
Lo que debía ser una jornada de conexión con la naturaleza para los estudiantes de la escuela Acwsalcta terminó convertida en una pesadilla sangrienta este jueves. En cuestión de segundos, la tranquilidad de los antiguos bosques de Bella Coola, en la Columbia Británica, se rompió con los gritos de pánico: un oso había emboscado a un grupo escolar, dejando un rastro de caos y once heridos, dos de ellos luchando ahora mismo por sus vidas.
El ataque no fue un simple encuentro lejano; fue una colisión brutal y física. En medio del frenesí, la inocencia de los niños se enfrentó a la fuerza bruta de la naturaleza. Veronica Schooner, madre de uno de los estudiantes, compartió un detalle que hiela la sangre y resume el terror vivido: su hijo de 10 años estuvo tan cerca de las fauces del animal que, antes de lograr escapar, llegó a sentir el roce del pelaje de la bestia contra su cuerpo.
“Corrió para salvar su vida. Sintió al animal respirar sobre él”, relató la madre, conmocionada.
La tragedia, sin embargo, trajo consigo actos de heroísmo desesperado. Según los testimonios que emergen desde la comunidad de la Nación Nuxalk, la cifra de víctimas mortales se evitó gracias al sacrificio de los adultos presentes.
Se reporta que uno de los profesores “lo dio todo”, interponiéndose físicamente entre el oso y sus alumnos para frenar el ataque. Este docente fue evacuado de urgencia en helicóptero, pagando con su propia integridad la seguridad de los niños. Los equipos de emergencia describieron una escena dantesca al llegar al sendero cerca de la Autopista 20: heridos graves, niños en estado de shock y una operación contrarreloj para sacar a los más críticos del bosque.
El impacto ha sacudido los cimientos de Bella Coola, una región acostumbrada a convivir con la fauna del Great Bear Rainforest, pero no a este nivel de violencia. Samuel Schooner, jefe de la Nación Nuxalk, confesó que es difícil encontrar palabras ante tal devastación: “Nuestra prioridad ahora es abrazar a las familias y garantizar que sobrevivan a esto, tanto física como emocionalmente”.
Mientras la escuela cierra sus puertas para sanar las heridas psicológicas, el bosque permanece en silencio, acordonado por oficiales de conservación que, arma en mano, rastrean al animal. Las autoridades han sido claras: el peligro sigue latente. En un lugar donde los osos grizzly son vecinos habituales, este incidente nos recuerda de la forma más cruel que la línea entre la coexistencia y la tragedia es a veces invisible.







