La polarización política, una enfermedad que afecta a muchas democracias, persiste en Argentina. La elección de Milei, aunque puede percibirse como un cambio radical, ¿es realmente un cambio hacia un sistema más equitativo y sostenible o simplemente otro extremo en el péndulo de la polarización?
El presidente electo ha pronunciado un discurso anti-establishment, criticando lo que denomina la “casta”. Esta retórica rupturista le permitió atraer a votantes desencantados con el gobierno y la clase política, especialmente entre los jóvenes, quienes jugaron un papel clave en su victoria.
El respaldo de líderes de la centroderecha antiperonista, como el expresidente Mauricio Macri y la excandidata presidencial Patricia Bullrich, también contribuyó al éxito de Milei. Obtuvo 14.5 millones de votos, un aumento significativo respecto a las elecciones generales, ganando en 21 de los 24 distritos electorales.
A pesar de las críticas que Milei recibió por representar un “salto al vacío” para Argentina, su mensaje de cambio resonó en un país afectado por la crisis y la desconfianza hacia la clase política. La moderación adoptada por Milei en la segunda vuelta, evitando ataques duros a su rival Massa, parece haber contribuido a su victoria y plantea interrogantes sobre cómo gobernará una vez en el cargo. La incertidumbre sobre si esta elección representa un cambio duradero o simplemente otro capítulo en la compleja narrativa política de Argentina solo podrá resolverse con el tiempo.
Argentina enfrenta ahora la tarea de reconciliar la promesa de cambio con la realidad de gobernar. La irrupción de Milei es un síntoma, pero ¿será también un catalizador para un cambio más profundo y reflexivo? La nación se encuentra en una encrucijada, y solo el tiempo dirá si la elección de Milei es un punto de inflexión o simplemente un capítulo más en su compleja narrativa política.
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