Parece que el escándalo surgido hace unos días, que le costó el cargo a la ex titular del INJEO, no sólo nos dejó ver las más bajas pasiones de algunos “jóvenes” oaxaqueños, sino que además nos mostró lo peor de nuestra generación: jóvenes que están dispuestos a TODO, con tal de llegar a ocupar un pequeño cargo en la administración pública. Si las cosas siguen como parecen y esos jóvenes que hoy están peleando con uñas y dientes el espacio que quedó vacío, Duarte, Yarrington y los Moreira, serán apenas unos pequeños aprendices a su lado, cuando ellos tengan su edad.
¿Sus cartas más fuertes para aspirar al cargo? Haber gritado más en la campaña, tener una selfie con el Gobernador en su foto de perfil, acosar al Ejecutivo en cada evento y hasta usar chaleco rojo para distinguirse de los demás. Sobre la preparación académica y el conocimiento en el área, ni hablamos.
Y que quede claro, el problema no es que militen en un partido político (aunque deberían diferenciar entre estar en campaña y ser gobierno), tampoco es la ideología. El problema de fondo es la mala copia de las viejas prácticas que hemos comprobado una y otra vez el daño que le han causado a México.
No concibo una generación que siga creyendo que la forma más rápida de escalar políticamente sea arrastrarse para que el “padrino político” pase encima de ti, no concibo a jóvenes arañándose entre sí para tumbar a otro, matándose por un espacio en el que probablemente no sepan ni qué hacer si se los dan. Me asusta y preocupa que siendo tan “jóvenes” vean la corrupción, el tráfico de influencias y la malversación de recursos como algo natural.
Decía George Orwell que no es posible que una persona pensante viva en nuestra sociedad sin querer cambiarla, y estoy sorprendida que aun cuando estamos viendo a nuestro país hundido en la corrupción y los malos gobiernos, existan jóvenes que piensen que seguir los mismos pasos de sus antecesores es el camino correcto.
Aunque por supuesto, es más fácil y cómodo dejar todo como está, ver a la función pública como siempre se le ha visto: el medio más rápido de enriquecimiento; pensar que los espacios destinados a ser llenados sólo se alcanzan a través de compromisos políticos y no por perfiles adecuados. Creer que la tarea de ocupar un cargo público consiste en pararse en eventos, saludar a la gente, cargar bebés y saludar abuelitas, sonreír para la foto, poder contratar un chofer y una secretaria, cobrar un buen sueldo, meter a todas tus amigas y novias a la nómina y ocasionalmente reunirte con otros amigos del gabinete para tener qué subir a redes sociales.
Yo no acepto ni quiero pensar que “así es la política” y “o te gusta o dedícate a otra cosa”, yo estoy segura que las cosas pueden ser diferentes porque lo malo no es “la política” sino las personas que en ella participan, la corrupción no es algo natural: la corrupción se va construyendo y es nuestro conformismo el que nos ha permitido seguir atorados ahí, nuestra tolerancia ante malos gobernantes, nuestra eterna resignación de que así son las cosas y no pueden cambiar.
Oaxaca sólo será un estado mejor cuando esta generación que hoy se pelea a matar por ese pequeño huesito que es el INJEO, dejen de jugar con las reglas políticas sucias que nos han sido heredadas y empecemos a generar las reglas propias.
Ahora más que nunca, esa gran mayoría de jóvenes que aspiramos a vivir en un mejor país debemos exigir y actuar diferente, recordando que los ciudadanos conformistas son el principal caldo de cultivo para los políticos mediocres que insisten en querernos gobernar.
@alesilvasoriano