como un número de inmunidad y protección en los comunicadores, pero no es así.
Por todo lo que está pasando Jaime Velázquez, mi solidaridad hacia él.
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